De temporada
¿Qué escribir en este inusual (¿o demasiado rutinario?) lapso de fin de ciclo? Esas fechas que cada período inician más temprano. ¿Es correcto aplicar el adjetivo de linda a una estación? ¿Es la temporada más feliz del año? No sé. A mí, el exceso de dulce me empalaga. Por eso, prefiero racionarlo para disfrutarlo. Así que opto por una dieta de verano en pleno invierno: escuchar música que me distraiga de la época a la cual muchos se entregan sin meditar. Tal vez de esa manera logre reflexionar y decidir mejor qué metas voy a alcanzar los próximos meses.
Lo anterior no excluye que, como casi todos, incluido el mismísimo Grinch, caiga ante el deseo de escuchar un jingle bells o espere ver a un burrito sabanero que va camino de Belén. Como escribió Oscar Wilde en “El abanico de Lady Windermere”: “Puedo resistirlo todo, excepto las tentaciones”.
Happy Holidays or Merry Christmas? Un dilema que todavía no enfrentamos en los trópicos. No obstante, ya se empiezan a sentir los vientos del norte que nos llevan a discutir sobre cómo bendecir.
¿Por qué ser felices hoy? ¿No es mejor desear felicidad, de ser posible, siempre? ¿Acaso no es ese el fin último de todos? Para algunos, esa felicidad plena la van a encontrar en otro mundo inmaterial. Yo, por aquello de las dudas, prefiero descubrirla en esta vida. Al menos cuando río o cuando lloro, aunque a veces lo hago simultáneamente, soy consciente de que siento, pienso y existo. Que deseo y tengo objetivos. Más vale vida en mano que ver un ciento volar. No vaya a ser que desperdicie la que con seguridad disfruto, aún cuando sufro.
Tengo árbol gracias a María. Fue un parto con Dolores. Sin embargo, el resultado… qué maravilla. Por cierto, ¿quién se robo mi Nieve y me dejó un queso? ¿Comeré un Gouda en lugar de devorar a Orhan Pamuk? ¿Me observa el hombre vestido de rojo o sólo me llama? Según mi justa medida, subjetiva e individual, me porto en general bien ¿o no?
Los tengo que dejar. Rudolph, Frosty y un duende (verde de tanto parrandear), me esperan. Nos vamos a fugar en esta Navidad. Simple prueba de que le pedí a Santa Claus, hace varios veinticuatros de diciembre, un alma eternamente rebelde. Pero con causa. Y parece que en esa oportunidad no sólo leyó mi carta, sino que concedió mi deseo en el umbral de medianoche que irremediablemente nos lleva al día siguiente.
¿Qué puedo hacer? Mi universo predilecto es el de la fantasía hecha realidad. Espero que sus decisiones y acciones, responsables y respetuosas, los lleven a conquistar aquello que su corazón les pide. Ese, más allá de sus creencias, y sin complicaciones, es mi deseo para ustedes, mis estimados lectores.