Campiña por televisión

¿Quiénes, todavía, les creen a los politiqueros de nuestro país? Digo, fuera de aquellos que esperan su hueso en el Congrueso o en alguna de la infinidad de comisiones, secretarías, ministerios, organizaciones… de la burocracia estatal (enorme y de desconocida dimensión) que mantenemos los tributarios de esta atribulada comunidad tropical, donde abundan los bichos, sobre todo en la campiña política.
Imaginen las utilidades que esperan obtener los contendientes por el ejercicio del poder, que por estas son capaces de rebajarse y arrastrarse en el fango de las campañas negras. Color característico de las contiendas electoreras made en la tierra ocupada hace más de mil años por los mayas clásicos. Por supuesto, no me refiero a los oportunistas de hoy que visten caites Puma y cargan morral Dolce & Gabbana. Por cierto, ¿por qué los progres están tan nerviosos? ¿Les preocupa la eclosión liberal?
Regresando al tema que me ocupa, (o sea, ¿qué buena onda, no? la campispolitik, de compadres y transformers: hoy soy Ferrari, mañana me viste Ferragamo y pasado mañana me transformo en robot con güipil de San Juan Sacatepéquez), los votantes, dentro tanta confusión y decepción, debemos meditar sobre la más importante de las elecciones que vamos a hacer: la elección de quiénes van a integrar el próximo Organismo Legislativo. Sí, lo sé: la decisión esta peliaguda, difícil, espinosa: todo un reto. Pero hay que enfrentarla. Recuerden: al toro por los cuernos.
En nuestra paradójica sociedad, donde la mara (no sólo la Salvatrucha o los de La Dieciocho) quiere vivir mejor pero, por otro lado, muchos no quieren que el cielo celeste les cueste, los que ya nos resignamos y aprendimos que no existe almuerzo gratis (alguien siempre paga) ojalá asistamos a votar cruzado (es vital dividir el poder para limitar los abusos) y por aquellos aspirantes a congresistas que tengan alguna noción de los cambios urgentes que necesita nuestro sistema de normas. Sugiero tomar en cuenta a quienes son postulados por los partidos políticos que tienen pocas posibilidades de aportar el próximo Presidente.
En fin, dejémonos de atormentar con las encuestas de la campiña política. En Guatemala, como en muchos otros países, las elecciones las gana el desencanto. El triunfador termina siendo aquel que no hace promesas ni cree en ellas: el abstencionismo.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de julio de 2007.
Etiquetas: campaña política, candidatos, elecciones, elecciones 2007