No saben exactamente de qué es culpable, pero creen que lo
es, así que llamarle genocida los
hace sentirse bien: solidarios con
las víctimas de ¿qué? No aceptan discusión. Cualquiera que se atreva a
cuestionar la acusación es un burro,
en el mejor de los casos, como escribió alguien que no recuerdo su nombre,
según él sustentado en evidencia que
no encontré en una argumentación demasiado
larga y basada en prejuicios. ¿Dónde habrá escondido en su disertación los pelos del jumento
que dice tener en la mano para confirmar de qué color es? Lo mismo podría
responder a otros que han escrito, aseguran, objetivamente sobre el tema.
Abundan aquellos que consideran unos ignorantes, desalmados, retrógrados… a quienes decimos que en
Guatemala no hubo genocidio “¿Acaso no conocemos cómo murió tanta gente durante
la guerra?” Opinan que solo por eso debió terminar el debate con un
indiscutible amén. Sin chistar, o el abogado Héctor Reyes del “Centro para la
Acción Legal en Derechos de ¿algunos? Humanos” (CALDH) podría solicitar que seamos
penalizados. Para el leguleyo mencionado solo unos pocos pueden expresarse
libremente: aquellos que coinciden con su lectura
de los ¿hechos?
“Es el karma de Ríos Montt”, es otra explicación que encontré para justificar la condena. Detrás de esta
idea mística se encuentra la premisa de que algo malo debe haber hecho si es
que tantos murieron durante su gobierno, sin importar que nos encontráramos en
medio de un conflicto armado. Ya era justo que pagara las consecuencias de sus
acciones, aunque concretamente no se haya probado aún la intención de
exterminar a ninguna etnia en particular y por tanto no se ha probado el delito
de genocidio, independientemente del veredicto de la juez Jazmín Barrios.
Ríos Montt es culpable de imponer sus aburridos discursos
religiosos los domingos por la noche. Debe investigarse lo que pasó en los
tribunales de fuero especial, en los cuales se les negó el derecho al debido
proceso a los acusados. Es culpable de no entregar a la justicia a los militares
que violaron, extorsionaron y asesinaron a ciudadanos inocentes, sin importar su
origen. En todas las guerras han existido abusos contra la población civil que
no es parte del conflicto, lo que no justifica que estos crímenes sean tolerados
y los responsables exonerados de su falta. Pienso que es culpable de enamorarse
del poder y pretender violentar la Constitución para ser electo Presidente. Que
debe ser juzgado por su participación en los disturbios del 24 y 25 de julio
de 2003.
Ríos Montt derrotó a los guerrilleros terroristas: eso no lo
convierte en genocida. Ni el contexto ni el concepto aplican. Ríos Montt fue sentenciado,
pero no hubo justicia. Todo lo contrario. “Si no te mueves, el lagarto se
queda. El lagarto es un bicho que puede alcanzar un buen tamaño”, advierte José
Saramago. Si permitimos que la mentira de que en Guatemala hubo genocidio pase
a formar parte de nuestra historia nos habremos alejado aún más del ideal de
vivir en paz.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 20 de mayo de 2013.Etiquetas: CALDH, conflicto armado, Efrain Ríos Montt, Estado de Derecho, genocidio, Guatemala, guerra, José Saramago, justicia, libertad de expresión, misticismo