Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

11.13.2017

In memoriam: Ludvin Tiul



Es poco lo que se puede decir sobre la corta vida de Ludvin Bernal Tiul Chacach, un niño que murió en inhumanas circunstancias con apenas 4 años de edad, a causa de la indulgencia de los gobernantes con los delitos anunciados ¡y perpetrados! por los dirigentes de la organización criminal CODECA. No obstante, de su muerte lamentablemente podemos decir mucho. Muerte que no debe pasar inadvertida.

Sin duda, Ludvin sufrió en esos pocos años que vivió, debido a que padecía de cáncer en los huesos. Probablemente iba a morir pronto, pero no merecía una muerte miserable dentro de un bus a causa de las medidas de hecho toleradas por los gobernantes.  Violaciones llevadas a cabo por integrantes del mencionado Comité, cuyos líderes mienten al decir que promueven el desarrollo de los campesinos indígenas, cuando en la realidad son unos los principales enemigos del progreso en nuestro país.

Los líderes de CODECA son los principales responsables de la desgraciada muerte de Ludvin Tiul. Y también son responsables de que Carlos René Pineda Sosa, atropellara accidentalmente a Vicente Calderón, al perder la paciencia después de horas de estar detenido a la fuerza por la gente de CODECA e intentar sortear el bloqueo. Pineda se hizo responsable de su acción y se está haciendo cargo de la salud de Calderón, además de que se comprometió a indemnizarlo y mantenerlo económicamente el tiempo que no pueda trabajar.

Calderón confesó a Pineda y a sus abogados que participó en el bloqueo debido a las extorsiones de los dirigentes de CODECA. Los criminales que dirigen esta organización, amenazan a la gente de que si no participan en las medidas de hecho que promueven, les van a cortar la energía eléctrica que les venden. La ironía del caso, es que esa energía eléctrica la roban los integrantes de CODECA. ¿Hasta cuándo va a continuar el gobierno ignorando estas violaciones flagrantes?

“Viajar al extranjero, como viajar dentro del país, puede ser necesario para ganarse la vida. Puede estar tan cerca del corazón del individuo como la elección de lo que se come, o se usa, o se lee. La libertad de movimiento es básica en nuestro esquema de valores”. La anterior es una de las conclusiones a las que llegaron los magistrados de la Corte Suprema de Justicia de EE.UU. en 1958 en el caso de Kent versus Dulles, lo cual es válido para toda persona en cualquier lugar. Solo se justifica el uso de la fuerza para defenderse del ataque y/o abusos de otros.

Manifestar no es lo mismo que bloquear. Manifestar es un derecho propio de cualquier persona libre que considera necesario expresar y compartir su pensar y su sentir con otros. El segundo es un delito que viola el derecho a la libre locomoción de la mayoría, pone en riesgo la propiedad de muchos y, en algunos casos como el de Ludvin Tiul y de Vicente Calderón, pone en peligro la vida de otros. Evitemos más tragedias. No más consideraciones con los delincuentes y los criminales. El gobierno DEBE evitar los bloqueos y castigar las violaciones a los derechos de los demás.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 13 de noviembre de 2017.

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5.08.2017

Brenda y Jabes



Si pudiera despersonalizarlos, serían los representantes de dos estereotipos que muchos aceptan como muestra de lo que es nuestra ¿sociedad?, juicios que no necesariamente comparto plenamente. Sin embargo, no puedo hacerlo. Al pensar en ellos pienso en dos jóvenes cuyas vidas fueron truncadas. Brenda, porque murió violentamente. Jabes porque probablemente va pasar la mayor parte de su existencia en la cárcel. Trato de ser justa y ponerme en los zapatos de ambos.

Primero, pienso en Brenda, la cual nunca va a leer estas líneas que inspira. Pienso en las ideas equivocadas que los adultos a su alrededor le vendieron como el medio para alcanzar sus fines. Aquellos que le hicieron creer que recurriendo a medidas de hecho, en este caso un bloqueo en la Calzada San Juan, iba a conseguir cambios en su escuela. Pienso que Brenda y los otros adolescentes que la acompañaban solo fueron instrumentos para que los adultos que los convencieron de salir a la calle lograran avanzar sus intereses personales, sin importarles las consecuencias de sus acciones y el mal ejemplo que daban a estos muchachos fáciles de manipular por la etapa de la vida en la que se encuentran.

Luego, pienso en Jabes. Veo el vídeo que por siempre nos recordará el momento preciso de la tragedia que se veía venir desde hace años. Veo como pasa primero un vehículo rojo, al cual poca atención se le ha puesto. Vehículo a la par del cual iba Jabes, esperando superar el bloqueo y continuar su camino. Sin embargo, Jabes no tuvo la misma suerte que el otro conductor. Veo en el vídeo cómo los manifestantes se le dejan ir encima y empiezan a golpear el vehículo. Pienso en el miedo que debe haber tenido Jabes, probablemente consciente de que vivimos en un país donde linchar sin vacilar es casi un deporte. Pienso que más que pensar, en ese momento Jabes reaccionó a partir de sus emociones y no pasó por su mente el posible desenlace de su decisión de continuar su viaje.

Pero más allá de la tragedia misma de estas dos vidas truncadas, y muchas más que se han visto afectadas por la tragedia de estos jóvenes, pienso en su origen y cómo esta fue anunciada por algunas cuantas personas, entre ellas yo, tiempo atrás. Uno de los principales problemas que acarrea el sistema de incentivos perversos en el que vivimos es la irresponsabilidad, tanto personal como con la obligación que tenemos de respetar los derechos individuales de los demás.

Es en la idea falsa de que se puede pasar por encima de los derechos de los otros con tal de lograr lo que se desea donde encontramos el germen de esta desgracia y de tantas más a las cuales no se les pone la atención que merecen. Confundir el derecho de todo individuo a manifestarse y protestar, con el delito de violentar el derecho a libre locomoción del resto, tarde o temprano iba a provocar que alguien que no usara su razón y poco le importara la posibilidad de poner en peligro la vida de otros, decidiera dejarles ir su vehículo. Ojalá se haya aprendido la lección, y nunca más vuelva a pasar una tragedia como la de Brenda y Jabes.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de mayo de 2017.

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11.17.2014

Ni son campesinos ni son pacíficos



No hay que llamarlos indígenas, ni campesinos, ni labradores. Nombrarlos de tal manera es un insulto a los indígenas, a los campesinos y a los labradores que dedican su día a trabajar y son afectados por los actos de estos delincuentes. Sí: delincuentes. Así es como debemos llamarlos. Pequeñas bandas de gente violenta que no representan a nadie más que a los intereses de los miembros de los grupos de presión de los cuales forman parte. Organizaciones que en muchas ocasiones actúan en complicidad con los gobernantes, como es el caso de las más recientes protestas que tanto daño causaron, en particular a nuestros compatriotas de más escasos recursos.

Tuvieron que morir varios y ser agredidos otros para que, finalmente, los medios de comunicación le dieran importancia a los testimonios de las personas que se ven afectadas cada vez que un puñado de malhechores deciden violentar los derechos de miles, de millones de habitantes de nuestro país. Al fin se escucha al agricultor al que se le pudrió la verdura y la fruta que llevaba a vender al mercado, al comerciante que le quemaron su auto por tratar de pasar las barricadas… a la vendedora que fue vapuleada por intentar ejercer su derecho a la libre locomoción. ¡Incontables son las historias de hombres y de mujeres que pagaron el precio de la irresponsabilidad de los gobernantes que no hicieron cumplir la ley y retiraron a los delincuentes de los caminos que ilegalmente ocuparon!

En las redes sociales virtuales circula un video en el cual un guatemalteco indignado les reclama a los delincuentes que violan los derechos individuales de tantos, el daño tremendo que provocan. Entre todo lo que dice me parece importante resaltar dos afirmaciones suyas: primero, que ellos (los que bloquean las carreteras) son los que perpetúan la pobreza de muchos, y que “por un grupito de revoltosos todos pagamos”. ¡Qué ciertas son las aseveraciones anteriores! Con solo estas dos ideas expresadas por nuestro coterráneo y compartidas por la mayoría, confirmo una vez más que la sabiduría no depende de cuántos títulos universitarios tiene una persona, si no vean quiénes son aquellos que todavía se atreven a defender a estos criminales repitiendo la mentira de que se intenta criminalizar la supuesta protesta popular. La sabiduría, sin duda, depende del uso correcto de la razón para identificar la realidad, la cual está al alcance de todos.

Las únicas protestas válidas y justificadas son aquellas que emprenden los ciudadanos contra quienes abusan del poder que temporalmente se les ha delegado para violentar los derechos de unos en beneficio de otros, los que generalmente suelen ser los mismos que gobiernan, sus familiares y sus amigos. Las acciones violentas de unos cuantos en busca de privilegios son ilegales e ilegitimas, y no deben ser, bajo ningún punto de vista, permitidas. Ya basta. Indígnese y proteste en contra de las protestas violatorias de sus derechos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de noviembre de 2014.

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2.03.2014

Secuestrados




Después de que la mayoría de diputados cedieron al chantaje de los gobernantes apoyados por los delincuentes del STEG, sentí que violaron mis más elementales derechos: que fui secuestrada por una banda a la cual mis conciudadanos le entregaron el poder de decidir sobre mi vida, mi libertad y mi propiedad. El contubernio entre Otto Pérez Molina y los malhechores que bloqueron las carreteras quedó claro ante la ausencia de las fuerzas de seguridad, responsables de velar porque se respeten los derechos de todos, incluido el derecho a la libre locomoción. ¿Dónde estaba Mauricio López Bonilla, el inútil Ministro de Gobernación? ¿Escondido debajo de su escritorio?

También es despreciable la actitud de los congresistas que, cual cobardes sabandijas, capitularon frente a las hordas de Joviel Acevedo, el más famoso perro de ataque de los gobiernos de turno en el presente siglo. ¿Cuánto dinero se irá a embolsar el mencionado criminal que actúa impunemente en Guatemala? ¿Qué ganaron los diputados con aprobar la ampliación presupuestaria por 1500 millones de quetzales? Dinero que usted sabe que saldrá de nuestros bolsillos: de nosotros, los explotados tributarios.

Pero, lo más importante es entender el origen del problema, el por qué; y reconocer que el poder que hoy gozan los gobernantes lo han adquirido a lo largo de los años. Lamentablemente los constituyentes de 1985 desperdiciaron la oportunidad que tuvieron de legar a los guatemaltecos un sistema político justo, republicano, que asegurara la igualdad de todos ante la Ley y limitara el ejercicio del poder. En lugar de eso, nos decretaron una Constitución complaciente con los grupos de presión, los cuales a la fecha se han multiplicado bajo el abrigo del Estado Benefactor/Mercantilista por el cual se decantaron nuestros más recientes padres y madres de la Patria.

Los designados a la trascendental tarea de decidir las normas bajo las cuales íbamos a vivir, imbuidos por ardores ideológicos, más preocupados en satisfacer intereses de sectores, faltos de una filosofía objetiva, optaron por aprobar un fiambre de reglas que abrieron las puertas no solo a la confusión (por las contradicciones en las que cayeron) sino que allanó el camino que permite la corrupción que corroe todos los entes estatales, ya sean centrales o locales. Como era de esperarse, esa carencia de virtudes de unos, y la incoherencia en otros, contadas las excepciones, dieron vida al sistema de incentivos perversos dentro del cual vivimos hoy, los cuales han promovido el olvido de muchos de los principios fundamentales que aseguran la convivencia pacífica en una sociedad. Y sin esa paz basada en el respeto mutuo, no podemos progresar.

Nos hemos dejado secuestrar. Unos por fantasear con una vida parasitaria. Otros por no hacer el esfuerzo mental de separar sus premisas falsas de las verdaderas, y los demás por no tener la valentía de participar en la batalla más importante de todo ser humano que se precie de serlo: la batalla de las ideas.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 3 de febrero de 2014. La fotografía la bajé de la Internet.

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