Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

2.25.2014

Izquierdas y Derechas

"El lenguaje político está diseñado para hacer pasar las verdades por mentiras y el asesinato como algo respetable", George Orwell.


Ambos son términos relativos y simplemente como tales deben ser usados. En el debate de las ideas solo sirven para confundir al despistado que no está dispuesto a hacer el esfuerzo mental necesario para encontrar las premisas a partir de las cuales ha formado ¿o nomás repetido? juicios, y confrontarlas con la realidad para verificar si estas son falsas o verdaderas.

Política, económica y filosóficamente son vocablos de poco contenido intelectual, casi vacíos. Pueden representar cualquier cosa, según los intereses de quien los usa. Más aún, durante el sanguinario gobierno de Maximiliano Robespierre, sumo sacerdote de la Revolución Francesa de 1789 que terminó sus días como tantos miles a quienes mandó a cortar la cabeza, sólo representaban el lugar en el cual se sentaban los miembros de los principales grupos de presión que se disputaban el ejercicio del poder.

Hoy, en pleno siglo veintiuno, su anacrónico uso solo ha contribuido para perpetuar sistemas económicos y políticos cuyos hilos conductores en ambos casos, izquierda y derecha, son el estatismo y el intervencionismo, distrayendo a la mayoría de la discusión prioritaria que va más allá, ¡mucho más allá! de un supuesto enfrentamiento de extremos. Por cierto una falacia que les encanta repetir a quienes más pereza les da pensar y ni siquiera tienen la valentía de tomar partido por una escala de valores definida: aquellos que se ubican en el centro de la pueril discusión de izquierda y derecha.

Debemos discutir sobre los sistemas políticos que han sido elaborados y puestos en práctica durante nuestra historia. Sobre las premisas de los que han fracasado y los que han mostrado que funcionan para asegurar el progreso de todos en el largo plazo, aún de los menos productivos. Debatir entre personas intelectualmente honestas cuyo objetivo es encontrar la verdad, que aceptan que el árbitro final es la realidad y no las opiniones de la gente. Aquellos a quienes nos preocupa el presente en el cual vivimos y deseamos un futuro mejor para todos.

Debemos aceptar que necesitamos un fundamento filosófico objetivo, adoptado conscientemente, que nos lleve a tomar las decisiones moralmente correctas que se adecuan a nuestra naturaleza tal cual es, no como algunos quisieran que fuera. Tener juicio propio porque, como dicen que dijo Voltaire, “aquellos que pueden hacerte creer absurdos pueden hacerte cometer atrocidades”.

Es vital entender el significado real (no el manipulado y menos el distorsionado) de socialismo, de liberalismo, de mercantilismo, de capitalismo… de las ideas que pueden cambiar, para bien o para mal, nuestro destino. Es relevante para todo ser humano que quiere vivir en libertad, dentro de una sociedad pacífica basada en el respeto mutuo a los derechos individuales de todos, reconocer que podemos actuar de manera contradictoria e irracional, pero, si decidimos actuar de ese modo, entendamos de una vez por todas que no podremos evitar las trágicas consecuencias de falsear la realidad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de febrero de 2014.

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4.04.2007

Sin diferencias en el frente


El pasado miércoles 21 de marzo leí en el diario argentino “La Nación” la siguiente entrevista hecha por Patricio Arana al historiador francés Réne Rémond, miembro de la Academia Francesa, que me pareció interesante compartir con ustedes porque viene a confirmar, en gran medida, lo que tengo tiempo de discutir: que las izquierdas y las derechas políticas son la misma cosa. Ambas promueven lo mismo: un Estado benefactor, mercantilista, interventor y clientelista. Unas pretenden más intervención que otras en distintas áreas, pero al final buscan lo mismo: decidir sobre la vida de la mayoría.

Por eso, lo importante hoy es hablar sobre las ideas y las consecuencias que estas han tenido en el progreso humano. Consecuencias verificables con hechos. En pocas palabras, sustentar los “ismos” (socialismo o liberalismo, colectivismo o individualismo) en realidades objetivas comprobables.

PARIS. – “La derecha y la izquierda tuvieron siempre posiciones antagónicas sobre la república, la democracia, la religión y la economía, entre tantos otros temas. Pero ¿hasta qué punto siguen siendo objeto de oposición estos temas? Para el pensador francés Réné Rémond, “ya no hay diferencias ideológicas de fondo entre la izquierda y la derecha”. Dice que esta división no tiene actualidad en la vida política moderna y que sólo vale como referencia general.



Historiador y miembro, desde 1998, de la Academia Francesa, insiste en que tanto en Francia como en el resto de Europa se instaló un sistema que asocia la iniciativa privada con la intervención del poder público, la regulación por el derecho y un régimen de protección social. “Por lo tanto, izquierda y derecha ya no se oponen de plano a cómo llevar adelante la economía”, dice.



Según Réné Rémond, que a los 88 años -y desde 1981- preside la Fundación Nacional de Ciencias Políticas, "el mundo cambia y las fuerzas políticas deben redefinirse en función de las nuevas preocupaciones". Considera esta división a la vez necesaria y funesta. "No podemos ignorarla, porque en la política hay que hacer elecciones, y para que sean claras la oposición tiene que ser clara. Si la diferencia entre dos posiciones es imperceptible, ésta no moviliza a la opinión pública", explica.



-¿Cuál es el origen de la división entre la derecha y la izquierda?



-La Revolución Francesa, porque en ese momento se diseñó una primera división en la Asamblea de los Constituyentes. Durante el verano de 1789 aparecieron por primera vez las apelaciones de derecha e izquierda, y se utilizaron términos espaciales para distinguir conceptos culturales e intelectuales.



-¿Se refiere a la ubicación de las diferentes tendencias en el recinto?



-Efectivamente. La Asamblea se reunió en mayo de 1789 para debatir el tipo de Constitución que debía tener el país. Se decidió que se establecería una monarquía constitucional con separación de poderes y en agosto de 1789 el debate se centró en el alcance de lo que se llamaron las prerrogativas reales, es decir qué se le dejaba al rey en el proceso legislativo, si tendría derecho de veto. La Asamblea se dividió: a la derecha del presidente se ubicaron los que estaban a favor de las prerrogativas. Los que estaban en contra y querían ir más lejos en el liberalismo y en la democracia se ubicaron a la izquierda. En ese momento se habló de los diputados del lado derecho y del lado izquierdo.



-La revolución, la república, la democracia y la religión fueron los criterios que dividieron a la derecha y a la izquierda. ¿Sigue siendo así?



-La mayoría de estos criterios ya no son válidos. Hay un consenso para aceptar las libertades públicas y nadie cuestiona la forma republicana ni la democracia. Hay un consenso casi unánime en que no hay poder más legítimo que aquel que otorga el sufragio universal. Por lo tanto, todo lo que durante mucho tiempo fue tema de controversia no es ya de actualidad.



-¿Y qué ocurre con los planteos en materia económica?



-Hay un acuerdo, en Francia y otros países europeos, para mantener la protección social. Tenemos un sistema que asocia la iniciativa privada con la intervención del poder público, la regulación por el derecho y un régimen de protección social. Las últimas elecciones en las que el tema económico predominó fueron las de 1981, en las que ganó la izquierda. En 1988, Mitterrand ganó las elecciones con un programa que no hablaba de nacionalizaciones ni de privatizaciones. No hay que olvidar que los gobiernos de izquierda privatizaron mucho.



-Entonces, ¿cuál es la división que está vigente?



-Los nuevos problemas crean divisiones que no coinciden con la escisión entre la derecha y la izquierda. Por ejemplo, en Europa, la división entre los europeístas y los euroescépticos se produce tanto dentro de las formaciones de derecha como dentro de las de izquierda. Cuando se interroga a los franceses sobre cuál es el sentido que le dan a la división de izquierda y derecha responden que les parece algo caduco, pero esos mismos franceses no tienen ninguna dificultad en proclamarse de derecha o de izquierda. El hecho es que hay herencias, referencias, recuerdos históricos que los determinan y los reenvían a viejos debates, incluso sabiendo que estos debates ya no son de actualidad.



-¿La respuesta está, entonces, en la herencia genética, en el pasado?



-Creo que la respuesta hay que buscarla en un lugar más profundo, con relación a los valores. Por ejemplo en el ejercicio de la justicia y de la represión. En la pedagogía, en las escuelas. La izquierda será más bien favorable a un tipo de enseñanza sin obligaciones: no le gusta decir que el aprendizaje exige un esfuerzo. Piensa que hay que aprender con alegría y divirtiéndose. Por el contrario, la derecha, o buena parte de ella, dirá que el esfuerzo es necesario. Vemos bien que entre una libertad sin obligaciones y una autoridad con obligaciones hay una división profunda de sensibilidades y de valores. La izquierda piensa que el criminal puede reintegrarse a la sociedad, convertirse en un ciudadano como los otros. Hay cierta confianza en el hombre. En contrapartida, parte de la derecha es escéptica y no lo cree posible. Lo que divide a la derecha de la izquierda son más bien concepciones sobre la naturaleza humana. Vendría a ser una división antropológica.



-¿Cree que sobre el sexo sí hay división clara entre izquierda y derecha?



-Buena parte de la izquierda piensa que no hay límites para la evolución de las costumbres y que ésa es la prueba de la modernidad. Algunos creen que todas las restricciones están destinadas a desaparecer y que, por consiguiente, hay que permitir el casamiento entre homosexuales y la adopción por parte de parejas del mismo sexo. La derecha, casi en su conjunto, piensa que hay límites, que hay que fijar reglas y que hay algo utópico en esa aspiración de generalizar los derechos. Algunos dicen que lo propio de las sociedades políticas modernas es no aceptar ninguna restricción de la naturaleza. Por consiguiente, todo es posible y se puede rechazar la distinción natural de los sexos. No aceptan lo que es un hecho biológico. Aunque no sea el caso de toda la izquierda, se puede decir que esa afirmación es de izquierda. En oposición a esto, la derecha dice que hay realidades, que hay un principio de realidad. Este es el corazón del debate.



-¿Las posiciones en bloque son perniciosas para la vida política de una democracia?



-Es así en nuestro Parlamento: los representantes de la mayoría respaldan incondicionalmente al gobierno, mientras que la oposición, incluso si considera buena la iniciativa, vota en contra como un solo hombre. Es absurdo: habría que restablecer una mayor libertad individual de voto para los parlamentarios. Es una costumbre que se convirtió en una segunda naturaleza.



-Desde este punto de vista, no hubo progresos...



-No estoy de acuerdo. Hubo progresos: que los partidos hagan menos promesas actualmente porque los electores ya no les creen. El elector ya no cree en el candidato que dice que solucionará todos los problemas".

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2.26.2007

Diccionario de amantes


Hace ya un tiempo inicié una relación amorosa de índole académica con ese genial escritor hispanoamericano, aspirante a universal, llamado Mario Vargas Llosa. Leer al reconocido escribidor de origen peruano es uno de esos placeres que no me limito: al contrario lo busco y estimulo. Por cierto, conocer a su hijo Álvaro, y sostener excitantes discusiones con él, ha sido un goce para mi, públicamente declarada pertinaz estudiante.

Esta debilidad mía es conocida por amigos y parientes, quienes no dudan en poner tentaciones a mi alcance para que siga disfrutando tiempos íntimos de enriquecimiento conceptual y deleite al di la de los sentidos. Uno de ellos es Philippe Hunziker, responsable de Sophos, ese vital espacio cultural de nuestra complicada capital, quien hace unos días hizo llegar a mis manos y mis ojos el “Diccionario del amante de América Latina”, una de las más recientes recopilaciones de ensayos de Vargas Llosa, que nos remonta a sus lectores hasta su etapa socialista de los años sesenta del siglo pasado.

Este esclarecedor libro me permitió conocer mejor a este prolífico autor, y admirar aún más su honestidad intelectual que lo hizo reconocer sus errores de juventud y enmendarlos en su adultez, buscando influir con sus reflexiones para bien del avance real en la calidad de vida de la gente más frágil de nuestra sociedad global. Habitantes o no de esa paradójica región llamada América Latina.

Dejo que el Amante hable por sí solo: “Sobre el latinoamericano pesa, como una lápida, una vieja tradición que lo lleva a esperarlo todo de una persona, institución o mito, poderoso y superior, ante el que abdica de su responsabilidad … Sin el terreno abonado por la tradición centralista, en América Latina no hubiera echado raíces tan pronto, ni se hubiera extendido tan rápidamente hasta contaminar con sus tesis a tantos partidos políticos, instituciones y personas, esa corriente de pensamiento, keynesiana en apariencia y socialista esencial, según la cual sólo la hegemonía del Estado es capaz de asegurar un rápido desarrollo económico… Todos los gobiernos de las últimas décadas, de derecha o de izquierda, han gobernando condicionados por sus tesis”.

Brillantes y controversiales razonamientos. Aunque soy consciente de que cuando una persona opina de forma clara y explícita, y si esas opiniones no son populares, irremediablemente se ve envuelta en polémicas.

Y, como Vargas Llosa, creo que quienes siguen hablando de izquierdas y derechas se equivocan. Total, es más lo que ambas tienen en común que aquello que las diferencia. Insistir en éstas es ir en contra de la vía del progreso.

Sin duda, se ama apasionadamente a personas concretas: no en abstracto. Pero también nos podemos enamorar de las ideas, de las palabras y de los principios que nos sustentan. En fin, el amor es un sentimiento inexplicable. Y, la mayoría de las veces me pregunto, ¿para qué buscarle explicaciones?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 26 de febrero de 2007.

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