Como explica John Suart Mill, en el segundo capítulo de On Liberty, hay tres tipos de juicios
y/o creencias: totalmente falsas, parcialmente verdaderas y totalmente ciertas.
El reto que tenemos en la era de la posverdad,
un reto aún mayor que el que tuvieron nuestros antepasados, es diferenciarlas en
nosotros y en los otros, porque de ello dependen las decisiones que tomemos y
los resultados de nuestras acciones. Este punto lo elaboraré con detalle más
adelante. Hoy quiero profundizar en lo escrito por Mill en lo que respecta a la
libertad de expresión, cómo la violación a este derecho afecta a la búsqueda de
la verdad y por qué la autocensura es un fenómeno actual, debido a la forma en
la cual muchos eligen interactuar en las redes sociales.
Según Mill, “primero, si cualquier opinión se ve obligada a
guardar silencio, esa opinión puede, por lo que ciertamente podemos saber, ser
cierta. Negar esto es asumir nuestra propia infalibilidad. En segundo lugar,
aunque la opinión silenciada sea un error, puede contener, y muy comúnmente lo
hace, una parte de verdad; y dado que la opinión general o prevaleciente sobre
cualquier tema rara vez o casi nunca es la verdad completa, es solo por la
colisión de opiniones adversas que el resto de la verdad tiene alguna
posibilidad de ser alcanzada. En tercer lugar, incluso si la opinión recibida
no solo es verdadera, sino toda la verdad; a menos que se considere que es, y
de hecho es, impugnada enérgicamente y con seriedad, la mayoría de los que la
reciben la considerará un prejuicio, con poca comprensión o sentimiento de sus
fundamentos racionales. Y no solo esto, sino que, en cuarto lugar, el
significado de la doctrina corre peligro de perderse, debilitarse y privarse de
su efecto vital sobre el carácter y la conducta: el dogma se convierte en una
mera profesión formal, ineficaz para siempre, pero agitando el terreno, y
evitando el crecimiento de cualquier convicción real y sincera, de la razón o
la experiencia personal”.
Es importante mencionar que con la aparición de Twitter y
los mensajes breves, la comunicación de hechos complejos se ha vuelto
superficial y, en muchos casos, falaz, lo que lleva a muchos, a pesar de las
facilidades que tenemos hoy para expresarnos, a callar. Y no sólo callan por el
reto que implica la brevedad que prevalece en las redes, sino por miedo a los
insultos, tergiversaciones y ataques ad hominen que proliferan en estos medios.
Twitter es ideal para lanzar comentarios, algunas veces
ingeniosos, a aquellos con quienes no estamos de acuerdo, pero no es un medio
adecuado para debates en profundidad sobre temas de transcendencia para nuestra
existencia, incluidos, por supuesto, los asuntos políticos. Con el panorama
mediático actual, existe un riesgo real de que las personas se confundan más,
malinterpreten las cosas y, por lo tanto, la sociedad se vuelva más polarizada,
tal y como ha sucedido en Guatemala. ¿Es posible llegar a un entendimiento y a una
reducción de esa polarización? Sí, pero sólo será posible entre los individuos
intelectualmente honestos que hagan el esfuerzo mental por aclararse las ideas.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El
Siglo”, el lunes 1 de abril de 2019.Etiquetas: Ayn Rand, John Stuart Mill, libertad de expresión, noticias, On liberty, periodismo, posverdad, Twitter, verdad