Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.21.2008

Fumicidio


El gobierno de la socialdemocracia es una gran fumada. El sistema socialdemócrata es una fumada mayor. Y aparentemente los seguidores del mencionado pensamiento político se la pasan fumando alucinantes. Sino, ¿cómo explicar el regreso al pasado fracasado de los años 70 y 80 del siglo veinte? ¿Acaso atravesamos el túnel del tiempo sin darnos cuenta?

Sin siquiera haber asimilado la aprobación de la aberración jurídica conocida como “Ley contra el femicidio”, nos sale el presidente Álvaro Colom con las indefendibles propuestas de poner precios topes, gravar con otro tributo directo el servicio telefónico y aumentar los subsidios a ciertas actividades que consideren de primera necesidad. Pura arbitrariedad, nada más. Sólo justificable a los ojos del dañino populismo latinoamericano, encabezado por Hugo Chávez, y seguido de cerca por Daniel Ortega, Cristina Fernández, Rafael Correa y Evo Morales.

La esperpéntica ley que pretende favorecer a las mujeres crea otra discriminación legal en nuestra obtusa legislación de inspiración positivista: denuncia que no me canso de repetir, por ser ésta una de las principales raíces de nuestros males. Creer que la voluntad del legislador puede ser impuesta al resto, por más contradictoria que sea con la acción humana, es una locura propia de los políticos e intelectuales que arrogantemente creen que pueden dictarle a los demás cómo vivir su vida. Nos establecen metas y nos imponen las medidas que consideran idóneas para que nos sacrifiquemos con el objetivo de alcanzar los fines de ellos, no los nuestros. Nos desprecian como seres humanos pensantes, y nos reducen a simples siervos que siguen órdenes del iluminado de turno.

Por supuesto que me opongo fervientemente a todo acto criminal que violente la vida, la libertad y la propiedad de cualquiera (hombre o mujer, niño o anciano, guatemalteco o tibetano). Al fin, estos son los derechos individuales por excelencia, y no ese conjunto de necesidades que de forma interesada han sido políticamente elevadas a la categoría de derechos sin obligaciones para quienes supuestamente van a gozar de los beneficios de ese privilegio. Para lograr la reducción de abusos, lo que debemos hacer es buscar la igualdad ante la ley, independientemente de nuestras circunstancias particulares. Cambiar la desigualdad legal por el trato igual para todos. No decretar más diferencias.

En lo que respecta a las supuestas medidas para paliar la crisis económica, ¿qué más puedo decir, que no se haya dicho con anterioridad? Sin duda, el supuesto beneficio que puedan lograr algunos hoy, será pagado por todos en el mediano y largo plazo. Los actuales políticos en el ejercicio del poder, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo, están cometiendo un crimen injustificable: el derechocidio. Decisiones de unos cuántos que nos alejan del primer paso que nos lleva a la solución de nuestros problemas: el Estado de Derecho.

Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 14 de abril de 2008.

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4.14.2008

Una bala perdida


O pudo ser una bala dirigida. Quién sabe. Una bala muy similar a tantas otras que han acabado con la vida de miles de personas en nuestro país. Sin embargo, independientemente de la situación general, los familiares de las víctimas escogidas por el azar, a quien lloran es al ser querido muerto por la inseguridad que campea en Guatemala. Hasta ese instante trágico, entienden a otros que han pasado por una experiencia parecida.

Creo que compartir con ustedes un caso del cual tengo conocimiento, nos puede ayudar a quienes no hemos pasado por semejante perdida, a ser solidarios con aquellos que han sido apartados de un ser querido por antisociales que se consideran ajenos a todo castigo: impunes. Tal vez porque varios de esos antisociales se esconden detrás de la insignia de policías. ¿Otra ironía más? ¿Tendrán fin las contradicciones?

Según sé, el pasado 14 de marzo, viernes de Dolores, una pareja de esposos muy queridos por un importante grupo de nuestra sociedad, se dirigían después de asistir al cine, a recoger a su hijo menor quien se encontraba en una reunión con compañeros del colegio. Pero antes de llegar al que era su destino, a la altura del kilómetro 19 Carretera a El Salvador, una bala mortal acabó con la vida de la mujer que venía en el asiento del copiloto. La madre del joven que disfrutaba de una alegre velada. La esposa del hombre angustiado que corrió a un sanatorio en la zona 15, con la esperanza de salvar a su compañera. La amiga de muchos que hoy la extrañan, la lloran y se preguntan ¿por qué?

Lamentablemente, la tragedia no termina ahí. Unos agentes de la Policía Nacional Civil, quienes al parecer se encontraban sospechosamente cerca, demasiado cerca del lugar donde voló la bala perdida, siguieron al desesperado esposo que intentaba salvar la vida de su amada. Al llegar al hospital, y mientras los enfermeros y doctores que se encontraban de turno auxiliaban a la víctima mortal, afuera los guardianes de nuestra seguridad amedrentaron y amenazaron al atormentado hombre que lo único que deseaba es que nada de todo lo vivido en la última hora fuera cierto. Probablemente rogaba al cielo despertar de esa pesadilla mientras los criminales con licencia para intimidar lo tenían de rodillas en el piso. Pero no despertó: lo vivido era una cruel realidad.

Sobra decir que los policías le robaron todo lo que pudieron, además de advertirle que bajo ninguna circunstancia se atreviera a denunciarlos. ¿Fueron estos mismos canallas quienes dispararon la bala que acabó con las ilusiones de una mujer llena de alegría? No sé… tal vez es cierto que esta es la nueva estrategia de asalto de esos malhechores. Cuídese, apreciable lector, estimada lectora.

Al final, esta triste historia parece ser una metáfora de nuestro mismo gobierno: una bala perdida que apunta a cualquier lado, menos hacia el cumplimiento de sus funciones esenciales: seguridad y justicia.

Articulo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de abril de 2008. La foto la tomé a principios de febrero de 2007, un sábado por la noche, cuando un operativo de las fuerzas de inseguridad, que involucró al menos 10 patrullas (con todo y policías, por supuesto) interrumpió la fiesta de un grupo de estudiantes de una Universidad que celebraban su elección como miembros del Consejo Estudiantil de su facultad.

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4.07.2008

Tributos cósmicos


Según noticias recientes, que reciclan discursos de siempre, un grupo de tecnócratas guatemaltecos halló un gran vacío tributario en las arcas públicas que, dicen, asciende a miles de millones de quetzales. Por cierto, parece que el vacío no contiene agujeros negros (ya resucitaron el IETAAP), anunció el equipo director del Ministerio de Finanzas.


Por otro lado, investigadores privados desde hace tiempo descubrieron y denunciaron que hay en nuestro país millones de personas viviendo con pocos recursos para llevar alimento a su boca y la de sus hijos. Un vacío mucho mayor al que muchos hubiesen podido imaginar. Un vacío enorme, como el de las almas en penitencia en el Congrueso. "Esto es mil veces más grande de lo que hubiésemos esperado", observó un profesor de historia que prefirió guardar el anonimato, ante las posibles represalias que pudiera enfrentar por parte de grupos de presión, interesados en mantener en la miseria a toda esta gente, ya que si se creara riqueza y lograran superar la pobreza, los líderes de tales grupos se quedarían sin trabajo e ingresos.

Sin embargo, y a pesar de la realidad de la mayoría de habitantes de Guatemala, Juan Alberto Fuentes, el caballero de los impuestos, y su fiel escudero, Carlos Barreda, ambos obedientes servidores de los dictados de los organismos financieros supranacionales (FMI, BID, BM, CEE…) consideran que es necesario aumentar la carga tributaria para llenar el supuesto vacío descubierto en las finanzas del abstracto Estado. Vacío que, opinan, les impide cumplir con sus obligaciones. ¿Cuáles obligaciones y en beneficio de quién?


Esa convicción del primero y el segundo a bordo del MINFIN de aumentar impuestos sin importar los costos que esta decisión conlleva, y los sacrificios sin sentido que implican para la sociedad en general, en especial para los más pobres de ésta, nos lleva de nuevo a una discusión que parece interminable. Por cierto, ¿acaso no es sospechoso que esa nave eternamente está a punto de hundirse y al final siempre sale a flote? Claro, a costa del hundimiento de otros, léase los tributarios.

En fin, para solucionar los problemas más sentidos ¿o acaso el vacío en el estomago no se siente? de los seres conscientes y concretos de nuestra sociedad, o sea, los humanos, por si no quedó claro, lo que se necesita es precisamente lo contrario a lo propuesto por Fuentes y Barreda. No necesitamos más impuestos, necesitamos más inversiones que creen fuentes de trabajo productivo para todos aquellos que estén dispuestos a trabajar y ser responsables. Listos a echarle ganas al chance porque desean mejorar su calidad de vida. Y para atraer esas inversiones lo que necesitamos es eliminar gravámenes directos que castigan el capital. Tributos empobrecedores para la mayoría, menos para los políticos, a quienes terminan engordando. ¿Perderán la razón, las evidencias y el sentido común esta batalla?



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 31 de marzo de 2008. La fotografía la tomé el 1 de noviembre de 2007 en el cementerio de Santiago Sacatepéquez, y me pareció ideal para el tema: que Dios nos libre de la plaga de los impuestos, que mata las posibilidades de progreso para millones de personas.

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