Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

9.02.2013

La impune CICIG



La filosofía y el periodismo tienen un propósito similar: la búsqueda de la Verdad. La filosofía busca las respuestas a las preguntas que nos hacemos en lo que respecta a la realidad, el lugar propio dentro de esa realidad y nuestra relación con los otros. El periodismo busca establecer la Verdad de los hechos que impactan a la mayoría de miembros de la sociedad. El periodismo responde al qué, cómo, dónde, cuándo, quién, cuánto… La filosofía nos explica el por qué y el para qué. Ambas son disciplinas necesarias para la vida del ser humano.

En lo que ha hechos trata, los miembros de la CICIG han mostrado que su fin no es fomentar la justicia. Lo que les interesa es condenar a cualquiera (menos a sus aliados, a sus amigos ideológicos y a quienes ejercen el poder) para presentar resultados ante sus jefes en Nueva York. Para alcanzar tal meta, han intimidado a testigos (sobran denuncias al respecto en la PDH), han comprado los testimonios de los colaboradores eficaces, han extorsionado a los acusados para que se declaren culpables… Ha llegado a tal extremo su prepotencia, que hasta al actual Presidente de la CC, Héctor Hugo Pérez Aguilera, intentaron corromper. Es lamentable que los magistrados no lo denunciaron antes, y que Francisco Dall’Anese haya protegido al responsable, Thomas Pastor. ¿O es que este último solo cumplía órdenes?

Entiendo a las personas bienintencionadas, aunque poco informadas (o mal informadas), que promovieron y respaldaron este experimento de la ONU destinado al fracaso. Pero, lo que no entiendo es la necedad de algunos de continuar apoyando a un ente que probó, nuevamente, lo cierta que es la aseveración de Lord Acton de que “el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. El problema va más allá de quién está al frente de la CICIG: el problema es que actúan por encima de la Ley. El problema es el sistema.

El pasado miércoles 28 de agosto se cumplieron 50 años del célebre discurso de Martin Luther King Jr. titulado “I have dream”, del cual reproduzco unas líneas que expresan mi sentir, y el de muchos, en lo que respecta a nuestro país: “... nos rehusamos a creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación… hemos venido a cobrar este cheque… que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia".

Quienes entendemos lo que implica ser mandantes, que no somos serviles a los gobernantes ni a los arrogantes burócratas internacionales, debemos exigir que acabe esta insensatez, y que los diputados cumplan con su deber de derogar toda la legislación arbitraria, contraria a la Constitución, que nos aleja de un verdadero Estado de Derecho. Los decretos que han aprobado irresponsablemente, ya sea presionados o comprados, que ya no deben ser tolerados por los habitantes de Guatemala que, además, los mantenemos a ellos y a la burocracia en general. Comiencen con el Decreto 35-2007 que dio vida a la CICIG.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de septiembre de 2013.

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4.29.2013

La nueva censura




La censura actual es practicada por grupos políticamente correctos integrados por gente que vive de los tributos de las personas productivas, creadoras de riqueza. Es la censura de los burócratas estatales, nacionales e internacionales, que quisieran que solo se expresaran aquellos que van a estar de acuerdo con ellos. Parte de quienes ejercen la censura moderna son militantes en grupos de presión que se mantienen del aporte que les hacen a su causa (vivir la vida de la gauche caviar sin fronteras) los burócratas internacionales que deciden el destino de los impuestos de sus connacionales.

Hay que agregar a la lista de censores a los sujetos cuya frustración acumulada a lo largo de su vida los hace reaccionar frenéticamente contra quienes piensan diferente a ellos, que viven una vida plena y feliz y no temen decir lo que piensan aunque luego sean atacados de manera ad hominen por quienes no toleran la verdad y prefieren vivir una farsa.

“Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla”, afirmó Manuel Caballero Bonald al recibir el Premio Cervantes el pasado martes 23 de abril. Un consejo que nos queda como anillo al dedo por todos aquellos que quisieran que nos calláramos. Sobre todo si al hacerlo vamos en contra de lo sostenido por los poderosos, o no nos dejamos manipular por los aprovechados que viven de la tragedia de otros y se dedican a alimentar el odio y el resentimiento de algunos.

Usura, que rima con censura y, siendo Caballero Bonald un poeta, me parece perfecta para describir las intenciones reales de los buscadores de rentas que lucran del dolor ajeno y se valen de las necesidades de otros para avanzar su agenda política. O tratar de aplacar su amargura y su complejo de perdedores. “Solo la palabra libre puede sacudir letargos y remover conciencias”, afirmó el Príncipe Felipe de Asturias en la entrega del premio a Caballero Bonald. Un comentario certero. Por eso hay quienes detestan que se les diga en la cara que están equivocados. Que mienten.

Pero, a mi parecer, el argumento más despreciable del porqué no debemos opinar es el de los abogados arrogantes que consideran que son los únicos que saben de Derecho, apoyados por mal llamados ciudadanos cuya mente servil les permite tragarse este cuento. Todo ciudadano que se precie de serlo debe conocer qué es el Derecho, tema desconocido por muchos positivistas jurídicos. Y, sobre todo, debemos defender nuestros derechos. “El final de nuestras vida comienza el día que decidimos guardar silencio sobre las cosas importantes”, dijo Martín Luther King Jr.

Hoy, más que nunca, no hay que callar ni temer al debate que espero se mantenga al nivel de una discusión, a pesar y sin importar la intensidad de la misma o las falacias a las que suelen apelar tantos. Que no se recurra a actos criminales por parte de nadie. Que no corra peligro la integridad de ninguno de los que participan en la disputa. Que la vida de todos sea respetada. Que la violencia sea la única censurada.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de abril de 2013.

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