Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.18.2010

De lo profundo


Oscar Wilde en “De profundis”, la epístola que dedica a Albert Douglas cuando se encuentra preso, afirma: “To regret one's own experiences is to arrest one's own development. To deny one's own experiences is to put a lie into the lips of one's own life.” Comparto la euforia y la alegría de quienes fueron testigos (gracias a la tecnología) del histórico rescate de los 33 mineros atrapados aproximadamente a 700 metros de profundidad en la mina chilena “San José”. Sin embargo, espero que no nos quedemos en la superficie del hecho, y profundicemos en los motivos reales que permitieron tal hazaña. El porqué este prodigio humano fue posible en Chile y hubiera sido impensable en otros lares.

¿Por qué considero trascendental profundizar en el tema? Porque quiero vivir por el resto de mis días en mi terruño. No quiero abandonar mi asteroide B506 que orbita en las profundidades de la galaxia Guanjatan. Quiero seguir arriesgando, aprendiendo, creando… donde el termómetro, por estas fechas, marca al amanecer la temperatura perfecta para un buen vino tinto: 16° centígrados. Ese pedazo de tierra en el cual viven mis valores primeros: mis seres queridos. El país que es uno de los hilos conductores inevitable de mis recuerdos: Guatemala.

Pero no quiero vivir en las condiciones actuales. Quiero vivir en una sociedad pacífica, en la cual se respete la vida, la libertad y la propiedad de todos. Una sociedad en la cual no se obstaculice la creación de riqueza, única forma de superar la pobreza. Una sociedad donde sea mayor la probabilidad de alcanzar el máximo anhelo de toda persona: ser feliz.

Luis Figueroa en su blog http://www.luisfi61.com/ en un post titulado “Los héroes del rescate de los mineros chilenos”, publicado el pasado miércoles 13 de octubre, escribió lo siguiente: “Hasta el momento, el épico rescate de los mineros chilenos va bien encaminado. Rescate… posible gracias a la tecnología de punta y a los conocimientos científicos… Es posible gracias a una filosofía que distingue entre la realidad y la ficción y que toma en cuenta los hechos y la verdad. Una filosofía que [distingue] lo que es objetivo de lo que es caprichoso, arbitrario e irracional”. Más de acuerdo no podría estar con LuisFi.

Sólo agregaría al comentario de mi admirado amigo que esa tecnología pudo ser adquirida gracias a casi tres décadas de creación de riqueza y acumulación de capital, los cuales han sido posibles porque en 1980 los chilenos se decantaron por un sistema de incentivos correctos: más cercano a lo que se conoce como un Estado de Derecho y alejado del sistema de incentivos perversos del Estado Benefactor/Mercantilista. Este último, un sistema de reglas violatorias de los derechos individuales, cuyo sueño de mejorar la vida de la gente (como era de esperarse de una idea que parte de premisas falsas), se ha convertido en el largo plazo en una pesadilla. En especial en las naciones cuya mayoría de habitantes es pobre. Como pobres son la mayoría de guatemaltecos.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de octubre de 2010. La imagen la bajé de Internet.

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3.28.2009

Equinoccio


Nota: On the road... of mi life. Mis "yoes": la imagen actual, mi ¿adulto?, la tomó Luis Figueroa o Raúl Contreras, el domingo 22 de marzo de 2009, en El Salvador. Al fondo se mira el mar. Mi yo "niña", la debió tomar mi papá o mi abuelo. ¿En el equinoccio de Otoño? Puede ser. Al fondo se ve el lago de Amatitlán. La foto del camino que recorre las costas salvadoreñas, fue un conveniente error mío, al igual que la edición.


Escribo por placer, no por deber. El día que el oficio de escribir no me dé más deleite, lo dejaré de hacer. Por supuesto, lo que escribo para ser publicado en Siglo Veintiuno, está enmarcado dentro de ciertas reglas. Una de ellas es que tengo que enviar mí escrito a más tardar los viernes al mediodía: obligación con la que cumplo casi religiosamente. Y, a pesar de mi deseo de empezar a esbozarlo durante la semana, generalmente lo escribo de un solo tirón el mismo día que lo entrego. Como es el caso de hoy: el equinoccio de primavera de 2009.

La palabra equinoccio se deriva del latín aequinoctĭum, que significa “noche igual”: 24 horas divididas equitativamente entre el día y la noche. Este año cayó el 20 de marzo. Cuando yo nací, el 21: día de mi natalicio. No soy determinista. Creo que cada uno de nosotros forja su destino a partir de las decisiones que toma a lo largo de su existencia. Sin embargo, hay coincidencias ¿será el azar? que no dejan de sorprenderme. Algunas más relevantes que otras pero, al fin, todas ellas coincidencias. Hoy, la casualidad me encuentra inmersa en una profunda introspección acerca de la vida misma, no sólo la mía.

Desde hace ya varios meses me he topado con la muerte varias veces. El amigo querido de mis papás que, recién llegado a la tercera edad, muere repentinamente. El hijo del amigo que, sin haber concluido la primera etapa, deja llorando por su inesperada partida, a quienes lo amaron. El primo de mi amiga que, apenas se iniciaba en el mundo de la paternidad, deja huérfana, a temprana edad, a su hija. Y así, podría enumerar muchos casos que, junto con el miedo de perder a mi abuela que aún respira en este mundo, me confrontan con mi propio rumbo.

Queramos o no, el tiempo fluye, avanza. O caminamos nuestra senda, eligiendo nosotros la meta y los medios para alcanzarla, o dejamos que otros decidan a su antojo sobre nuestro bien más preciado. “Qué mala costumbre esa de vivir acostumbrados”, canta Lina Avellaneda en uno de sus tangos. Escuchémoslo. El deber ser, debe ser el ser. No debemos sucumbir ante la comodidad y la excusa fácil a nuestra situación que ofrece el determinismo. Fútil justificación. Aprendamos de los errores del pasado. En lo individual y como miembros de una sociedad.

A veces camino con mis pies desnudos sobre el piso de madera del asteroide B506, como he nombrado a mi espacio privado. Un contacto irreverente en la era del zapato. De igual manera encaro mi trayectoria por esta Tierra. Cuestionando el statu quo colectivo y personal. En Guatemala es urgente que cambiemos de sistema de normas para que el estado de las cosas cambie para bien de todos. En lo particular me pregunto si llegó el momento de emigrar. Tantas preguntas aún sin respuesta. Pero, de lo que sí estoy segura es de la necesidad urgente de un cambio. La vida puede ser lúdica, pero nunca un juego de ganar o perder. No tenemos una segunda oportunidad de vivirla. No sabemos cuándo llega nuestro equinoccio. Y menos nuestro final.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de marzo de 2009.

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2.16.2009

Ecléctico 13


Antes de comenzar a escribir necesito, casi siempre, regresar a nuestro medio primigenio. Sea o no usted un ferviente convencido de la teorías de Darwin, el cumpleañero del pasado jueves; o por más creyente que sea en fuerzas sobrehumanas desconocidas, consideradas por la mayoría la fuente de la vida; no puede ser capaz de negar que sus primeras vivencias, las recuerde o no, provienen de un ambiente acuoso.

Si, como a mí, la evidencia acumulada le hace pensar que la evolución es el camino correcto que, algún día, nos permitirá conocer nuestro origen y el del resto de las especies, menos puede negar ese ¿impulso?, ese deseo de regresar al agua. O, podría ser la más sencilla explicación de este húmedo encantamiento mío el hecho de que la natación fue el primer deporte que practiqué en mi ruta de la felicidad. En fin, entrando en materia ¿común?... Soy un ser variado, inquieto y en constante construcción. Creándome a mi misma. En peregrinación hacia el inevitable fin. ¿Se podrá retardar? Así es la vida mía. La vida suya también.

Mientras disfruto del líquido placer que recorre el mayor de mis órganos, la piel, cierro los ojos y veo imágenes de mi ayer. Cuadros aleatorios, sin aparente orden, que me ayudan a ordenar mis pensamientos. Disimuladamente, las imágenes se desvanecen y dan paso a las palabras que luego poblaran está página. Una sola con 2,926 caracteres. Espacios incluidos. Exacto como alguna vez será contada mi existencia. Y la suya también.

Pienso en una enriquecedora conversación sostenida con uno de mis más admirados y respetados maestros, cuyo apodo guarda una contradictoria cercanía con un cuestionado gobernante europeo del siglo pasado. Discutíamos sobre derechos e intereses. Los primeros, “no humanos”, sino de los humanos. Una diferencia que hace la diferencia. Un sentido de posesión olvidado. Una propiedad que nos urge recuperar a quienes aspiramos a vivir en una sociedad donde prevalezca el individuo (cada uno de nosotros, todos los seres humanos) por encima de los abstractos colectivos.

Y son precisamente aquellos que se erigen como representantes de tales abstracciones, mejor definidas como grupos de presión, los que suelen hacer énfasis en los segundos: los intereses. ¿De quiénes? ¿Son conciliables? ¿Con qué fin? ¿Cuál es el medio de intercambio preferido por estos negociadores? ¿Los hoy aparentemente olvidados derechos de los humanos? ¿Quiénes son en la realidad los únicos ganadores en este juego de resta?

Se me acaba el espacio que me han otorgado. Siento la falta de la rosa que habitó el asteroide B506. Aquella que, contradiciendo a Antoine de Saint-Exupéry, abandonó el diminuto planeta amarillo, en este caso más pequeño que una casa. Probable protagonista de un futuro cuento breve, ficción idealizada por esta aspirante a escribidora. Ecléctica objetiva -¿será una contradicción, Ayn?- que disfruta de un día más de buena suerte en su vida. Otro viernes 13.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 16 de febrero de 2009.

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