Candidotes

¡Oh Dios! O quien sea: Buda, Alá o Jehová. A lo mejor, como la moda actual es resucitar a deidades ancestrales (no divas de las elecciones políticas chapinas, sino divinidades antiguas) podrían los que quieran invocar a Zeus, a Amón-Ra o a Itzammá para que los ilumine a la hora de elegir a quién podrá defendernos, como exclamarían los seguidores del Chapulín Colorado.
Todavía no se descarta el elegido. No por nosotros, sino por un ente superior inexplicable para nuestra limitada mente humana, ente que podría ser cualquiera de los todopoderosos ya citados. El hombre marcado, que no necesita ser iluminado para decidir por quién votar porque él es el designado. Aquel que aceptó su misión de cambiar a Guatemala: esa nación (abstracción manipuladora) llena de malagradecidos que no comprenden el sacrificio que implica dirigir las vidas de un montón de gente ingobernable. “Ay, si ese es mi destino lo acepto: me sentaré en la silla de los cuarenta mil millones de quetzales, egresos presupuestados de la susodicha nación: suma que crece año con año. Ocuparé el Palacio, aunque sólo sea para eventos planificados (sic) y recepción de invitados, locales y extranjeros”. Pensará el ungido.
Yo, como si fuera un bicho extraño, he enfadado a más de un ser querido, no digamos desconocidos, que se acercan a mí creyendo que conozco la respuesta a la pregunta que se hacen tantos, ¿por quién votar? Y yo, que les respondo: da igual. Sí, da igual. Tal vez unos roben, abusen y engañen menos que otros (espero que no olviden que cada salvador lleva su rosca que termina convirtiéndose en corona de espinas, pero no del gobernante sino del resto de los habitantes del país). Pero al final todos intentarán hacer funcionar al que es, precisamente, el origen de nuestros problemas: el sistema político imperante desde hace más de seis décadas.
Intento, en muchos casos infructuosamente, convencer a mis interlocutores de que más importante que por quién votar para presidente es para qué votar. ¿Vamos a votar para cambiar el modelito benefactor? Entonces, la elección clave que enfrentamos es la del Legislativo. ¿Quiénes van a ser los próximos diputados? ¿Cuál es su propuesta, y qué ideas las sustentan? ¿Más intervencionismo de los gobernantes en nuestra esfera privada, que incluye más intromisión en nuestros bolsillos? ¿O más libertad para nosotros, los gobernados?
En fin, si hacemos preguntas mal planteadas, poco importan las respuestas a los cuestionamientos que nos hacemos en la esfera pública de nuestras vidas. Las cosas permanecerán casi sin variar: seguiremos siendo cándidos, candidotes, eligiendo a candidatos a reyezuelos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 19 de febrero de 2007.
Etiquetas: candidatos, elecciones, esfera pública, Estado benefactor, Welfare State