Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

9.25.2017

Los corruptistas



Se parecen a los extorsionistas. Acusan a quienes no coinciden con ellos en su supuesta lucha contra la corrupción de pertenecer a oscuras organizaciones criminales, de ser parte de la oligarquía explotadora, de ser corruptos… y de cualquier sandez que se les ocurra a sus emotivas cabecitas. ¡Ah! Quiero mencionar la ridícula ocurrencia de acusar a quienes cuestionan los abusos por parte de miembros de la CICIG de vendidos al ¿Mariscal Zabala? O sea, a un edificio inanimado, en lugar de tener al menos los cojones de mencionar a Otto Pérez Molina y a otros que lo acompañan en el mentado cuartel convertido en cárcel. En fin, una sarta de tonterías y falacias que no intentaré listar ya que rebasan el espacio de cualquier artículo de tamaño promedio.

En mi caso, pues SÓLO me hago responsable de lo que YO digo y de lo que YO hago y NO de lo que otros interpreten y menos de lo que digan que dije o hice, dejo CLARO que estoy en contra de TODO abuso de poder, independientemente de quién sea el señalado, y sus consecuencias que INCLUYEN la corrupción en sus distintas expresiones. Hecho que es obvio para quienquiera que haga el esfuerzo mental por aclararse las ideas y para aquellos que han seguido mi trayectoria en los diecinueve años que llevo de ejercer el periodismo.

No me amedrentan los bullies. A estos los enfrento dando la cara y el nombre, si ellos también los dan. A los que actúan en las redes sociales por medio de cuentas falsas, escondiéndose detrás de seudónimos, los ignoro. Al final, son cobardes que sólo pueden actuar en mara o en el anonimato, pero en el momento que alguien se les planta y los expone como lo que son, irracionales resentidos, se achicopalan y no les queda más que recurrir al insulto. Pobre la gente que les hace el coro y terminan convirtiéndose en los peones de los saqueadores de los grupos de presión.

Comparto la opinión de Fernando Savater de que muchos de los más críticos con la corrupción, en especial si sólo se han dedicado a la política, no se indignan por integridad, sino por deshonestidad contrariada: no perdonan a los corruptos haberse aprovechado de una ocasión que a ellos no se les ha ofrecido. “Entre los que van a la puerta de los tribunales a chillar contra los encausados hay algunos personalmente perjudicados, sin duda, pero creo que la mayoría van como maletillas olvidadas, a pedir una oportunidad…”. No buscan limitar el ejercicio del poder arbitrario de los gobernantes y funcionarios. Por el contrario, esperan ampliarlo con la esperanza de que algún día sean ellos quienes lo ejerzan.

Pero, a fin de cuentas, no es a ellos a quienes me dirijo en mis escritos y mis programas. A mí me interesa reflexionar e intercambiar ideas con personas que, como yo, buscan la verdad, que son honestas y quieren vivir en una sociedad donde prevalezca la justicia y el respeto mutuo. Personas productivas que no pretenden vivir a costa de nadie y que cada vez tienen más claro que debemos limitar el poder para acabar con la corrupción y los abusos en general.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de septiembre de 2017.

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9.18.2017

El árbol de la corrupción



De poco sirve podar las hojas del árbol de la corrupción, si este no se arranca de  raíz. De poco sirve cuántos terminan presos, si no se acaba con el origen de la corrupción. Al final, todos terminamos presos de la corrupción, incluidos aquellos que creen que ignorando la realidad todo lo malo que en ésta encuentran va a desaparecer.

¡Ilusos! El ser humano puede ELEGIR actuar contradictoriamente y falsear los hechos, desvirtuarlos, ignorarlos… Pero lo que NO podemos evitar son las consecuencias de esa desacertada decisión. Y, lamentablemente, dentro del sistema político actual no sólo ellos se hacen daño, sino también se lo hacen al resto, aún a quienes valientemente aceptan el reto de buscar la verdad y dar la batalla de las ideas.

La corrupción ha existido desde siempre. Pero, ¿qué es la corrupción? Según el Diccionario de la Lengua Española (DLE), en su cuarta acepción, es la práctica consistente en la utilización de las funciones y los medios de las organizaciones, especialmente las públicas, en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.

Para el filósofo español Fernando Savater, la corrupción consiste en aprovechar la preeminencia social que otorga un cargo público en beneficio propio, personal o partidista, en lugar de en servicio de la comunidad. Según Savater: “Las motivaciones de los corruptos para legitimar a sus propios ojos las fechorías que cometen deben abarcar un amplio registro. En primer lugar, van aquellos para quienes aprovecharse de todo, por poco que sea, es casi una ley moral... Luego están los que creen que prestan servicios tan destacados a la comunidad que se lo merecen todo y más… hay otros que han nacido para el embrollo y la tropelía, para los que la deslealtad es un mórbido placer aunque arriesguen más de lo que pueden obtener: en una palabra, que ‘pagarían por venderse’, como dijo Flaubert”. En resumen, frente al poder, hasta el más honesto se puede corromper, porque falsean el autocontrol por bienintencionado que sea.

¿Se puede acabar con la corrupción? Sí. Entonces, ¿cuáles son los barrotes que nos impiden salir de esa cárcel? Las reglas del juego que los constituyentes y los legisladores nos han impuesto desde 1945. Reglas que pueden y DEBEN ser cambiadas radicalmente, si es que de verdad queremos liberarnos de la corrupción y sus consecuencias. Al fin, la misma corrupción es sólo un resultado más de ese sistema de incentivos perversos al cual hago mención.

¿Por qué es un sistema de incentivos perversos? Porque premia las malas acciones y castiga las buenas. Promueve la corrupción y destruye la moral de la gente. Es un sistema en el que se admira a quien se sale con la suya y acostumbra a mentir y engañar para subsistir. El estatismo intervencionista, que otorga más poder discrecional a los gobernantes, es el origen de la corrupción. Y más intervención estatal no resuelven los problemas: los agrava y, además, facilita la corrupción.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de septiembre de 2017.

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