Broken Flowers
A veces, vivir nos da sorpresas. Al menos, ese fue el caso de Don Johnston, una especie de “baby boomer” cincuentón que hizo su fortuna por medio del negocio de las últimas décadas del siglo pasado: las computadoras.
Es una ironía obvia que el nombre de Don John (Juan) ston nos recuerda a ese famoso personaje de apellido Tenorio creado por José Zorrilla en 1844. Un Don que va a pasar por un cementerio… pero de visita.
El papel principal es interpretado por el conocidísimo Bill Murray, quien personifica de nuevo a ese ser casi inexpresivo, con una vida cotidiana vacía, independientemente del éxito que haya alcanzado. No sé que dirán los estudiosos, pero, como simple espectadora, me atrevería a decir que en cierta forma Murray ha sido encasillado dentro de este tipo de papeles, a veces patéticos, de ánimo depresivo. O tal vez no. Quién sabe. Usted dirá.
La música, en su mayoría una especie de jazz de Etiopía, es de lo mejor que tiene el filme. Melodías que acompañan al apático Johnston en la búsqueda de ese hijo. Búsqueda a la cual es prácticamente arrastrado por su amigo y vecino, el etíope Winston, interpretado por Jeffrey Wright, quien quisiera ver a su amigo disfrutar la especial experiencia de ser padre. Y si alguien sabe del tema es Winston quien, despreciando a Malthus y sus teorías, ha procreado cinco criaturas. Y a pesar de esa circunstancia y el hecho de ocupar tres empleos, le queda tiempo para dedicarse a su vocación detectivesca.
(Increíble, sólo en un país como Estados Unidos puede la gente darse el lujo de tener tres trabajos, mientras en países como Guatemala se sufre por encontrar uno.)
Una experiencia que se antoja, sin menospreciar la calidad del nacional, es probar ese café, también de Etiopía, que suelen tomar ya sea en casa de Winston o en el café de Carlitos. El compañero oscuro de una vida donde, más allá del mito del eterno soltero, nos topamos con un hombre solitario.
Creo que Broken Flowers es una especie de comedia ¿o fina ironía? dramática, aunque suene paradójico, de carácter existencial. Un encontrar sentido personal, ¿por medio de otros?
Obra que muestra la erudición del guionista al presentarnos a una especie de reencarnación de la Lolita de Nabokob. Aunque la principal atracción en este caso, dirán lo señores, es la madre, no la hija, interpretada la primera por Sharon Stone. Que descanse en paz Shelley Winters.
Querer, pero querer que lo quieran. ¿Un deseo común a todos? Y al fin, la película es como una vida en proceso: un misterio aún sin final. ¿O no?
El director de esta producción estadounidense del año pasado es Jim Jarmusch, quien también le hace de guionista. Además de Murray, Wright y Stone, actúan Frances Conroy, Jessica Lange, Tilda Swinton, Julie Delpy, Christopher McDonald y Chloë Sevigny.
Una recomendación en especial le hace Winston a Johnston: “Always, always bring flowers, pink flowers”. Flores rosadas, siempre rosadas. Una recomendación les hago yo: no la mire con sueño, ni de noche ni de día. Procure estar bien despierto y en compañía de un café, como lo hace Johnston.
Nota: este artículo se va a publicar en la revista “Orbe” del mes de febrero de 2006.
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