Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

7.17.2017

Bloqueadores



Manifestar no es lo mismo que bloquear. Hechos evidentes para cualquiera que no falsea la realidad, no engaña a otros ni si se miente a sí mismo. El primero es un derecho propio de cualquier persona libre que considera necesario expresar y compartir su pensar y su sentir con otros. El segundo es un delito que viola el derecho a la libre locomoción de la mayoría, pone en riesgo la propiedad de muchos y, en algunos casos, pone en peligro la vida de otros.

Sin embargo, en nuestro país, comenzando por el gobierno, muchos se hacen de la “vista gorda” ante la evidencia y prefieren sufrir las consecuencias de las acciones violentas de los delincuentes que bloquean carreteras, y a otros poco les importa porque creen que a ellos no les afecta. Tremendo error de los mencionados, que terminamos pagando todos, aún aquellos que señalamos a quienes violan descaradamente nuestros derechos y le exigimos a los gobernantes que cumplan con su función de velar porque estos sean respetados.

Repito lo que he señalado en otras ocasiones: no es lo mismo reclamar para que se respeten nuestra vida, nuestra libertad y nuestra propiedad, que extorsionar con medidas de hecho para que alguien más (en este caso los gobernantes en nombre del abstracto Estado) se haga cargo de satisfacer nuestras necesidades y todo aquello que deseamos pero no queremos hacer el esfuerzo por adquirirlo. Lo que suelen hacer los bloqueadores es EXIGIR violentamente que se les den bienes y se les otorguen beneficios que no han ganado. Demandan privilegios.

Les da igual que para satisfacer sus reclamos los gobernantes se conviertan en violadores de los derechos de otros. Reclaman descaradamente lo que ellos no están dispuestos a dar: RESPETO. Dejan claro que lo único que termina las protestas (y sólo de forma temporal, mientras se les ocurre por qué más bloquear) es que se les conceda todo lo que piden. Eso es EXTORSIONAR. Su negocio se mantiene a base de medidas de hecho violentas, constantes y sostenidas en el tiempo. Su modus vivendi se basa en la destrucción y la pobreza de otros a quienes dicen defender, aunque en la realidad lo que logran es obstaculizar su progreso.

El principio de la no-agresión es la norma básica para asegurar la coexistencia pacífica dentro de una sociedad. Solo se justifica el uso de la fuerza para defenderse del ataque y/o abusos de otros. Por eso es necesaria la existencia del gobierno cuyas funciones, propias de su naturaleza, son velar porque haya seguridad y justicia. El gobierno DEBE cumplir con su obligación y DEBE retirar a los delincuentes que bloquean y violan los derechos de los demás.

¿Es justo que unos vivan de obstaculizar la creación de riqueza y condenando a vivir miserablemente a la mayoría? No. Ojalá prosperen las denuncias que se han presentado en el Ministerio Público en contra de los profesionales del bloqueo, delincuentes confesos y responsables de la pobreza de muchos.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de julio de 2017.

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5.08.2017

Brenda y Jabes



Si pudiera despersonalizarlos, serían los representantes de dos estereotipos que muchos aceptan como muestra de lo que es nuestra ¿sociedad?, juicios que no necesariamente comparto plenamente. Sin embargo, no puedo hacerlo. Al pensar en ellos pienso en dos jóvenes cuyas vidas fueron truncadas. Brenda, porque murió violentamente. Jabes porque probablemente va pasar la mayor parte de su existencia en la cárcel. Trato de ser justa y ponerme en los zapatos de ambos.

Primero, pienso en Brenda, la cual nunca va a leer estas líneas que inspira. Pienso en las ideas equivocadas que los adultos a su alrededor le vendieron como el medio para alcanzar sus fines. Aquellos que le hicieron creer que recurriendo a medidas de hecho, en este caso un bloqueo en la Calzada San Juan, iba a conseguir cambios en su escuela. Pienso que Brenda y los otros adolescentes que la acompañaban solo fueron instrumentos para que los adultos que los convencieron de salir a la calle lograran avanzar sus intereses personales, sin importarles las consecuencias de sus acciones y el mal ejemplo que daban a estos muchachos fáciles de manipular por la etapa de la vida en la que se encuentran.

Luego, pienso en Jabes. Veo el vídeo que por siempre nos recordará el momento preciso de la tragedia que se veía venir desde hace años. Veo como pasa primero un vehículo rojo, al cual poca atención se le ha puesto. Vehículo a la par del cual iba Jabes, esperando superar el bloqueo y continuar su camino. Sin embargo, Jabes no tuvo la misma suerte que el otro conductor. Veo en el vídeo cómo los manifestantes se le dejan ir encima y empiezan a golpear el vehículo. Pienso en el miedo que debe haber tenido Jabes, probablemente consciente de que vivimos en un país donde linchar sin vacilar es casi un deporte. Pienso que más que pensar, en ese momento Jabes reaccionó a partir de sus emociones y no pasó por su mente el posible desenlace de su decisión de continuar su viaje.

Pero más allá de la tragedia misma de estas dos vidas truncadas, y muchas más que se han visto afectadas por la tragedia de estos jóvenes, pienso en su origen y cómo esta fue anunciada por algunas cuantas personas, entre ellas yo, tiempo atrás. Uno de los principales problemas que acarrea el sistema de incentivos perversos en el que vivimos es la irresponsabilidad, tanto personal como con la obligación que tenemos de respetar los derechos individuales de los demás.

Es en la idea falsa de que se puede pasar por encima de los derechos de los otros con tal de lograr lo que se desea donde encontramos el germen de esta desgracia y de tantas más a las cuales no se les pone la atención que merecen. Confundir el derecho de todo individuo a manifestarse y protestar, con el delito de violentar el derecho a libre locomoción del resto, tarde o temprano iba a provocar que alguien que no usara su razón y poco le importara la posibilidad de poner en peligro la vida de otros, decidiera dejarles ir su vehículo. Ojalá se haya aprendido la lección, y nunca más vuelva a pasar una tragedia como la de Brenda y Jabes.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de mayo de 2017.

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3.11.2007

Men in shorts



Caminar los domingos por la mañana, desde mi apartamento al final de la Avenida de Las Américas hasta la zona 10 buscando dónde comer, es uno de mis placeres semanales irrenunciables.

Una de la razones que me llevan afuera de mi espacio es la diversidad que suelo encontrar al caminar. Diversidad matizada por rostros y voces identificables, al menos para mí. Esas personas que, de tanto encontrarlas domingo a domingo, sin haber cruzado con ellas una palabra, ya me son familiares.

Sin embargo, hoy me topé con un escenario algo confuso y sospechosamente plagado de unos extraños turistas con corte de cabello al raso y shorts color beige. Deambulaban a lo largo de la avenida de la Reforma, protegidos sus ojos por lentes oscuros que ocultaban su mirada. Parece ser que cambiaron sus severos trajes color negro por pantalones cortos color arena. Tal vez creían pasar inadvertidos: otros paseantes más, como cualquiera de los que circulábamos, cuándo aún se podía, por la zona viva.

A pesar del coraje que me inspira la violación flagrante a nuestro derecho a la libre locomoción que impunemente cometen los gobernantes con tal de facilitar la visita de George W. Bush, no pude evitar sonreírme, sin necesidad de ningún químico estimulante, al pensar en la ingenuidad de los duchos miembros del servicio secreto estadounidense, quienes creían pasar desapercibidos en un país donde el individuo promedio no es, precisamente, un hombre blanco, musculoso, de estatura arriba del 1.80 metros y rubio. No obstante, ellos se sentían un paisano cualquiera. Qué risa.

Aunque, yendo al grano, lo que me dan ganas es protestar, pero no enfrente de la Embajada de Estados Unidos, sino levantar mi voz en contra del abuso del poder que, con tal de complacer a un mandatario de otra nación, nos veda el acceso a varias áreas claves de nuestra ciudad: la zona 1, la Avenida Hincapié y el centro neurálgico de los negocios en Guatemala: la zona 10. Como si nos pudiéramos dar el lujo de perder un día laboral. Sin mencionar el daño que significa el cierre del aeropuerto y parte de la carretera Interamericana. Uf...

Total, mañana, lluevan, truenen o relampagueen los men in shorts, yo, a como de lugar, voy a estar al mediodía enfrente de los micrófonos, transmitiendo desde las torres gemelas chapinas, y abriendo los teléfonos para que todos los que quieran expresen por medio de “Todo a pulmón” su molestia por una violación más a nuestros derechos individuales. Ni Osama Bin Laden nos detiene.

Es un reto. Es una promesa.

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