Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

7.21.2014

Guerra perdida contra los coyotes



¿Será que los gobernantes no aprenden de los errores del pasado porque no son ellos quienes enfrentan sus consecuencias? ¿Estamos condenados a que los repitan? ¿Estamos sentenciados nosotros, los ciudadanos, a pagar por siempre los errores de quienes ejercen irresponsablemente el poder? ¿Hasta cuándo los mandantes vamos a permitir que los gobernantes continúen jugando con nuestras vidas y con nuestro futuro?

Cuando señalo a los gobernantes, me refiero a todos. A quienes gobiernan en Latinoamérica, especialmente en Centroamérica y México, y por supuesto a los que están al frente del gobierno de EE. UU., que desde finales del siglo diecinueve empezaron a abrigar la idea de que podían iniciar, o intervenir, en guerras ajenas. O, lo que es peor, intervenir políticamente en otros países para imponer sus propias agendas, las cuales en la mayoría de los casos ni siquiera benefician a los estadounidenses, además de ser contrarias a los principios republicanos sobre los cuales fue fundada esta, todavía, gran nación que, lamentablemente, se encuentra en proceso de destrucción.

Tengo la esperanza de que los estadounidenses que conocen el legado de los padres fundadores de su nación, y han estudiado cómo la mayoría de elecciones que estos hicieron entre 1776 y 1787 les facilitaron prosperar a partir del siguiente siglo, ganen la batalla de las ideas en su país. Pero mientras, en nuestra región, los ciudadanos dignos, conscientes del fatal camino por el cual transitan nuestros países, debemos oponernos firmemente a las imposiciones de los gobernantes estadounidenses que tienen consecuencias desastrosas para la mayoría de miembros de nuestras sociedades.

¡Cuántas muertes de inocentes se hubieran evitado si no hubiéramos permitido que pelearan en nuestros territorios la guerra perdida contra las drogas! Cuántas muertes de inocentes podremos evitar si no dejamos que nuestros gobernantes nos involucren en la guerra contra los coyotes, la cual nace tan muerta como muerta está la guerra anteriormente mencionada que sigue matando gente ajena.

La crisis actual NO es de la EMIGRACIÓN, en el caso nuestro, o de la inmigración en el caso de los estadounidenses. La tal crisis es un resultado más del sistema político fracasado que nos han heredado nuestros constitucionalistas. Es la prueba definitiva de que el Estado Benefactor/Mercantilista NO mejora la calidad de vida de las personas en el largo plazo. Por el contrario, condena a la mayoría a vivir pobremente cuando se adopta en países donde no hemos tenido la oportunidad de transformar más recursos en riquezas que, además de mejorar la calidad de vida de todos de manera sostenida, nos permita acumular el capital necesario para continuar progresando y beneficiar a quienes son responsables, productivos y respetuosos de los derechos de los otros. Nuestra tragedia se origina en el estatismo, en la corrupción que este facilita, en la criminalidad que tolera y en la miseria que eterniza.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de julio de 2014. La imagen es obra del caricaturista guatemalteco FO. Fue publicada en el diario Prensa Libre.

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7.07.2014

Niño caminante



Camina un rumbo lleno de peligros. Camina decidido en pos de un sueño, dispuesto a enfrentar la pesadilla que va a representar el alcanzarlo. Tiene nueve años. Tal vez tiene doce. O puede ser que ya haya cumplido los quince. Al final, su edad es irrelevante, lo importante es que decidió ser caminante para alejarse de su región de origen. Los motivos pueden ser variados, pero la meta es la misma: llegar a Estados Unidos.

Más allá de si va a trabajar para ganar dinero, o estudiar como algunos quisieran creer, lo único que sin duda sabemos es que va con la esperanza de un futuro mejor al presente que vive en Guatemala, en Honduras, en El Salvador… No obstante, por la abundante evidencia que existe en lo que a las llamadas remesas trata, me atrevo a asegurar que va en busca de ser productivo y ganar el dinero suficiente para satisfacer sus necesidades y enviar todo lo que pueda a sus familiares que dejó atrás al emigrar.

Al llegar a su destino, en lugar de parasitar de los ciudadanos y residente legales de la localidad, acepta las labores que estos no están dispuestos a hacer. Consigue un empleo como agricultor, limpia baños, lava platos… ansía recibir los frutos de su trabajo independientemente de lo que este represente, una vez sea una labor decente. Le importa poco cuántas horas al día trabaje y cuántos días a la semana tenga que hacerlo. Su objetivo es poder reunir lo más pronto posible el capital que le permita avanzar en una sociedad donde todavía lo que la mayoría posee lo ha adquirido a base de su esfuerzo y su ingenio.

Para nosotros, los que nos quedamos, el reto es entender el porqué de tan arriesgada decisión del niño y de sus padres cuando este emprende el viaje apoyado por sus progenitores, lo cual, según sé, no siempre es el caso. Aceptar que si lo hace es porque la alternativa, quedarse en el país en el cual nació, es peor que enfrentar todas las desventuras que van a encontrar en el camino que debe recorrer para llegar a una nación en la cual sus probabilidades de prosperar son mucho mayores que las que brinda su terruño.

Los que nos quedamos, que nos indignamos al enterarnos cómo reciben unos cuantos descendientes de inmigrantes a nuestros compatriotas encerrándolos provisionalmente en jaulas destinadas a animales salvajes, debemos actuar objetivamente, estudiar la raíz del problema y cambiar lo que debemos cambiar si queremos que algún día el país de las infinitas oportunidades sea el nuestro. Aprender que la diferencia abismal entre la calidad de vida de los estadounidenses y nosotros se debe al sistema político que los padres fundadores les legaron. No el actual Estado Benefactor/Mercantilista que algún día puede acabar con la riqueza que tanto les ha costado crear, sino a la auténtica República Liberal basada en un verdadero Estado de Derecho que reconoce como deber primordial de los gobernantes el velar por los derechos individuales de todos: la vida, la libertad, la propiedad y el derecho a buscar la propia felicidad.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de julio de 2014. El "meme" (imagen) la bajé de Facebook. No indicaba el nombre del autor.

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