Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.22.2018

Marcha a lo incomprendido

Tanto la fotografía como el texto son de mi autoría y mi responsabilidad.


Muchos años después, frente a la Estatua de la Libertad, el joven inmigrante Gabriel García, había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a vivir al país más cercano al paraíso capitalista: Estados Unidos. García no ha llegado a marqués, pero vive mucho mejor de como viviría si se hubiera quedado en Honduras. No está muy seguro de cuál es el motivo de la diferencia, pero intuye que algo tiene que ver con lo que representa esa enorme escultura de una mujer sosteniendo una antorcha.

García entiende que emigrar, a pesar de los peligros y riesgos que se enfrentan, representa una especie de renacer para quienes el presente gris que ofrecen sus países de origen, presagia un futuro negro. Sabe que aunque algunos pagan con su propia vida la osadía de desafiar a los gobiernos de sus países y de los países a los cuales deciden emigrar, no hay uno solo que no espere un mañana más seguro en esas tierras que en un principio les son ajenas. De lo contrario, nunca se hubieran arriesgado a emigrar.

No obstante, García como la mayoría de los inmigrantes, no entiende a cabalidad por qué en Estados Unidos hay mucho más oportunidades de progresar que las pocas opciones que hay en sus naciones. Eso sí, aprendió que parte vital de la libertad del ser humano es la de elegir dónde vivir su vida. Está seguro de que la inmigración no es mala. Que querer mejorar la calidad de vida propia y la de nuestros seres queridos no es un delito, menos un crimen. Confirmó que la mayoría de los estadounidenses lo entienden de igual manera. Por eso sus padres encontraron trabajo recién llegados, así como lo encontró él al momento de terminar sus estudios.

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura…; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”, pensaba el guatemalteco Carlos Boz al comparar la historia de su ciudad original con su ciudad actual. Boz se había unido a la marcha de los hondureños cuyo objetivo era llegar al país donde aún se podían cumplir los sueños, si uno estaba dispuesto a trabajar.

Boz extrañaba su amado terruño, y se preguntaba por qué no logró enriquecerse en éste. Buscando respuestas, se topó con otro inmigrante llamado Luis Vonmises, quien le explicó que “nadie puede encontrar una salida segura para sí mismo si la sociedad está avanzando hacia la destrucción. Por lo tanto, todos, en su propio interés, deben lanzarse vigorosamente a la batalla intelectual. Ninguno puede apartarse con despreocupación; los intereses de todos dependen del resultado. Ya sea que elija o no, cada hombre se ve arrastrado a la gran lucha histórica, la batalla decisiva en la que nuestra época nos ha sumido”.

Siguiendo las enseñanzas de Vonmises, Boz se cuestionó, investigó y deliberó, llegando a la conclusión de que la diferencia principal radicaba en el sistema de normas. Aún no entiende plenamente por qué, pero sí está seguro de que nada que le ofrezcan los gobernantes en nombre del Estado será una realidad. Sabe que las promesas de campaña de los políticos son un engaño. Aceptó que el único responsable de su prosperidad es el mismo. Nadie más.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 22 de octubre de 2018.

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,

3.03.2014

Veni, vidi, vici Venezuela




"Vine, vi y vencí" por los venezolanos que pelean por su futuro, sus bienes, su Libertad y sus seres queridos. Por mi país, Guatemala, que se encuentra caminando por la misma ruta que ellos emprendieron en la segunda mitad de los años 90 del siglo pasado. Por mí, por mi integración personal y mi constante búsqueda de coherencia entre lo que pienso, mis valores y mis actos. Por la imperiosa necesidad de probar la veracidad de mis juicios con la evidencia necesaria. Para sostener objetivamente mis juicios y comentarios, como suelo hacer, “con los pelos de la burra en la mano para decir de qué color es”.

La travesía que emprendí junto con Jorge Jacobs fue de tres días. De la mañana del viernes 21 a la noche del domingo 23 de febrero de este año. Nuestra estadía en Venezuela fue de poco más de 48 horas, extenuantes, que todavía me tienen agotada al momento de escribir estas líneas. Cansada física, intelectual y emocionalmente. Sobra decir que, si nos hubieran alcanzado los escasos recursos con los que contamos, nos hubiera gustado pasar más tiempo en el país y visitar la provincia, particularmente el Estado de Táchira, donde se iniciaron las protestas y donde hasta hoy se han registrado los más deleznables actos represivos por parte del gobierno.

Nuestro objetivo era cubrir las manifestaciones en contra de la crítica situación política y económica en que se encuentran viviendo. Protesta que ya es común a miembros de casi todos los grupos sociales del país, como pudimos constatar a la hora de los cacerolazos y la multitudinaria marcha del sábado 22 de febrero. Lamentamos no haber reportado al momento, pero el gobierno tumbó las comunicaciones, lo que nos dejó aislados por unas horas. Sin embargo, logramos recoger cualquier cantidad de testimonios, entrevistas, imágenes, reportes de los diarios locales… en fin, suficiente evidencia para conocer la grave situación que enfrentan los venezolanos. Gran parte de lo anterior lo encuentran en fb.com/mylibertas, fb.com/jjliber y fb.com/libertopoliscom

Para más detalles de lo que descubrimos y conocimos sobre la realidad que enfrentan en Venezuela, voy a escribir una crónica que aún no sé dónde voy a publicar, además de en mis redes sociales y en el sitio de Libertópolis. Pero que la escribo, la escribo. Necesito sacarlo de mí. Compartirlo con otros que, como yo, nos encontramos preocupados por la senda que andamos los guatemaltecos. Como declaró en alguna ocasión la española Lola Flores: "La verdad siempre sale a flote como la gota de aceite en el vaso de agua”. No hay que temerle, es mejor abrazarla.

Es lamentable la reducida visión de algunos pocos nacionalistas locales que no se dan cuenta de que si no aprendemos de los errores de los demás, parafraseando a George Santayana, estamos condenados a repetirlos. Lo esperanzador es que la mayoría de quienes comentan sí lo han entendido, lo cual me alegra porque no quiero terminar viviendo una tragedia similar a la que hoy enfrentan los venezolanos.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 3 de marzo de 2014. La fotografía la tomó Jorge Jacobs el viernes 21 de febrero por la noche, cerca de la Plaza Altamira, uno de los principales puntos de protesta de los estudiantes.

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,

4.02.2012

La marcha de las letras



“Que dejen toditos los libros abiertos, ha sido la orden que dio el general. Que todos los niños estén muy atentos, las cinco vocales van a desfilar. Primero verás que pasa la A, con sus dos patitas muy abiertas al marchar. Ahí viene la E, alzando los pies, el palo de en medio es más chico, como ves. Aquí está la I, la sigue la O, una es flaca y otra gorda porque ya comió. Y luego hasta atrás, llegó la U, como la cuerda con que siempre saltas tú”… Pero, la historia no acaba aquí, como la cantó Cri-Cri. Y tampoco es esta toda la historia.

Según los cronistas de la marcha, la otra, la que no fue titular en los diarios, la que no estuvo a cargo de ningún militar, las letras todas, no solo las vocales, decidieron unirse para protestar. Su protesta fue inusual: ni violentaron los derechos de otros ni se les pasó por la mente tomar medidas de hecho. Al contrario, su protesta era contra aquellos que no eran capaces de utilizar articulada y verazmente las letras para que, por medio de la palabra, se les escuchara.

Al fin, las letras estaban orgullosas del producto de su trabajo. Les encantaba a las vocales unirse con las consonantes y proporcionar a quienes las usaban los medios para expresarse. ¡Cuántas lágrimas no derramaron junto al amante que infructuosamente buscaba conquistar a su amada con un verso! ¡Cuántas risas compartieron con aquel que supo usarlas para hacer reír a carcajadas a otros! Por supuesto, cuántas veces se quitaron el sombrero frente a quien fue capaz de transmitir una verdad que hiciera cambiar a una sociedad entera: una idea coherente y de acuerdo con la realidad que transformó para bien el destino de la humanidad.

Las letras eran felices, la mayoría del tiempo, con el resultado de su uso. Sin embargo, sabían que también el lenguaje, su adorado hijo, había sido utilizado para decir mentiras: para extorsionar, amenazar y manipular. Lo desprestigiaron, primero, los sofistas, luego, los políticos y hoy los usurpadores de la voz del pueblo. Eso, solo para citar parte de una lista que incluye a toda persona que une las letras en palabras que pretenden estafar a otros; sin importar el hábito que vista, la corona que luzca o la máscara que oculte su verdadero rostro.

Ante semejante abuso, las letras se unieron para luchar (por medio de quienes las sabían usar y no temían usarlas) en contra de aquellos cuyo objetivo era vivir a costa de los demás y desprestigiaban la noble tarea que habían elegido para sí las letras. Es así que surgen, como fruto de esta protesta no registrada en los anales de los poderosos, conceptos vitales para defender a los dignos de los farsantes, y rescatar de las garras de estos últimos a los ingenuos que hayan caído en su trampa. Nacen los vocablos que muchos no quieren escuchar, los términos que los van a describir: saqueadores, gorrones, oportunistas, privilegiados, zánganos, vividores, parásitos… Y este es el cuento de nunca acabar. Continuará.


El presente artículo fue publicado el lunes 2 de abril de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. El vídeo lo enlace con Youtube.

Etiquetas: , , , , , , , ,