La censura actual es practicada por grupos políticamente correctos integrados por gente
que vive de los tributos de las personas productivas, creadoras de riqueza. Es
la censura de los burócratas estatales, nacionales e internacionales, que
quisieran que solo se expresaran aquellos que van a estar de acuerdo con ellos.
Parte de quienes ejercen la censura moderna
son militantes en grupos de presión que se mantienen del aporte que les hacen a su causa
(vivir la vida de la gauche caviar sin
fronteras) los burócratas internacionales que deciden el destino de los
impuestos de sus connacionales.
Hay que agregar a la lista de censores a los sujetos cuya
frustración acumulada a lo largo de su vida los hace reaccionar frenéticamente contra
quienes piensan diferente a ellos, que viven una vida plena y feliz y no temen
decir lo que piensan aunque luego sean atacados de manera ad hominen por
quienes no toleran la verdad y prefieren vivir una farsa.
“Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes
pretenden quitárnosla”, afirmó Manuel Caballero Bonald al recibir el Premio
Cervantes el pasado martes 23 de abril. Un consejo que nos queda como anillo al dedo por todos aquellos que
quisieran que nos calláramos. Sobre todo si al hacerlo vamos en contra de lo sostenido
por los poderosos, o no nos dejamos manipular por los aprovechados que viven de
la tragedia de otros y se dedican a alimentar el odio y el resentimiento de
algunos.
Usura, que rima con censura y, siendo Caballero Bonald un
poeta, me parece perfecta para describir las intenciones reales de los
buscadores de rentas que lucran del dolor ajeno y se valen de las necesidades
de otros para avanzar su agenda política. O tratar de aplacar su amargura y su
complejo de perdedores. “Solo la palabra libre puede sacudir letargos y remover
conciencias”, afirmó el Príncipe Felipe de Asturias en la entrega del premio a
Caballero Bonald. Un comentario certero. Por eso hay quienes detestan que se
les diga en la cara que están equivocados. Que mienten.
Pero, a mi parecer, el argumento más despreciable del porqué
no debemos opinar es el de los
abogados arrogantes que consideran que son los únicos que saben de Derecho,
apoyados por mal llamados ciudadanos
cuya mente servil les permite tragarse este cuento. Todo ciudadano que se precie
de serlo debe conocer qué es el Derecho, tema desconocido por muchos positivistas jurídicos. Y, sobre todo,
debemos defender nuestros derechos. “El final de nuestras vida comienza el día
que decidimos guardar silencio sobre las cosas importantes”, dijo Martín Luther
King Jr.
Hoy, más que nunca, no hay que callar ni temer al debate que
espero se mantenga al nivel de una discusión, a pesar y sin importar la
intensidad de la misma o las falacias a las que suelen apelar tantos. Que no se
recurra a actos criminales por parte de nadie. Que no corra peligro la integridad
de ninguno de los que participan en la disputa. Que la vida de todos sea
respetada. Que la violencia sea la única censurada.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 29 de abril de 2013.Etiquetas: autocensura, censura, derechos individuales, Felipe de Asturias, gauche caviar, libertad de expresión, Manuel Caballlero Bonald, Martin Luther King Jr., Premio Cervantes, violencia