Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.14.2013

#pornvictimisation



Contraria a la creencia popular de que el crimen no paga, dentro de las actuales reglas del juego político hay un tipo de criminalidad que no solo es más rentable que la común (robos, secuestros, extorsiones…), sino que es más segura: los riesgos son menores. Esa criminalidad es la mal llamada protesta social. Aclaro que no me refiero a la justa queja del ciudadano honesto, trabajador y respetuoso que cuestiona el actuar corrupto y prepotente de los politiqueros. Me refiero a los grupos organizados con el objetivo de extorsionar a los gobernantes para que estos les otorguen privilegios.

Los colectivos que recurren a la victimización de determinada clase de personas supuestamente abusadas a lo largo de su existencia. Por cierto, una de las más rentables tácticas hoy es recurrir a los agravios cometidos en contra de los ancestros. Este discurso es sobre todo atractivo cuando se trata de conseguir dinero de los burócratas de otros países que cargan con una irracional culpa en lo que respecta al pasado colonialista de sus naciones. No hay nada más sexy, un trending topic, que resucitar a los extintos mayas para inspirar lástima en caras pálidas emotivas, manipulables, que manejan el dinero que han expoliado a los trabajadores de sus respectivas naciones.

También hay extranjeros dentro de estos grupos. Fracasados que no pasaron de zope a gavilán en sus terruños y, llenos de resentimiento, encuentran un espacio donde sentirse importantes en pueblos como el nuestro. Estos tipos ocupan posiciones relevantes en las estructuras jerárquicas de estas organizaciones en las cuales la mayoría se siente intimidada por un  par de ojos claros, una tez blanca y un cabello rubio. Que quede claro, no tengo nada en contra de los anteriores atributos, similares a los míos. Lo que me parece despreciable es el doble discurso y la hipocresía tanto de los nacionales como los internacionales que conforman estas facciones.

¿Cómo logran las prebendas que buscan? Violando los derechos de otros. Bloqueando carreteras, destruyendo propiedad, amenazando, extorsionando… Aterrorizando a los habitantes de sus comunidades que no se atreven a enfrentarlos. Y, descaradamente, pretenden que aceptemos tales manifestaciones como pacíficas. Hasta al secuestro han recurrido para que los gobernantes les concedan sus exigencias en diálogos en los cuales los perdedores no están presentes: los tributarios y la gente decente que ve sus derechos mancillados con tal de complacer a los violentos. En fin, el problema no son los diálogos. El problema es que negocian principios y derechos de otros.

La ironía es que al final solo los líderes de estos grupos se benefician. El resto les sirven de carne de cañón para alcanzar sus objetivos de vivir cómodamente a expensas de la pobreza de unos y de la riqueza creada por otros que con ese dinero pudieron haber generado puestos de trabajo productivos que les permitieran a los que se quejan de sus condiciones de vida mejorar honorablemente su existencia.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 14 de octubre de 2013.

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4.02.2012

La marcha de las letras



“Que dejen toditos los libros abiertos, ha sido la orden que dio el general. Que todos los niños estén muy atentos, las cinco vocales van a desfilar. Primero verás que pasa la A, con sus dos patitas muy abiertas al marchar. Ahí viene la E, alzando los pies, el palo de en medio es más chico, como ves. Aquí está la I, la sigue la O, una es flaca y otra gorda porque ya comió. Y luego hasta atrás, llegó la U, como la cuerda con que siempre saltas tú”… Pero, la historia no acaba aquí, como la cantó Cri-Cri. Y tampoco es esta toda la historia.

Según los cronistas de la marcha, la otra, la que no fue titular en los diarios, la que no estuvo a cargo de ningún militar, las letras todas, no solo las vocales, decidieron unirse para protestar. Su protesta fue inusual: ni violentaron los derechos de otros ni se les pasó por la mente tomar medidas de hecho. Al contrario, su protesta era contra aquellos que no eran capaces de utilizar articulada y verazmente las letras para que, por medio de la palabra, se les escuchara.

Al fin, las letras estaban orgullosas del producto de su trabajo. Les encantaba a las vocales unirse con las consonantes y proporcionar a quienes las usaban los medios para expresarse. ¡Cuántas lágrimas no derramaron junto al amante que infructuosamente buscaba conquistar a su amada con un verso! ¡Cuántas risas compartieron con aquel que supo usarlas para hacer reír a carcajadas a otros! Por supuesto, cuántas veces se quitaron el sombrero frente a quien fue capaz de transmitir una verdad que hiciera cambiar a una sociedad entera: una idea coherente y de acuerdo con la realidad que transformó para bien el destino de la humanidad.

Las letras eran felices, la mayoría del tiempo, con el resultado de su uso. Sin embargo, sabían que también el lenguaje, su adorado hijo, había sido utilizado para decir mentiras: para extorsionar, amenazar y manipular. Lo desprestigiaron, primero, los sofistas, luego, los políticos y hoy los usurpadores de la voz del pueblo. Eso, solo para citar parte de una lista que incluye a toda persona que une las letras en palabras que pretenden estafar a otros; sin importar el hábito que vista, la corona que luzca o la máscara que oculte su verdadero rostro.

Ante semejante abuso, las letras se unieron para luchar (por medio de quienes las sabían usar y no temían usarlas) en contra de aquellos cuyo objetivo era vivir a costa de los demás y desprestigiaban la noble tarea que habían elegido para sí las letras. Es así que surgen, como fruto de esta protesta no registrada en los anales de los poderosos, conceptos vitales para defender a los dignos de los farsantes, y rescatar de las garras de estos últimos a los ingenuos que hayan caído en su trampa. Nacen los vocablos que muchos no quieren escuchar, los términos que los van a describir: saqueadores, gorrones, oportunistas, privilegiados, zánganos, vividores, parásitos… Y este es el cuento de nunca acabar. Continuará.


El presente artículo fue publicado el lunes 2 de abril de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. El vídeo lo enlace con Youtube.

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