Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.09.2017

Los "amos" del intervencionismo



Son aquellos que creen que sus elecciones son mejores que las nuestras, y por tanto deben imponernos sus valores y limitar nuestra libertad. En otras palabras, hacernos sus esclavos, en mayor o menor medida, pero esclavos. Cuán sujetos a la voluntad de estos amos estemos dependerá de cuánto intervengan en nuestras vidas. Es patético cuando esa intervención es voluntariamente aceptada, sin coerción legal, pero es detestable cuando es impuesta por medio de legislación antojadiza promovida por los politiqueros y los líderes de los grupos de presión.

Los amos del intervencionismo son aquellos que creen que el gobierno, en nombre del abstracto Estado, debe decidir qué podemos hacer con nuestras vidas. Consideran que son estos hombres con alma de dictador, los que deben decidir qué podemos comer, qué podemos beber, con quiénes nos podemos casar y hasta cuánto podemos disfrutar del fruto de nuestro esfuerzo. Ellos deciden a quiénes debemos ayudar, qué tipo de trabajo debemos hacer, cuántas horas y cuántos días podemos trabajar, qué música debemos escuchar, qué libros debemos leer…
                                                                                                                               
Los amos del intervencionismo pretenden que los otros vivamos sus vidas. ¿Será un problema de autoestima el que impulsa a esta gente a imponer sus elecciones personales a los demás? ¿Por qué no se dedican a vivir sus vidas y a cosechar los frutos de sus acciones, cualesquiera que estos sean? ¿Por qué necesitan que todos vivamos tal y como ellos creen que se debe vivir? ¿A qué temen quienes cuestionan las decisiones de los demás cuando estas decisiones no coinciden con las de ellos? Más aún, ¿cuándo las decisiones de los otros no violan sus derechos individuales?

Existen varios tipos de amos del intervencionismo. Desde los que resienten la riqueza y buena fortuna de otros, hasta los que maldicen las decisiones que otros se atreven a tomar en búsqueda de su felicidad, porque ellos no tienen la valentía de enfrentarse a sí mismos y elegir lo que los hace felices por encima de lo que los demás esperan de ellos. Les preocupa más la opinión de otros, que su interés propio.

La mayoría de los amos del intervencionismo son hipócritas. Rara vez cumplen con las imposiciones que reclaman para el resto de miembros de la sociedad. Les encanta repartir las posesiones de otros, y en la mayoría de los casos, los amos del intervencionismo, se quedan con una buena parte de la riqueza que dicen repartir. Dicen defender a la familia tradicional, los indigna la infidelidad, despotrican contra los homosexuales, pero… en secreto y con miedo al qué dirán, viven vidas ajenas a las que pregonan como las ideales.

Cuando alguien les señala como lo que son, dictadores, en lugar de argumentar recurren a falacias. Identifíquelos y señálelos. Defienda su derecho a decidir sobre su vida y sus bienes. Si se equivoca, asuma su responsabilidad y aprenda la lección. Piense por usted y busque lo que le es beneficioso. No se deje intimidar por los amos del intervencionismo.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de enero de 2017.

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2.10.2014

¿Secreto o proceso?



Un fantasma recorre Europa… y América… y Asia… y África… y Oceanía… y... Es el fantasma del estatismo. Un fantasma de carne y hueso que no solo espanta: actúa para extender sus tentáculos a las profundidades más íntimas de las cuentas bancarias de la gente productiva, creadora de riqueza, para apropiarse de lo que no es suyo: de aquello que NO le pertenece porque no se lo ha ganado. Pertenece a otros, al igual que todo lo que ha gastado hasta hoy: todo se lo ha apropiado. Cada día que pasa son menos los lugares donde se puede invertir con tranquilidad y seguridad. Lugares en los cuales se respeten los derechos individuales.

Parte clave de la estrategia de los burócratas que representan a ese fantasmal estatismo son los tratados que suscriben los gobernantes para intercambiar información sobre los nacidos en sus países que hayan decidido emigrar. El objetivo vil de estas acciones emprendidas por las sanguijuelas que están al frente de los Estados es perseguir a sus nativos - una simple cuestión del azar - hasta los confines de la Tierra, para chuparles todo lo que puedan. Por eso, muchos han optado por renunciar a su ciudadanía original y adquirir una nueva. Prefieren abandonar, con toda razón, su país de nacimiento antes de continuar siendo esclavizados por sus gobernantes y todos aquellos miembros de los grupos de presión que surgen dentro del parasitario Estado Benefactor/Mercantilista.

Los mencionados testaferros del Estado, acostumbrados a mentir descaradamente, pretenden hacernos creer que existen barreras a la expoliación, la cual, por cierto, solo favorece a los parasitarios saqueadores y no a quienes utilizan de excusa para el saqueo: a los pobres. Una de las mentiras más usadas es la del supuesto secreto bancario. Al menos en el caso de Guatemala, lo que existe en un debido proceso que deben de seguir los terroristas fiscales de la SAT para conocer sobre el manejo de las cuentas personales y/o empresariales de cualquiera. El objetivo de esta protección es precisamente limitar el ejercicio discrecional y arbitrario de los gobernantes y los burócratas que trabajan a su servicio.

Como bien explicó Ayn Rand: “El derecho a la vida es el origen de todos los derechos, y el derecho a la propiedad es la única manera de implementarlo. Sin el derecho a la propiedad ningún otro derecho es posible. Dado que un hombre debe sustentar su vida por su PROPIO esfuerzo, el hombre que no tiene derecho al producto de su esfuerzo no posee los medios para sustentar su vida. El hombre que produce mientras otros disponen del producto de su esfuerzo es un esclavo… el derecho a la propiedad es un derecho a la acción, como todos los demás: no es el derecho a un objeto sino a la acción y a las consecuencias de producir o ganar ese objeto…Es el derecho a ganar, conservar, usar y disponer de los valores materiales”.

Defiendo mis derechos participando en la más importante de las batallas de nuestra especie: la batalla de las ideas. ¿Usted?


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de febrero de 2014.

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