Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.18.2018

Los cocineros de la pobreza



Los cocineros de la pobreza son los burócratas de los organismos supranacionales, con sus recetas de siempre (poco innovadoras, con cambios superficiales e inocuos), cuyo verdadero propósito es asegurar el menú de políticas públicas que les permite vivir la buena vida a costa del hambre de aquellos que sufren las consecuencias de sus fórmulas para preservar la miseria de muchos e impedir la mejora en la calidad de vida de la mayoría.

Recetas que ejemplifican a la perfección el efecto Lampedusa, también conocido como gatopardismo (inspirado en la novela Gattopardo de Giuseppe Tomasi, Príncipe de Lampedusa), filosofía política de quienes piensan que es preciso que algo cambie para que todo siga igual. Consiste en hacer las cosas de modo que algo varíe para que lo demás permanezca idéntico. En otras palabras, se fundamenta en promover reformas cosméticas e inútiles, cuyo objetivo es distraer la atención de la gente para mantener los privilegios de los gobernantes, los burócratas (nacionales y supranacionales) y los grupos de presión.

Los mejores representantes de estos especímenes los encontramos en organismo tales como el FMI, BM, ONU…, etcétera. Personajes que constantemente visitan nuestro país para ofrecerles a los gobernantes de turno el mejor de los negocios: préstamos cuyo dinero gastan ellos y los pagamos el resto, o sea, los tributarios. Seres insensibles ante el dolor de los demás, que se aprovechan de las tragedias, como lo hemos visto recientemente en Guatemala, para endeudar más a quienes pagamos los impuestos que mantienen a quienes ejercen el poder y los que viven del discurso del Divino Estado, ellos incluidos.

¿Qué obtienen los burócratas de organismos supranacionales al otorgar préstamos a los gobernantes? Es evidente que logran conservar una existencia acomodada, algunos con lujos inimaginables para quienes los mantienen, sin necesidad de correr riesgos ni competir con otros, sin sufrir penas ni esforzarse para producir un bien o brindar un servicio demandado. En resumen, para vivir plácidamente a costa del trabajo de otros.

¿Cómo obtienen el dinero que les permite esa vida confortable y cuánto se embolsan? Entre otros, además de sus altos salarios (libres de pago de impuestos en su mayoría), por medio de los llamados fondos no reembolsables y las asignaciones destinadas a consultorías, evaluaciones, seguimientos… y elaboración de informes que casi nadie lee y no sirven para nada más que mantener el estatus quo del sistema estatista e intervencionista, pero que les aseguran una sustanciosa tajada de los altruistas préstamos.

Al final, somos el resto quienes pagamos las consecuencias nefastas de estas medidas. Nosotros, la mayoría que tenemos un trabajo productivo, el cual logramos conservar con mucho esfuerzo, junto con los empresarios que todavía se atreven a arriesgar su capital. Somos nosotros quienes sostenemos a los improductivos burócratas supranacionales, que con sus propuestas, salvo contadas excepciones, terminan obstruyendo el progreso y fomentando la miseria de la cual viven.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 18 de junio de 2018

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4.18.2016

El "sentido común" del parásito



Si le parece demasiado fuerte llamar parásitos a quienes viven del esfuerzo mental y físico de otros, los puede llamar gorrones, porque al final la conclusión es la misma: son buscadores de rentas que pretenden vivir a costa del trabajo de los demás. Es irrelevante el discurso que utilicen para alcanzar sus objetivos: ¿ayudar? a los pobres (con el dinero de otros), el argumento resentido en contra de la riqueza o la falaz explicación a la supuesta injusticia en la desigualdad de rentas y patrimonios.

La proliferación de estos parásitos, a los que les encanta vivir cómodamente a expensas de los tributarios, no es sólo un fenómeno de índole nacional. Es un fenómeno mundial. Los encontramos por todos lados, ya sea en la burocracia estatal nacional o en la burocracia de los organismos internacionales y supranacionales. Tanto los funcionarios nacionales como los miembros de entes como la ONU, el FMI, el BM, la CEPAL… se dedican primordialmente a promover más impuestos, sin importarles el daño que le hacen en el largo plazo a todos los demás, en especial a los más pobres.

Debemos identificar las intenciones REALES de estos personajes. Repito: ellos también viven de los impuestos que nosotros pagamos. Todos los funcionarios de estas instituciones internacionales son mantenidos por los gobiernos de los países que forman parte de dicha organización. Lógicamente, el sentido común de esta gente se enfoca en ver cómo logran los gobernantes de tales países exprimir más a los tributarios. Son en general, con contadas excepciones, gente que no tiene la menor idea de lo que implica crear riqueza. El colmo de la ironía es que esta gente que despotrica en contra de los paraísos fiscales y en contra de aquellos que quieren proteger su dinero legítimamente ganado de sus garras,  NO PAGAN IMPUESTOS.

¿Cómo llegaron a acumular tanto poder los parásitos de las burocracias estatales, nacionales y supranacionales? Poder que les permite perseguir y condenar a los creadores de riqueza con el objetivo de apoderarse de lo que otros se han ganado para vivir ellos como reyes sin nunca haber sido gente productiva ni generadores de empleo productivo. ¿Por qué la mayoría se queda callada mientras una minoría celebra tal violación a los derechos individuales de quienes han hecho el esfuerzo mental y físico por mejorar su calidad de vida y la de sus seres queridos, siendo exitosos en las tareas que han elegido? Que, además, en el proceso de alcanzar sus objetivos han ayudado a otros a conseguir los propios creando, repito, trabajos productivos.

Como señala Ricardo Rojas, debemos denunciar y combatir a la ineptocracia que predomina en el ámbito estatal: “Una forma de gobierno en el que los menos aptos para liderar son elegidos por los menos capaces de producir, y en el que aquellos miembros de la sociedad menos capaces de sustentarse a sí mismos o de triunfar son recompensados con bienes y servicios procedentes de la riqueza que le ha sido confiscada a un número cada vez menor de productores”.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de abril de 2016.

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6.10.2013

Paraíso, infierno, paraíso…



Un grupo de burócratas franceses opinan que Guatemala es un paraíso fiscal, porque en nuestro país todavía se cumple con el debido proceso en lo que a la privacidad en el manejo de las cuentas bancarias trata. Y como los franceses, por otro lado, viven en un infierno fiscal, les parece injusto que nosotros gocemos de una buena parte, aunque cada vez menor, de lo que nos hemos ganado.

¿Cuándo van a denunciar a los paraísos fiscales que son la ONU, el FMI, el BID, la OEA…? Ellos sí viven en la gloria y a costillas de quienes pagamos impuestos. Lo que, irónicamente, ellos no hacen. Ni crean riqueza, ni pagan impuestos. “¿A cuenta de qué?”, dirán, si solo los empresarios que arriesgan y los trabajadores productivos generan ganancias. Lo cual es cierto: en el caso de los burócratas estatales, nacionales e internacionales, dentro del contexto impositivo que castiga al creador, no existe un motivo generador de tributos ya que no producen nada, solo gastan.

¿En cuál círculo del Infierno de Dante deberían estar estos personajes y sus coristas? Suelen ser lujuriosos y por la redondez de sus vientres concluyo que reverencian a la gula. Pero, sin duda, merecen estar en un círculo más abajo en este célebre canto. ¿Será en el círculo cuarto? Son tipos que acumulan fortunas sin arriesgarse ni trabajar, y que fácilmente despilfarran lo que es de otros en una vida de apariencias caracterizada por viajes a lugares exóticos, exquisitos banquetes y una vida propia de los reyes de antaño y su corte.

Suelen ser iracundos y perezosos, sobre todo los líderes de presión que son amigos íntimos de los burócratas de los organismos internacionales, los cuales suelen privilegiarlos en sus corazones y regalarles parte del dinero que han expoliado a aquellos que legítimamente lo habían ganado. Lo anterior los sitúa en el quinto círculo. Sin embargo, también son violentos y creen que sus intereses están por encima de los derechos individuales del resto. Son capaces de tomar a la fuerza lo que no es de ellos, amenazar a los gobernantes con medidas de hecho si no se les complace, y violentar a los demás. Ya vamos por el séptimo círculo.

¿Y si el peor de sus crímenes es el fraude? ¿La traición? ¿El octavo círculo? ¿El noveno círculo? Engañan a los más pobres haciéndoles creer que trabajan para ellos, convenciéndolos de que si los eligen y les otorgan más poder, pasaran de vivir una existencia miserable a una vida plena pagada por otros. Una historia en la cual los únicos que se enriquecen son aquellos que se sientan en el trono, sus familiares y sus amigos. Su círculo cercano que, junto con ellos, terminarán en una bolgia.

La verdadera felicidad que convierte nuestra vida en un paraíso se logra al alcanzar nuestros valores. Y estos se conservan siendo responsables, productivos y respetuosos de la vida, la libertad y la propiedad de los demás. El paraíso es dormir con la conciencia tranquila: no deberle nada a nadie. Algo que los gorrones nunca entenderán.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de junio de 2013.

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