Caso Pac
Y, lamentablemente, parece que algo similar sucede en los tribunales. Pasó con el juicio por el asesinato de Juan Gerardi. Pasa hoy con el proceso por el asesinato de Claudia Pac. Dos crímenes execrables que deben ser resueltos por respeto a la memoria de las víctimas y por la tranquilad de todos. No obstante, en estas dos situaciones (deben existir muchísimas más) parece que se impone lo mismo que en infinidad de rincones de Guatemala: alguien que acusa a cualquiera, sin pruebas, basado sólo en su palabra, y los fiscales y los jueces representando el papel de la turba, dispuestos a condenarlos a pesar de las inconsistencias y contradicciones de los testimonios, y la poca credibilidad de los testigos.
Creo que la gente debe ser premiada por su productividad. Pero se debe tener claro cuál es el producto esperado. En el caso de la aplicación de la justicia es precisamente eso lo que esperamos: justicia. Y para que se alcance tan noble ideal, es vital buscar la verdad de los hechos y no el máximo de acusaciones y condenas posibles. Hoy la tarea principal de los fiscales. Labor por la que son premiados. Un sistema incorrecto, inspirado en una idea correcta. Falla una de sus premisas: lo buscado es el mayor número de acusaciones y condenas posibles. Un sistema de incentivos perverso.
El debido proceso es uno de los principales derechos producto de la evolución, de la civilización, que parte de la afirmación de que somos inocentes hasta que se pruebe lo contrario sin duda razonable. Es cierto que bajo ese principio puede ser que algún criminal logre escapar a la justicia. Sin embargo, el debido proceso lo que busca es impedir que en nombre de la justicia se cometa una injusticia: condenar a un inocente.
Los responsables de aclarar los hechos, preparar la acusación y juzgar si el o los acusados son culpables o inocentes, a partir de la evidencia presentada, son los fiscales, los abogados defensores y los jueces. Mi objetivo es conocer cuál es la situación real de nuestro sistema de justicia. Mi objetivo es que nadie sea acusado y condenado por un crimen que no cometió. Mi objetivo es vivir en una Guatemala diferente, no en la actual, donde prevalece el mal y agoniza el bien.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de septiembre de 2007.
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