Según el Diccionario de la Real Academia Española, parlanchín es un adjetivo coloquial que describe a alguien que habla mucho y sin oportunidad, o que dice lo que debía callar. Todos, alguna vez, caemos en esa tentación de decir cosas de más. Y luego, en la mayoría de los casos, nos arrepentimos de las
metidas de pata. En especial cuando nos damos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones y, aún peor, somos nosotros los principales afectados por nuestros errores: pagamos un precio por estos. Y en el camino, a cuánta gente que no tiene
vela en el entierro, a pesar de su cercanía con nosotros, nos la pasamos llevando entre las pezuñas. Pero, ni modo, a palabra dicha no hay quite.
Sin embargo, es difícil que aprendamos las lecciones detrás de esos errores que cometemos en nuestro caminar por la vida, cuando los efectos de nuestra naturaleza falible, sobre todo los negativos, los pagan cualquier cantidad de rostros desconocidos. Y, lamentablemente, la anterior es la permanente situación en la esfera pública. Con muy escasas excepciones que sólo confirman la regla.
Cuando los gobernantes se equivocan, sin importar sus
buenas o
malas intenciones, quienes pagamos los
platos rotos somos nosotros, los gobernados. Y de todos, los más afectados son los tributarios que soportan sobre sus hombros el Presupuesto Nacional, que no es otra cosa que la ubre de la cual maman miembros de los grupos de presión (puros gorrones), y la burocracia incalculable del abstracto
Estado: nadie sabe a ciencia cierta a cuánta gente emplea el gobierno. Eso sí, todos cobran su salario u honorarios,
Misterios de los ministerios. Y también del Legislativo y del Judicial. Ninguno se salva.
A muchos les pagan prácticamente por
pelaticar, tomar café y viajar. Y dentro de este
sector, nos topamos con los diputados al Parlamento Centroamericano. Por cierto, muy bien escogido el nombre pues, al fin, a eso se dedican: a parlar. Más allá de las supuestas metas de este ente inservible, despreciado y oneroso, el mismo sólo ha servido como refugio de criminales.
La verdadera integración de la región no se va a dar por decisiones políticas.
Esa integración será una realidad cuando se respete el elemental derecho individual a la libre elección. Sí: a nuestra libertad de elegir dónde vivir, con quién compartir nuestra vida, qué bienes y servicios adquirir y a quiénes comprarlos. Nuestra libertad de dedicarnos a aquella actividad que mejor sirve, según consideraciones personales, a la consecución de nuestros fines individuales. En fin,
la eliminación, entre otras cosas,
de las barreras artificiales llamadas fronteras.
Por eso, y más, me alegró muchísimo la decisión de los magistrados de la actual Corte de Constitucionalidad de suspender de forma provisional (ojalá sea confirmada en la sentencia definitiva), la elección de diputados al Parlacen. Menos impunes parlanchines que debemos mantener a cuerpo de rey.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 28 de mayo de 2007.