Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.09.2018

El negocio del genocidio




Con la muerte de Efraín Ríos Montt también murió la esperanza de muchos vividores de lucrar de la tragedia que implica toda guerra. No sé quiénes lloraron más la muerte del controversial general, si sus familiares o aquellos que pretendían que el gobierno los indemnizara por un supuesto genocidio que no existió en Guatemala. Gente malévola que asumiendo el papel de víctimas o defensores de éstas, deseaban vivir cómodamente a costa de nuestros impuestos, ya que las víctimas finales en todo reclamo al abstracto Estado, somos siempre nosotros, los tributarios.

Por cierto, el usar correctamente los términos no significa que se niegue la muerte de miles de personas durante el conflicto armado que duró 36 años en nuestro país; el cual, según el cálculo objetivo presentado por el sociólogo e historiador Carlos Sabino (Guatemala: La historia silenciada, Tomo II), cobró aproximadamente la vida de 37 mil personas. Un enfrentamiento promovido por la ambición de poder de gente inescrupulosa que se aprovechó de la emotividad e ingenuidad de jóvenes que querían un cambio para los habitantes de nuestra Guatemala. Cambio que todavía muchos queremos, pero que buscamos por medios racionales para que algún día se haga realidad la mejora sostenible en la calidad de vida de todos.

Cómo lo he explicado en múltiples ocasiones la definición aceptada de genocidio es que este es un “delito internacional que comprende cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal". En Guatemala hubo un mortal enfrentamiento por el poder, pero no un genocidio, como sí se dio en los casos de los serbios y croatas, los árabes y kurdos, los tutsis y hutus, por no mencionar el genocidio de los judíos que originó la acuñación del término genocidio, o el de los armenios perpetrados por los turcos, anterior a la creación del mismo término.  

En Guatemala pelearon ixiles contra ixiles (muchos de los cuales han defendido a Ríos Montt), k’iches contra k’iches, kaqchikeles contra kaqchikeles… En fin, puedo listar todas las etnias reconocidas en nuestro país, incluidos los ladinos, que participaron en ambos bandos como prueba de que aquí no hubo un genocidio, sino un conflicto armado por el ejercicio del poder. Murieron quienes sabían el riesgo que corrían al involucrarse en la guerrilla. Murieron militares que cumplían con su deber. Y, tristemente, también murieron inocentes espectadores de esta sangrienta lucha que quedaron atrapados en medio del enfrentamiento.

Por supuesto que la batalla de los que se aprovechan del conflicto armado para extorsionar al gobierno y explotar a los tributarios no va a terminar con la muerte de Ríos Montt. Hay varios más a quienes pueden acusar y que ya están siendo juzgados en procesos en los cuales se ha violentado el debido proceso. Ojalá en el largo plazo prevalezca la verdad y se haga justicia, que se le dé a cada quien lo que le corresponde, y que los parásitos que se alimentan de la miseria de otros, no se salgan con la suya.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 9 de abril de 2018.

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7.15.2013

A quién creer



En camino a la ciudad de los vientos leí en los diarios de mi país que ocho personas más brindaron su testimonio sobre las masacres cometidas, según ellos, por los militares en la zona ixil en los años 1981 y 1982. Los relatos de estos nuevos testigos son tan conmovedores como lo fueron los de quienes atestiguaron en contra de Efraín Ríos Montt y Mauricio Rodríguez. Es imposible no conmoverse con el dolor de otros cuando uno es honesto y desea el bien a los demás. Espera convivir con todos en paz. A una persona justa, de corazón noble, le indigna escuchar semejantes historias.

Sin embargo, cuando uno empieza a hurgar en búsqueda de la verdad, no queda más que dudar sobre la veracidad de las declaraciones de algunos de los testigos. ¿Nos cuentan los hechos tal cual fueron o tal como los convencieron que los contaran? ¿Qué datos relevantes no comparten? ¿Estaban ellos o sus familiares involucrados en el conflicto? En fin, solo sé que uno de los pocos puntos conocido en estos procesos es que son muchos los intereses, principalmente monetarios, detrás de estos. Y no estoy hablando de unos cuantos millones. Me refiero a miles de millones de quetzales, de dólares, de euros… tanto de nuestros impuestos como del dinero ofrecido por los burócratas de la cooperación internacional, el cual sale de los bolsillos de los tributarios de sus países.

Cómo no dudar, cuando en asuntos políticos son comunes las mentiras a la carta y de acuerdo al gusto de aquellos a quienes quieren convencer los que ansían el poder. Estos últimos son capaces de todo: de rasgarse las vestiduras y ofrecer cualquier cosa con tal de alcanzar sus objetivos. Entre los politiqueros y sus siervos todo se vale. Y no podemos negar el contexto político dentro del cual se están llevando a cabo estos juicios.

Un hecho lamentable, porque la mayoría queremos que haya justicia, pero no por eso vamos a pasar a formar parte del club de los engañados. No dudo de que hubiera militantes de ambos bandos, tanto del ejército como de la guerrilla, que cometieron abusos. Pienso que los responsables de estos crímenes deben pagar las consecuencias de sus acciones: compensar a sus víctimas o a sus deudos en caso de que los primeros hayan muerto. Pero no es lo mismo buscar a quién me la debe que a quién me la paga.

“La única verdad es la realidad”, nos enseñó correctamente Aristóteles. Descubrimiento que no conviene a los manipuladores que desde siempre se han aprovechado de la ingenuidad y la pereza intelectual de la gente. En el pasado esta indiferencia la explicaba la necesidad de trabajar alrededor de 18 horas al día, los 7 días de la semana, para intentar sobrevivir. Hoy, a partir de la revolución industrial capitalista, el panorama cambió para bien de la mayoría. No obstante, muchos optan por ser parte de la masa, fácil de manejar por medio de sus emociones. De la desidia intelectual de unos y del rencor de otros, se aprovechan los estafadores para alcanzar sus metas. Solo creo en la realidad.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de julio de 2013.

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5.27.2013

Ixiles pro Ríos Montt




¿Por qué muchos ixiles se alegraron de que los magistrados de la Corte de Constitucionalidad hayan anulado todo lo actuado a partir del 19 de abril en el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt? ¿Acaso no se han enterado de todas la barbaridades que, dicen, ordenó que se cometieran en contra de su etnia? ¿O será porque nosotros, los citadinos, no sabemos a ciencia cierta qué sucedió durante el conflicto armado? ¿Nos han vendido una historia manipulada que ha sido aceptada sin cuestionar su veracidad?

En Prensa Libre del miércoles 22 de mayo el alcalde de Nebaj de 1988 a 1991, Diego Rivera, opina que “la anulación de la sentencia tiene satisfechos a los habitantes de Nebaj… lo único que el exgolpista hizo fue darles paz, seguridad y amnistía en el momento más crítico de la guerra”. ¿Por qué Rivera no prestó declaración en el juicio? Es importante para que no quede duda razonable en lo que respecta al veredicto en el proceso contra Ríos Montt y Mauricio Rodríguez, que se escuche a más de los habitantes del área ya que la hipótesis del Ministerio Público (MP) es que el objetivo del Ejército era exterminarlos. Y, por lo visto, no todos los ixiles comparten la visión del MP. ¿Por qué?

Según Rivera: “En primer lugar, si Ríos Montt no hubiera venido, la guerrilla nos hubiera acabado. En segundo lugar, en la región ixil hubo muertos desde 1969 hasta 1996, y no es justo que se juzgue a un hombre por genocidio, porque insistimos que aquí no lo hubo… No agradecemos a la CC por anular la condena porque era obligación de los magistrados corregir a los jueces del Tribunal que, en vez de dictar sentencia en un mes, se hubieran tomado la molestia de visitar Nebaj, Chajul y Cotzal, para conocer a fondo la realidad de lo que vivimos”. Entonces, ¿los investigadores del MP no hicieron bien su trabajo y ni siquiera visitaron la zona donde supuestamente se dieron los hechos para confirmar su acusación?

Algo similar ocurrió hace 10 años para las elecciones de 2003. Como explica Jorge Jacobs en su columna en Prensa Libre del jueves 23 de mayo: “…el pueblo ixil votó a favor de Ríos Montt cuando fue candidato presidencial en 2003… Si sumamos los votos de los tres municipios de la región ixil…Ríos Montt obtuvo el 44.4 por ciento de los votos y el candidato de la URNG apenas el 3.9 por ciento.... Ríos Montt quedó en tercer lugar a nivel nacional; sin embargo, en la región ixil obtuvo el primer lugar”.

Como bien dice Ayn Rand: "Cuando estoy en desacuerdo con un hombre racional, dejo que la realidad sea nuestro árbitro final; si no me equivoco, mi interlocutor va a aprender; y si yo estoy equivocada, seré quien aprenda. Uno de nosotros va a ganar, pero ambos nos vamos a beneficiar". Todos los que vivimos en Guatemala nos vamos a beneficiar con la verdad, aún aquellos que desprecian la evidencia porque temen reconocer que se equivocaron. De esa manera se podrá hacer justicia: determinar los crímenes reales que se cometieron y juzgar a los responsables, sin importar quiénes sean.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 27 de mayo de 2013.

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5.20.2013

Ríos Montt es culpable




No saben exactamente de qué es culpable, pero creen que lo es, así que llamarle genocida los hace sentirse bien: solidarios con las víctimas de ¿qué? No aceptan discusión. Cualquiera que se atreva a cuestionar la acusación es un burro, en el mejor de los casos, como escribió alguien que no recuerdo su nombre, según él sustentado en evidencia que no encontré en una argumentación demasiado larga y basada en prejuicios. ¿Dónde habrá escondido en su disertación los pelos del jumento que dice tener en la mano para confirmar de qué color es? Lo mismo podría responder a otros que han escrito, aseguran, objetivamente sobre el tema.

Abundan aquellos que consideran unos ignorantes, desalmados, retrógrados… a quienes decimos que en Guatemala no hubo genocidio “¿Acaso no conocemos cómo murió tanta gente durante la guerra?” Opinan que solo por eso debió terminar el debate con un indiscutible amén. Sin chistar, o el abogado Héctor Reyes del “Centro para la Acción Legal en Derechos de ¿algunos? Humanos” (CALDH) podría solicitar que seamos penalizados. Para el leguleyo mencionado solo unos pocos pueden expresarse libremente: aquellos que coinciden con su lectura de los ¿hechos?

“Es el karma de Ríos Montt”, es otra explicación que encontré para justificar la condena. Detrás de esta idea mística se encuentra la premisa de que algo malo debe haber hecho si es que tantos murieron durante su gobierno, sin importar que nos encontráramos en medio de un conflicto armado. Ya era justo que pagara las consecuencias de sus acciones, aunque concretamente no se haya probado aún la intención de exterminar a ninguna etnia en particular y por tanto no se ha probado el delito de genocidio, independientemente del veredicto de la juez Jazmín Barrios.

Ríos Montt es culpable de imponer sus aburridos discursos religiosos los domingos por la noche. Debe investigarse lo que pasó en los tribunales de fuero especial, en los cuales se les negó el derecho al debido proceso a los acusados. Es culpable de no entregar a la justicia a los militares que violaron, extorsionaron y asesinaron a ciudadanos inocentes, sin importar su origen. En todas las guerras han existido abusos contra la población civil que no es parte del conflicto, lo que no justifica que estos crímenes sean tolerados y los responsables exonerados de su falta. Pienso que es culpable de enamorarse del poder y pretender violentar la Constitución para ser electo Presidente. Que debe ser juzgado por su participación en los disturbios del 24 y 25 de julio de 2003.

Ríos Montt derrotó a los guerrilleros terroristas: eso no lo convierte en genocida. Ni el contexto ni el concepto aplican. Ríos Montt fue sentenciado, pero no hubo justicia. Todo lo contrario. “Si no te mueves, el lagarto se queda. El lagarto es un bicho que puede alcanzar un buen tamaño”, advierte José Saramago. Si permitimos que la mentira de que en Guatemala hubo genocidio pase a formar parte de nuestra historia nos habremos alejado aún más del ideal de vivir en paz.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 20 de mayo de 2013.

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4.22.2013

Juicio a todos




Para que haya justicia en Guatemala en lo que respecta a los delitos y los crímenes que se cometieron contra la población civil que NO estaba involucrada en el conflicto armado, hay que juzgar a todos los que se supone asesinaron, violaron, secuestraron, robaron, extorsionaron… en ambos bandos: guerrilleros y militares. Desde Efraín Ríos Montt hasta Rigoberta Menchú Tum. Y no convertir en víctimas a ninguno de los combatientes que murieron como consecuencia de sus decisiones. Las víctimas fueron otras personas. No sean buitres: no se aprovechen más de la tragedia de otros.

Me da lástima la gente ingenua que se deja manipular. “Tontos útiles” como los llamó Joseph Stalin, que desprecian los conceptos y no son capaces de reconocer el contexto. Confunden peras con manzanas: confunden crímenes de guerra con el delito de genocidio. Creen que un plan de ataque (que todo ejército, estatal o guerrillero, debe tener para enfrentar al enemigo en una guerra) es lo mismo que un plan para exterminar a un grupo étnico… En fin, es tan larga la lista de confusiones y contradicciones, las cuales aprovechan los vividores de siempre, que desahogan sus frustraciones manipulando a otros. En río revuelto, ganancia de pepenadores, parafraseando el célebre refrán.

No soy seguidora de Ríos Montt, como correctamente escribió en mi cuenta en Facebook.com/mylibertas alguien que se identifica como Fernando Solís: “Hasta Marta Yolanda que no es amiga del ejército y por lo mismo de los soldados guatemaltecos entiende que no hubo genocidio en  Guatemala”. No seré amiga de los militares de ningún tipo, como bien lo dice Solís, pero reconozco a las personas dignas que velan por el respeto a los derechos individuales de todos.

Odio la guerra. Pero más odio la mentira. No soy parte del grupo de los engañados que confunden un genocidio con una guerra y los crímenes lamentables que en ésta se cometieron. ¿Quieren que haya justicia? Hay que derogar la "Ley de reconciliación" (Decreto 145-96) y que se juzgue a todos (repito: desde Ríos Montt hasta Menchú Tum). Que se juzgue a militares y a guerrilleros por los crímenes que en la realidad se hayan cometido. Pero que no se retuerza la figura del genocidio “para castigar hechos que no fueron ejecutados con el propósito de destruir a un grupo nacional, étnico o racial como tal” (“Reflexión de la Asociación de Amigos del País sobre la verdadera reconciliación nacional”, Siglo veintiuno, 15 de abril de 2013).

De lo contrario, lo que de verdad les interesa es montar un show para la comunidad internacional y así seguir parasitando del dinero de los tributarios de otros países. Una comunidad integrada, en su mayoría, por gente políticamente correcta que también vive de los impuestos de los demás, miembros de la gauche caviar sin fronteras. Defensores de los derechos humanos que quisieran que solo unos pocos, escogidos por ellos, se pudieran defender. No creen en la igualdad ante la ley: solo en el dictado de sus pasiones. Peractum est.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 22 de abril de 2013.

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4.08.2013

Víctimas por siempre




Pienso que la única forma en la cual nuestra especie como un todo puede verdaderamente mejorar su calidad de vida y de manera sostenida en el largo plazo,  es dentro de un ambiente pacífico y de respeto mutuo entre las personas. Más aún, la evidencia histórica muestra que es en los llamados tiempos de paz (en las épocas de menos violencia) cuando mayor ha sido el progreso humano.

Por supuesto, si hay que defenderse de un ataque que atenta contra los derechos individuales de los habitantes de un país, estos tienen el derecho de defenderse. Pero solo con el objetivo de rechazar la agresión que otro inició. Este enfrentamiento puede ser externo (con miembros de otra nación) o interno (con individuos de la misma sociedad). En Guatemala hubo, como se ha mencionado hasta el cansancio, un conflicto interno, a pesar del apoyo que tuvieron ambos bandos de gobiernos extranjeros. En esta guerra hubo aproximadamente 37,000 muertos (“Guatemala: La historia silenciada, tomo II” de Carlos Sabino). Una tragedia.

La mayoría de los muertos fueron guerrilleros y militares. Todos fueron parte del conflicto, todos estaban enterados de los riesgos que enfrentaban. Pero, como en toda guerra, también hubo víctimas: inocentes que quedaron atrapados en medio del fuego cruzado de dos grupos que peleaban por el poder. Conciudadanos nuestros, sin importar la etnia con la cual se identifiquen, que fueron sacrificados.

Vidas que nunca serán recompensadas, cuyas muertes hoy son aprovechadas, de nuevo, por los perdedores en el enfrentamiento armado, que esperan en esta ocasión ganar la guerra por otros medios. Gente sin escrúpulos a quienes no les importa aprovecharse del dolor de otros para alcanzar sus objetivos. Y, lo que es peor, mentir para provocar lástima en la mayoría de espectadores pasivos que se conmueven ante historias contradictorias a los ojos de quienes buscamos la evidencia científica que pruebe la veracidad de los testimonios.

No dudo de que algunos de los relatos estén cercanos a la realidad. Pero otros, es obvio que fueron fabricados para el circo montado con el objetivo de condenar a los acusados por un delito que no se cometió en Guatemala: el genocidio. ¿Hubo masacres? ¿Hubo violaciones? Sí, de ambos lados, y a los responsables de estos hechos específicos se les debe juzgar para que paguen los crímenes que cometieron. Pero en nuestro país no se dieron “actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal".

A los jueces en el juicio contra Efraín Ríos Montt y Mauricio Rodríguez Sánchez no les interesa la verdad y menos hacer justicia. Su meta es condenar, a como dé lugar, a los acusados. Pobres. Pero, en fin, más lástima me provocan aquellos que efectivamente sufrieron las consecuencias del enfrentamiento y ahora son víctimas de la manipulación. No caiga en la trampa: no sea usted también víctima. No deje que se aprovechen de sus sentimientos solidarios con el sufrimiento ajeno.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 8 de abril de 2013.

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4.01.2013

Genocidio del Derecho




Es inquietante ver que la mayoría de quienes comentan el juicio contra Efraín Ríos Montt están más preocupados en seguir peleando una miserable guerra en lugar de intentar salvar lo poco de Estado de Derecho que queda en nuestro país. Si les interesa nuestro futuro, deberían ocuparse en la FORMA en la cual se está llevando a cabo.

Que el respeto al debido proceso, la presunción de inocencia y el derecho a la defensa (que incluye el derecho a escoger defensor) son fundamentales para asegurar que el sistema judicial no violente los derechos de un inocente, es uno de los aprendizajes más importantes de mi vida. A lo cual agrego que, para hacer este ideal una realidad, el proceso debe ser respetado para todos, aún aquel que sea considerado el peor de los criminales.

El genocidio es un “delito internacional que comprende cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal". En Guatemala hubo un fatal enfrentamiento por el poder. Hubo, según el cálculo científico (no político) hecho por Carlos Sabino (Guatemala: La historia silenciada, tomo II) aproximadamente 37,000 muertos. Trágico. Pero genocidio NO hubo. Lo que sí estamos viendo es el genocidio de lo poco que queda de nuestro sistema de justicia.

En mi artículo publicado en “Siglo Veintiuno” el lunes 17 de julio de 2006 escribí lo siguiente que sigue siendo vigente: “En los enfrentamientos entre serbios y croatas, árabes y kurdos, tutsis y hutus, sí hubo una eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad. En Guatemala no. Aquí, pelearon ixiles contra ixiles, k’iches contra k’iches, kaqchikeles contra kaqchikeles Y así hasta listar todas las comunidades lingüísticas que reconoce la Academia de Lenguas Mayas. Murieron implicados en el llamado conflicto armado interno quienes sabían el riesgo que corrían al involucrarse en la guerrilla. Murieron militares que cumplían con su deber. Y, tristemente, también murieron inocentes espectadores de esta cruenta lucha.

Entre los mandos castrenses habían indígenas, escenario difícil de encontrar entre los comandantes subversivos: la mayoría de ellos eran ladinos. Por ejemplo, según recuerda mi padre, a Romeo Lucas García en la toma de posesión presidencial lo acompañó su madre quien vestía un traje regional de Alta Verapaz. Otros cuentan que a Lucas le costaba expresarse en castellano, razón por la cual, en varias ocasiones, dio discursos en su idioma materno: q’eqchi”.

Me preocupa ver cómo en nuestro país algunos oportunistas desvirtúan el sentido del genocidio sin importar las consecuencias. Me provoca lástima ver cómo manipulan y se aprovechan de los familiares de varias de las víctimas del conflicto. Pero más me alarma ver cómo destruyen los pilares del debido proceso y el derecho de defensa con tal de alcanzar sus objetivos espurios y, finalmente, ganar la lucha por el poder.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 1 de abril de 2013. La imagen la bajé del sitio de elpais.com

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