Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.23.2013

Temporada de evasión



Por estas fechas suelo toparme en los diarios con exhortaciones de bienintencionados columnistas invitando a sus lectores a meditar respecto a los temas serios del ser. A pensar acerca de los factores que son claves para que progresemos, por ejemplo, la necesidad de convivir en paz. Casi todos los días de diciembre, en reuniones de cualquier índole, escucho a un sinnúmero de personas aconsejar a los demás a reflexionar sobre la vida. Se supone que es una época en la cual podemos aprovechar el tiempo para hacer una evaluación objetiva de nuestras acciones, en particular de lo que hicimos y logramos el año que recién termina. Y, por supuesto, planificar cómo queremos vivir mañana. Decidir quién queremos ser el resto de nuestra vida… o al menos durante los siguientes doce meses. Asuntos que siempre debemos considerar, estoy de acuerdo.

Sin embargo, lo que veo hacer a la mayoría es evadir la parte de la realidad que nos cuesta comprender, a veces aceptar. Aún muchos de los que invitan a cavilar sobre la trascendencia y el sentido de nuestra existencia, se dedican a divertirse, más que a filosofar. Algo que no considero pecaminoso ni una mala práctica. También necesitamos relajarnos, distraernos, entretenernos en cuestiones que no impliquen perdernos en emociones que pueden causar un daño permanente a nuestro estado de ánimo. Como bien dijo el multifacético fundador del Movimiento Scout Mundial, Robert Baden-Powell: "Quien no siente la necesidad de sonreír no goza de buena salud". Y eso solemos desear constantemente por esta época, en todos los idiomas, cada vez que alzamos nuestras copas: salud, santé, lejaim

No obstante, como explicó Aristóteles en “Ética a Nicómaco”, la felicidad verdadera solo la encontramos en una vida virtuosa la cual demanda la práctica de la justa medida: no privarnos de aquello que nos da placer, pero siempre buscando el equilibrio correcto para nosotros mismos y teniendo presente las consecuencias que nuestras decisiones tienen en el largo plazo. Una vez pasa la algarabía de compartir con seres queridos, y de que hicimos nuestra evaluación personal del período que finaliza, también es recomendable dedicar un tiempo a viajar a nuestro interior. ¿Cambié en algo? ¿Fue para bien o para mal? ¿Qué aprendí? ¿Con qué contradicciones me topé? ¿Fui valiente al reconocer mis errores y enmendarlos? ¿Por qué? ¿Cuidé mis valores y logré alcanzar otros? ¿Qué virtudes abracé y practiqué? ¿Para qué? ¿De cuáles vicios me despedí? ¿Fui feliz?

Mi visión de la vida no es como la de tantos: monocromática. Ni es color de rosa, ni es color de hormiga. Tampoco es negra la cosa: ausente de color. La patina de la vida es inmensa, está compuesta de infinidad de tonalidades. Y es esta esta variabilidad infinita y absoluta a la vez la que nos hace únicos e irrepetibles. La anterior, considero, es la conclusión más importante a la que llego: el secreto de una vida verdaderamente vivida. Descubrimiento que quisiera otros hicieran. Vivan: sean felices.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de diciembre de 2013. La imagen fue tomada en Chicago, EE. UU., por mi hermano Constantino Díaz-Durán A.

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5.05.2011

Máximas breves… o no tanto



Hoy 2 de mayo, día en el cual lee mi columna, estaré en el cuarto día, de cinco, de un viaje a lo desconocido para todos, menos para mí: un viaje a mi interior. El objetivo de esta travesía que, lamentablemente, la mayoría no se atreve a emprender, es entender las raíces de las contradicciones que todos tenemos. Esas incoherencias que nos dificultan alcanzar nuestro fin supremo: ser felices. Por supuesto, parto en un periplo cuyo punto de partida es el deseo expreso de hacerlo. De lo contrario, es imposible llevarlo a cabo.

Por incursiones anteriores que he hecho, sé que me voy a topar con ciertos fundamentos sobre los cuales he construido mi existencia. Y unos pocos de estos, expresados por algunos de mis autores preferidos, quiero compartir con aquellos que eligen acompañarme en el camino de separar lo falso de lo verdadero, teniendo claro que ésta también es una tarea y responsabilidad individual. Por cierto, ¡qué difícil fue escoger los aforismos que a continuación transcribo entre tantos que considero vitales! En fin, comencemos por el principio, y ese es para mí Aristóteles:

“…cuando se trata de la práctica, la verdad se juzga y se reconoce solamente en vista de los actos y atendiendo a la vida real; porque éste es el punto decisivo. Al estudiar todas las teorías que acabo de exponer, deberán por lo mismo confrontarse con los hechos mismos y con la vida práctica. Cuando se conforman con la realidad, pueden adoptarse; si no concuerdan con ella, debe sospecharse que no son más que vanos razonamientos”. Cita que encuentran en el capítulo IX de la obra “Ética a Nicómaco”.

De “Así habló Zaratustra” de Friedrich Nietzsche, elegí un párrafo de uno de mis capítulos preferidos, titulado “De las moscas en la plaza”: “Sus almas mezquinas se ocupan mucho de ti. ¡Los tienes preocupados! Lo que mucho ocupa, termina por preocupar. Te castigan por todas tus virtudes. En el fondo solo te perdonan tus yerros”. Por cierto, también en los escritos de la filósofa Ayn Rand encontré una idea similar. Al final, el “último hombre” envidia las virtudes y los éxitos de aquél que no necesita más aprobación que la propia.

Del discurso de John Galt en “La rebelión de Atlas” de la ya mencionada Rand, copio los siguientes pasajes: “La felicidad es el estado exitoso de la vida… La felicidad es el estado de conciencia que proviene del logro de los propios valores… el ser humano es un fin en sí mismo, existe para sí mismo, y el logro de su propia felicidad es su más alto propósito moral… La felicidad es un estado de alegría no contradictoria, una alegría sin pena ni culpa, una alegría que no choca con ninguno de tus valores y que no te lleva a tu propia destrucción…”.

Apenas comienzo y ya acabé con los caracteres con los que cuento. Sin embargo, este cuento apenas comienza. Espero que ustedes vivan pronto su propia odisea, su propia introspección. El viaje más importante que toda persona puede hacer.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de mayo de 2011. La imagen la bajé de la Internet.

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