Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

2.13.2017

Privilegio a la impunidad



El derecho de antejuicio, que siendo correctos debe ser llamado privilegio, debe ser eliminado de nuestro sistema jurídico. Nadie debe estar por encima de la ley y esta debe ser igual para todos. Más aún, en el caso de los gobernantes debe haber un mayor control, ya que se les ha delegado el monopolio del uso legal de la fuerza, el cual dentro del sistema político interventor y estatista que prevalece, usan para violentar los derechos individuales de los soberanos: los ciudadanos.

El Código Procesal Penal en el artículo 293, sí reconoce al antejuicio como un privilegio: “Cuando la viabilidad de la persecución penal dependa de un procedimiento previo, el tribunal competente, de oficio o a petición del Ministerio Público, solicitará el antejuicio a la autoridad que corresponda… Contra el titular del privilegio no se podrán realizar actos que impliquen una persecución penal... Culminada la investigación esencial, se archivarán las piezas de convicción, salvo que el procedimiento continúe con relación a otros imputados que no ostentan el privilegio”.

El origen de este privilegio se remonta a los antiguos regímenes monárquicos y los fueros  privilegiados que el Rey otorgaba y se reservaba. Según el Diccionario del Español Jurídico de la RAE, compilado por Muñoz Machado, el fuero privilegiado es un "Conjunto de prerrogativas reconocidas a distintas clases o categorías sociales, en virtud de las cuales las causas que les fueran abiertas serían juzgadas conforme a procedimientos especiales y por tribunales determinados, distintos de los comunes, lo que conducía a una gran desigualdad que diferenciaba a las personas, los procesos y los tribunales juzgadores”. Práctica que fue rechazada por el discurso preliminar de la Constitución de Cádiz (1812).

Como escribió Warren Orbaugh en “La arquitectura de la ciudad”: “La justicia es la misma para todos, pues respetar en las relaciones el derecho de cada individuo es beneficioso recíprocamente para cada quien. Y como los derechos de todos los ciudadanos son iguales, en la ciudad todos son iguales ante la ley… si hubiere alguien que gozara de un privilegio, que es una ventaja exclusiva o especial por concesión del gobierno, entonces no serían todos iguales ante la ley, entonces no habría Estado de Derecho, entonces no habría justicia. El derecho es lo justo; el privilegio es lo injusto”.

Se contradicen quienes apoyan el antejuicio, pero dicen estar a favor del Estado de Derecho y la igualdad ante la ley. El privilegio del antejuicio provoca la desigualdad ante las normas y  promueve el sistema de incentivos perversos que atrae a los peores representantes de la sociedad al ejercicio del poder, ya que falsea la realidad de nuestra naturaleza y los axiomas de la acción humana. Además, se basa en una desconfianza del sistema de justicia al cual pretenden que nos sujetemos el resto. Ser coherentes con los principios liberales clásicos implica pelear contra todos los privilegios, incluidos los privilegios de los gobernantes.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de febrero de 2017.

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7.14.2014

Vete



O quédate. Haz lo que consideres justo para llegar a ser la persona que tú quieres ser. Hazlo respetando la vida, la libertad y la propiedad de los demás. Pero no lo dejes de hacer bajo ninguna circunstancia. Elige tú: sólo tú vivirás tu vida y sólo tienes una oportunidad para vivirla. Haz lo que consideres necesario para ser feliz. Te lo digo con aprecio y sin signos de admiración. No es una orden. Es una muestra de apoyo. Es reconocer que te entiendo.

Es casi seguro que los peligros que vas a encontrar sean peores que los enfrentados por tus predecesores. Como siempre, se vuelve a cumplir la advertencia que resume parte importante de la sabiduría humana acumulada: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. Gente que dice actuar de buena fe, promueve una mayor intervención del Estado, para lo cual es necesario otorgar más poderes a los gobernantes obviando el acertado consejo que dio un inglés que vivió hace muchos años, un señor al cual probablemente nunca has oído nombrar, pero basta con que aprendas lo que dijo: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente”. Por si acaso te interesa, su nombre fue John Acton.

El mayor control que impulsan los mencionados bienintencionados (y otros que no lo son tanto) va a provocar que los servicios que prestan los coyotes aumenten de precio, al igual que la inseguridad que vas a sentir en el camino. Lo mismo pasó con la guerra contra los narcos que tanto daño ha hecho por estos lares. Es irónico que los impulsores de ese absurdo enfrentamiento son los gobernantes de Estados Unidos, el destino preferido de quienes desean emigrar. Que buscan trabajar. ¿Será la guerra contra los coyotes la próxima guerra perdida emprendida por el gobierno de EE. UU., servilmente aceptada por los gobernantes de nuestra región? ¿Será la sustituta de la guerra perdida contra las drogas?

Entiendo que los estatistas/colectivistas pidan y apoyen más intervención de los gobernantes en nombre del abstracto Estado: es una excusa más que justifica su existencia. Pero que personas identificadas con el ideario liberal/individualista también aplaudan estas medidas me parece una evidente, y terrible, contradicción. En fin, es su decisión adoptar esa posición en pleno uso de su libertad. Esa libertad que espero aprendas a valorar. A exigir su respeto. A defender.

En octubre de 2004 escuché contar al filósofo David Schmidtz que en una cena a la que asistió por esos días, uno de los comensales le preguntó cuál era la esencia del liberalismo. La respuesta del intelectual fue la siguiente: “El corazón del pensamiento liberal está en el derecho de cada individuo a vivir su vida donde quiera”. Tú y yo no nos conocemos, y probablemente nunca nos veremos. Pero entiendo tu anhelo de formar parte de una sociedad donde tengas más posibilidades de vivir en paz. Donde la probabilidad de prosperar sea más alta que la que encuentras en tu tierra. Yo, deseo que tengas éxito buscando tu felicidad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 14 de julio de 2014. La imagen la bajé de la Internet.

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2.25.2014

Izquierdas y Derechas

"El lenguaje político está diseñado para hacer pasar las verdades por mentiras y el asesinato como algo respetable", George Orwell.


Ambos son términos relativos y simplemente como tales deben ser usados. En el debate de las ideas solo sirven para confundir al despistado que no está dispuesto a hacer el esfuerzo mental necesario para encontrar las premisas a partir de las cuales ha formado ¿o nomás repetido? juicios, y confrontarlas con la realidad para verificar si estas son falsas o verdaderas.

Política, económica y filosóficamente son vocablos de poco contenido intelectual, casi vacíos. Pueden representar cualquier cosa, según los intereses de quien los usa. Más aún, durante el sanguinario gobierno de Maximiliano Robespierre, sumo sacerdote de la Revolución Francesa de 1789 que terminó sus días como tantos miles a quienes mandó a cortar la cabeza, sólo representaban el lugar en el cual se sentaban los miembros de los principales grupos de presión que se disputaban el ejercicio del poder.

Hoy, en pleno siglo veintiuno, su anacrónico uso solo ha contribuido para perpetuar sistemas económicos y políticos cuyos hilos conductores en ambos casos, izquierda y derecha, son el estatismo y el intervencionismo, distrayendo a la mayoría de la discusión prioritaria que va más allá, ¡mucho más allá! de un supuesto enfrentamiento de extremos. Por cierto una falacia que les encanta repetir a quienes más pereza les da pensar y ni siquiera tienen la valentía de tomar partido por una escala de valores definida: aquellos que se ubican en el centro de la pueril discusión de izquierda y derecha.

Debemos discutir sobre los sistemas políticos que han sido elaborados y puestos en práctica durante nuestra historia. Sobre las premisas de los que han fracasado y los que han mostrado que funcionan para asegurar el progreso de todos en el largo plazo, aún de los menos productivos. Debatir entre personas intelectualmente honestas cuyo objetivo es encontrar la verdad, que aceptan que el árbitro final es la realidad y no las opiniones de la gente. Aquellos a quienes nos preocupa el presente en el cual vivimos y deseamos un futuro mejor para todos.

Debemos aceptar que necesitamos un fundamento filosófico objetivo, adoptado conscientemente, que nos lleve a tomar las decisiones moralmente correctas que se adecuan a nuestra naturaleza tal cual es, no como algunos quisieran que fuera. Tener juicio propio porque, como dicen que dijo Voltaire, “aquellos que pueden hacerte creer absurdos pueden hacerte cometer atrocidades”.

Es vital entender el significado real (no el manipulado y menos el distorsionado) de socialismo, de liberalismo, de mercantilismo, de capitalismo… de las ideas que pueden cambiar, para bien o para mal, nuestro destino. Es relevante para todo ser humano que quiere vivir en libertad, dentro de una sociedad pacífica basada en el respeto mutuo a los derechos individuales de todos, reconocer que podemos actuar de manera contradictoria e irracional, pero, si decidimos actuar de ese modo, entendamos de una vez por todas que no podremos evitar las trágicas consecuencias de falsear la realidad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de febrero de 2014.

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4.15.2013

La dama de ideas




Margaret Thatcher fue, ante todo, una persona con ideas claras y la suficiente valentía para enfrentar a muchos cuyos intereses se vieron afectados por la férrea voluntad de alguien extraordinario que no le importó ir contra corriente. Una mujer valiente que formó sus juicios, la mayoría de las veces, a partir de premisas verdaderas que le permitieron cambiar el destino del mundo al ser, a mi parecer, la principal responsable de acabar con la Guerra Fría y la amenaza que ésta representaba para la humanidad en general. Por supuesto, además de mejorar las condiciones de vida de los ingleses, condiciones que se habían visto seriamente deterioradas después de años viviendo bajo gobiernos socialistas.

Sobran las frases, los discursos, los comentarios… de Thatcher para probar que fue, más que nada, una mujer inteligente, de pensamiento correcto, como lo muestra la siguiente declaración que dio en una entrevista a “Women’s Own” en 1987: “…there's no such thing as society. There are individual men and women and there are families. And no government can do anything except through people, and people must look after themselves first. It is our duty to look after ourselves."

Thatcher mostró con el ejemplo que no existe almuerzo gratis. Probó que no se necesita nacer en cuna noble ni crecer alimentada con cubiertos de plata para alcanzar nuestros valores, sin importar lo altas que sean nuestras metas. Disciplining yourself to do what you know is right and important, although difficult, is the highroad to pride, self-esteem, and personal satisfaction”. Fue Thatcher una persona orgullosa de sus éxitos, justamente ganados a base de esfuerzo propio.

Y poco le importaron las mentiras y las falacias ad hominen que solían proferir en su contra los débiles mentales, los resentidos y los privilegiados que se vieron afectados por sus decisiones. I always cheer up immensely if an attack is particularly wounding because I think, well, if they attack one personally, it means they have not a single political argument left.Sabía que en la batalla de las ideas ella ganaba: tenía los pelos de la burra en la mano para decir de qué color era. Fue aliada de la realidad: íntegra y de fundamentos sólidos.

La única manera en la cual los pobres serán menos pobres es creando riqueza, y para alcanzar ese objetivo se necesita invertir capital para transformar los recursos con los que contamos en ese bienestar que deseamos la mayoría: aquellos que estamos dispuestos a trabajar, a ganarnos el pan de cada día con nuestro propio empeño y usando nuestra mente, arriesgando lo nuestro. Una sociedad en la cual no caben los gorrones que quieren vivir a costillas de los otros. Un principio que entendió la dama de las ideas, ideas que llevó a la práctica con la convicción de que sus mandantes iban a mejorar su calidad de vida. Hecho innegable de la era que será conocida por la historia como la Época Tatcheriana. Larga vida al legado de Margaret Hilda Thatcher, Baronesa Thatcher de Kesteven.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de abril de 2013.

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12.30.2010

Días de Pax



Aunque más que sólo días, quisiera que nuestra vida toda transcurriera dentro de un ambiente pacífico. Que prevaleciera la paz entre los hombres de buena voluntad y que estos últimos no sólo fueran la mayoría, sino que las normas vigentes protegieran su derecho a buscar la felicidad: su derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Aparentemente fácil de decir, y seguro casi todos vamos a coincidir. Sin embargo, definir qué es la “Paz” (con mayúscula, como la deseo) implica ahondar en las ideas de grandes pensadores de la Historia. Aún más difícil: implica ahondar en nosotros mismos, en nuestra vida, en nuestros actos y en nuestros anhelos.


Según el diccionario de filosofía de Nicola Abbagnano (actualizado y aumentado por Giovanni Fornero) la definición más famosa de “Paz” es la dada por Cicerón en la “Filípicas”: “Pax est tranquilla libertas”. Sin duda, lo anterior me recuerda el refrán citado por Aristóteles en “La Política”: “no existe paz para los esclavos”. Para los liberales clásicos, tal y como lo explica Ludwig von Mises en “Liberalismo”, la paz es una condición sine qua non para la cooperación y el progreso: para que alcancemos nuestras metas y fines individuales, sin violentar los derechos de los otros.

Es obvio, probablemente redundante, que para vivir en sociedades pacíficas necesitamos evitar la guerra. Y previo a alcanzar este objetivo debemos reconocer que parte del problema es la ambición de los gobernantes que suelen utilizar el poder para conquistar espacios y aumentar su poderío. Por eso, es vital el ejercicio del poder sea sólo para las funciones básicas. Que sea limitado. Que aquellos que gobiernan sean solamente lo que dicen ser, mandatarios, y se dediquen a obedecer el mandato de los mandantes: nosotros, los ciudadanos libres. Teniendo en cuenta de que el mandato mismo deber ser limitado por los derechos individuales de todos los miembros de la sociedad. Resumiendo: leyes generales, universales, impersonales, abstractas y pocas.

Si conquistamos la Paz en sociedad, se hará menos difícil la búsqueda de la otra “Paz”: la interior. La de cada uno de nosotros, insustituible, que se consigue cuando logramos el equilibrio: la justa medida. Cuando podemos armonizar nuestra vida. Cuando vivimos una vida bella. Cuando tenemos clara nuestra escala de valores y practicamos las virtudes necesarias para alcanzarlos y retenerlos. Tranquilidad, sosiego, serenidad. Paz que no sea ajena a la risa y a una que otra lágrima derramada en el momento oportuno. Esa lágrima que en ocasiones suele darnos Paz.

Voy a terminar mi artículo repitiendo mi estado en Facebook del pasado 24 de diciembre de 2010: “Hoy quisiera que mi saludo difiera de la tradicional letanía de todos los días veinticuatro del mes doce del año que termina. Letanía que será propia de cada año de mi vida. Hoy quisiera simplemente desearles a todos dos cosas: muchas bendiciones siempre y que siempre sean felices, muy pero muy felices”. Pax.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 27 de diciembre de 2010. La imagen la bajé de la Internet.

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