Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

12.19.2016

Fábrica de leyes



Uno de los principales problemas que enfrentan en la actualidad los medios de información tradicionales, es esa manía de la mayoría de sus miembros de confundir las leyes con la legislación y creer que al Congreso hay que evaluarlo por la cantidad de decretos que emitan los diputados, sin importar las consecuencias en el largo plazo que acarrean estos decretos. Nuevos decretos cuyo objetivo es crear más regulaciones que lo único que logran es debilitar aún más las pocas normas que merecen ser llamadas leyes. Un mal hábito que repiten año con año, en particular por estas fechas.

El error de creer que el Organismo Legislativo es una especie de fábrica de leyes, que rara vez cumplen con las condiciones para serlo efectivamente, promueve el estatismo y la intervención y, contrario a lo que muchos sostienen, esa incontinencia legislativa a los únicos que favorece es a los gobernantes y sus cómplices, ya sean estos últimos miembros de grupos de presión influyentes o familiares y amigos de quienes ejercen el poder.

Un Estado de Derecho, dentro del contexto republicano, está basado en la igualdad de todos ante la ley. Por eso, las leyes deben de ser universales, abstractas, impersonales y pocas para que sean conocidas y obedecidas. Las leyes deben aplicarse a todos por igual, mandantes y mandatarios, estos últimos todavía llamados por la mayoría gobernantes. Ninguno de los decretos legislativos, no importa cuántos sean ni quiénes los propongan, que promuevan la violación de los derechos individuales de unos, con la excusa de beneficiar a otros, pueden ni deben ser llamados leyes, porque estos son contrarios a la igualdad mencionada que asegura la vida, la libertad y la propiedad de todos sin distinciones de ninguna clase.

Sin embargo, en los tiempos actuales, aunque mucha gente engaña y se engaña creyendo que vivimos dentro de una república, la realidad es que hay pocas leyes y mucha legislorrea. Y esta última ahogando, poco a poco con cada nueva regulación que es aprobada, a las primeras. Acabando con la efectividad de las leyes y, de paso, con nuestros derechos individuales que quedan a merced de los caprichos de los poderosos y sus secuaces.

En lugar de promover la emisión de más legislación, debemos exigir la desregulación: la eliminación de todos aquellos decretos que les han permitido a los gobernantes adquirir más y más poder. Poder que es el origen de la corrupción, como bien lo enfatizó el célebre Lord Acton, con su hoy aún más célebre frase: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente”. Si queremos vivir en una sociedad donde imperen la paz, el respeto y la justicia, en la cual podamos convivir, compartir e intercambiar sin la intervención arbitraria de terceros, exijamos a los diputados que legislen menos y fiscalicen más.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 19 de diciembre de 2016.

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12.14.2009

Los Musa


Desde el 11 de mayo de este año, la noticia más comentada en Guatemala es el asesinato de Rodrigo Rosenberg, acaecido un día antes: el día consagrado a celebrar a las madres. Esas progenitoras que, parece, le hacen falta a muchos de los que ejercen el poder en nuestro país. O tal vez la mayoría de ellas, ante las eminentes joyitas de hijos que parieron, prefieren permanecer en el anonimato. Sin embargo, este crimen que se hizo mundialmente célebre debido a la declaración pública que dejó grabada en un video la calaca (como lo llamaron despectivamente los sicarios contratados para matarlo), que debía ser difundida en caso de su muerte, hecho que se dio apenas tres días después, es consecuencia de otro asesinato, doble asesinato, perpetrado unas semanas antes. Me refiero al caso de los Musa.

Khalil Musa y su hija Marjorie Musa fueron asesinados el 14 de abril de 2009. Rosenberg, a partir de esa fecha, se dio a la tarea de averiguar cuáles fueron los motivos y quiénes eran los responsables de la muerte violenta de dos personas a quienes apreciaba, tal y como atestiguan aquellos que los conocieron. No sabía en el lío que se metía, el cual le iba a costar su propia vida. Los descubrimientos que hace el abogado asesinado, confirman lo que ya sabíamos, y eso que apenas muestran una pequeña parte de toda la porquería que circula desde las más altas esferas del poder, hasta toda la red de achichincles necesaria para que unos pocos se enriquezcan a costa del resto.

El asesinato de Rodrigo Rosenberg es sólo una consecuencia del asesinato de los Musa. ¿Por qué somos muy pocos quienes todavía recordamos éste hecho? ¿Por qué Carlos Castresana, el todopoderoso jefe de la CICIG, lo ignora flagrantemente y con excusas poco creíbles hace caso omiso de la denuncia de Rosenberg? ¿Por qué el Presidente Álvaro Colom conoce intimidades sobre un crimen en el cual él es uno de los acusados? ¿No es esa una tremenda falla en cualquier proceso de investigación? ¿Será por eso que se congratula con el trabajo de Castresana y lo apoya? Al fin, a Castresana sólo le interesa mantener su puesto y distraer a la afición chapina, algo fácil de lograr.

Y mientras, en el país del eterno caos y la perenne agonía, Colom amenaza con despedir burócratas que, si lo analizamos racionalmente, sería un alivio para los tributarios, ya que una gran cantidad de personas están contratadas para pagar las facturas de la campaña política, porque son familiares de algún polítiquero en el ejercicio del poder o son parte de la red de ladrones ya mencionada que saquean nuestros bolsillos todos los días amparados en la legislación casuística que impera en Guatemala. Legislorrea, como la llamó Voltaire, que abunda por estos lares y cuyo único objetivo es darles más discrecionalidad a los gobernantes. Darles más poder que suelen utilizar para violentar nuestros derechos y enriquecerse a costillas de la gente laboriosa y respetuosa.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 14 de diciembre de 2009.

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