Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

11.17.2014

Ni son campesinos ni son pacíficos



No hay que llamarlos indígenas, ni campesinos, ni labradores. Nombrarlos de tal manera es un insulto a los indígenas, a los campesinos y a los labradores que dedican su día a trabajar y son afectados por los actos de estos delincuentes. Sí: delincuentes. Así es como debemos llamarlos. Pequeñas bandas de gente violenta que no representan a nadie más que a los intereses de los miembros de los grupos de presión de los cuales forman parte. Organizaciones que en muchas ocasiones actúan en complicidad con los gobernantes, como es el caso de las más recientes protestas que tanto daño causaron, en particular a nuestros compatriotas de más escasos recursos.

Tuvieron que morir varios y ser agredidos otros para que, finalmente, los medios de comunicación le dieran importancia a los testimonios de las personas que se ven afectadas cada vez que un puñado de malhechores deciden violentar los derechos de miles, de millones de habitantes de nuestro país. Al fin se escucha al agricultor al que se le pudrió la verdura y la fruta que llevaba a vender al mercado, al comerciante que le quemaron su auto por tratar de pasar las barricadas… a la vendedora que fue vapuleada por intentar ejercer su derecho a la libre locomoción. ¡Incontables son las historias de hombres y de mujeres que pagaron el precio de la irresponsabilidad de los gobernantes que no hicieron cumplir la ley y retiraron a los delincuentes de los caminos que ilegalmente ocuparon!

En las redes sociales virtuales circula un video en el cual un guatemalteco indignado les reclama a los delincuentes que violan los derechos individuales de tantos, el daño tremendo que provocan. Entre todo lo que dice me parece importante resaltar dos afirmaciones suyas: primero, que ellos (los que bloquean las carreteras) son los que perpetúan la pobreza de muchos, y que “por un grupito de revoltosos todos pagamos”. ¡Qué ciertas son las aseveraciones anteriores! Con solo estas dos ideas expresadas por nuestro coterráneo y compartidas por la mayoría, confirmo una vez más que la sabiduría no depende de cuántos títulos universitarios tiene una persona, si no vean quiénes son aquellos que todavía se atreven a defender a estos criminales repitiendo la mentira de que se intenta criminalizar la supuesta protesta popular. La sabiduría, sin duda, depende del uso correcto de la razón para identificar la realidad, la cual está al alcance de todos.

Las únicas protestas válidas y justificadas son aquellas que emprenden los ciudadanos contra quienes abusan del poder que temporalmente se les ha delegado para violentar los derechos de unos en beneficio de otros, los que generalmente suelen ser los mismos que gobiernan, sus familiares y sus amigos. Las acciones violentas de unos cuantos en busca de privilegios son ilegales e ilegitimas, y no deben ser, bajo ningún punto de vista, permitidas. Ya basta. Indígnese y proteste en contra de las protestas violatorias de sus derechos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de noviembre de 2014.

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4.02.2012

La marcha de las letras



“Que dejen toditos los libros abiertos, ha sido la orden que dio el general. Que todos los niños estén muy atentos, las cinco vocales van a desfilar. Primero verás que pasa la A, con sus dos patitas muy abiertas al marchar. Ahí viene la E, alzando los pies, el palo de en medio es más chico, como ves. Aquí está la I, la sigue la O, una es flaca y otra gorda porque ya comió. Y luego hasta atrás, llegó la U, como la cuerda con que siempre saltas tú”… Pero, la historia no acaba aquí, como la cantó Cri-Cri. Y tampoco es esta toda la historia.

Según los cronistas de la marcha, la otra, la que no fue titular en los diarios, la que no estuvo a cargo de ningún militar, las letras todas, no solo las vocales, decidieron unirse para protestar. Su protesta fue inusual: ni violentaron los derechos de otros ni se les pasó por la mente tomar medidas de hecho. Al contrario, su protesta era contra aquellos que no eran capaces de utilizar articulada y verazmente las letras para que, por medio de la palabra, se les escuchara.

Al fin, las letras estaban orgullosas del producto de su trabajo. Les encantaba a las vocales unirse con las consonantes y proporcionar a quienes las usaban los medios para expresarse. ¡Cuántas lágrimas no derramaron junto al amante que infructuosamente buscaba conquistar a su amada con un verso! ¡Cuántas risas compartieron con aquel que supo usarlas para hacer reír a carcajadas a otros! Por supuesto, cuántas veces se quitaron el sombrero frente a quien fue capaz de transmitir una verdad que hiciera cambiar a una sociedad entera: una idea coherente y de acuerdo con la realidad que transformó para bien el destino de la humanidad.

Las letras eran felices, la mayoría del tiempo, con el resultado de su uso. Sin embargo, sabían que también el lenguaje, su adorado hijo, había sido utilizado para decir mentiras: para extorsionar, amenazar y manipular. Lo desprestigiaron, primero, los sofistas, luego, los políticos y hoy los usurpadores de la voz del pueblo. Eso, solo para citar parte de una lista que incluye a toda persona que une las letras en palabras que pretenden estafar a otros; sin importar el hábito que vista, la corona que luzca o la máscara que oculte su verdadero rostro.

Ante semejante abuso, las letras se unieron para luchar (por medio de quienes las sabían usar y no temían usarlas) en contra de aquellos cuyo objetivo era vivir a costa de los demás y desprestigiaban la noble tarea que habían elegido para sí las letras. Es así que surgen, como fruto de esta protesta no registrada en los anales de los poderosos, conceptos vitales para defender a los dignos de los farsantes, y rescatar de las garras de estos últimos a los ingenuos que hayan caído en su trampa. Nacen los vocablos que muchos no quieren escuchar, los términos que los van a describir: saqueadores, gorrones, oportunistas, privilegiados, zánganos, vividores, parásitos… Y este es el cuento de nunca acabar. Continuará.


El presente artículo fue publicado el lunes 2 de abril de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. El vídeo lo enlace con Youtube.

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3.26.2012

La semana del equinoccio primaveral



Pasados los idus de marzo, se celebra en muchos países la llegada de la primavera anunciada por el equinoccio. Para nosotros, es la primavera la estación en la que eternamente vivimos. Sí, hay variaciones, como las hay en toda estación. A veces, la temperatura sube a calores casi insoportables para los habitantes de Guatemala, consentidos por el clima. En otras ocasiones, baja a niveles que nos invitan a sacar los abrigos del closet y arropar nuestro cuello en una bufanda. Otras, sacamos el paraguas para no terminar hechos una sopa. Sin embargo, el verano, el otoño y el invierno que viven en otras latitudes nos son ajenos.

Los que no nos pasan inadvertidos, son los llamados conflictos sociales que, no sé por qué motivo, suelen incrementarse por estas fechas. Recién estrenamos gobierno hace poco más de dos meses, y ya el descontento con la situación de la mayoría, y la mayoría de decisiones que ha tomado el nuevo presidente, Otto Pérez Molina, se hace sentir en la esfera pública. Y eso a pesar de que todo comenzó con una intensa luna de miel entre el partido gobernante y muchas de las otras facciones políticas que llegaron al Congreso de la nación que aspira a ser la República de Guatemala. Ese amor condicional (qué me das si me amas), les permitió a los gobernantes aprobar más legislación que solo beneficia a unos pocos, a costillas del resto. Entre estas leyes se encuentra el aumento de impuestos y varios privilegios que benefician a algunos grupos de presión.

Por cierto, privilegios son los que esperan conseguir los organizadores de la marcha de los mal llamados campesinos que se dirige a la capital. Con las mismas excusas manipuladoras de otras oportunidades esperan conseguir, entre otras cosas, tierras sin costo alguno, que se les exonere del pago de los préstamos que adquirieron y, de paso, más dinero para mantener el estilo de vida que eligieron sus dirigentes. Porque, al final, los únicos que salen beneficiados son estos últimos. El resto, son títeres mal pagados que, ante la miseria en la cual viven, no les importa promover más de las medidas que les han impedido progresar.

Uno que esperaba beneficiarse con su posición, es el hijo del Presidente, el hoy alcalde de Mixco, Otto Pérez Leal. Por medio de un acta del concejo municipal, intentó duplicar sus ingresos. No obstante, al enterarse la población de la intención del vástago presidencial, gracias al trabajo periodístico de Siglo Veintiuno, el mencionado tuvo que dar marcha atrás en sus pretensiones. Al menos, por el momento. Los que sí festejan su aumento, son los empleados del Organismo Judicial (los magistrados de la Corte Suprema incluidos) y los salubristas que fueron premiados (no sé por qué) por Pérez Molina.

En fin, yo termino en clave de poesía, recordando a Pepe Batres Montúfar y sus Falsas Apariencias: “digo que lo que dicen es mentira / aunque la vista así lo represente: / ¿Por qué? Porque el discurso lo desmiente”.


El presente artículo fue publicado el lunes 23 de marzo de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno. La fotografía es de James Rodríguez.

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