Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

3.12.2018

Criptomonedas: la revolución del dinero




El dinero, como casi todos los medios que utiliza el ser humano, ha evolucionado a lo largo del tiempo. Como escribió Arturo Pérez-Reverte: “Cambian los tiempos y las gentes. Cambia nuestra forma de ver el mundo y de vernos a nosotros mismos. A menudo esos cambios son para bien, y nada ha de objetarse a ellos”. El dinero, además de representar la riqueza creada, facilita el intercambio de bienes y servicios. Durante el neolítico lo que la gente hacía era intercambiar directamente los bienes por medio del trueque. Con el pasar del tiempo, optaron por usar, en la mayoría de los casos, piedras preciosas, en especial el oro y la plata, para agilizar el intercambio. En algunas culturas también se utilizaron granos.

Según Heródoto, fue en el siglo VII a.C. que los lidios empezaron a acuñar monedas de oro y plata, las cuales eran garantizadas por aquellos que las acuñaban. El nombre y la confianza que la gente tenía en ellos les permitían competir con los gobernantes que también acuñaban monedas. Los primeros en empezar a usar oficialmente el papel fueron los chinos en el siglo IX, aunque éste ya sea utilizaba desde el siglo VII.

En occidente, los primeros en usar papel moneda fueron los suecos: en 1661 Johan Palmstruch, fundador del Banco de Estocolmo, los entregaba como una especie de recibo para quien depositaba oro u otro metal precioso. Y es así como se empiezan a intercambiar billetes en lugar de los metales que estos representaban, billetes que en ese tiempo estaban respaldados por su “peso en oro”. Y es este el motivo por el cual muchas de estas monedas se conocían como “peso”. Sin embargo, en el siglo veinte el esquema cambió, perdiendo esos “pagarés” o “recibos” el respaldo metálico que antes tenían: hubo una involución, un retroceso, en lo que al dinero respecta.

Hoy, nos encontramos a merced del poder arbitrario de los gobernantes que emiten las monedas llamadas de “curso legal” sin ningún respaldo, más que el del abstracto Estado: que no son otros más que los políticos, en gran parte corruptos, que llegan al ejercicio del poder. No obstante, esto va a cambiar en los próximos años. El dinero como institución, después del traspié del siglo pasado, continúa en este siglo su evolución por medio de las criptomonedas, las cuales con razón son temidas por los gobernantes, todavía desconocidas por la mayoría de personas y vilipendiadas por personas mal intencionadas, ignorantes o sesgadas que hasta del narcotráfico las quieren responsabilizar.

Pero, ¿qué son las criptomonedas? ¿Quiénes la “acuñan”? ¿Qué o quiénes las respaldan? ¿Cómo nos beneficia o afecta la evolución del dinero? ¿Es esta evolución parte de la cuarta etapa de la revolución industrial: de la revolución digital y de la inteligencia artificial? En fin, son un montón de preguntas las que muchos nos hacemos, es especial aquellos que no queremos que nos deje el tren del progreso. Por eso es importante, para aclararnos las ideas, asistir al LiberCon sobre el Bitcoin. Para más información vaya al sitio libercon.gt


Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el lunes 12 de marzo de 2018.

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1.21.2009

No tengo dinero



Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 24 de noviembre de 2008.






Ni nada que dar. O casi nada, tal vez. Tengo ideas, palabras, imágenes. Melodías, emociones, verdades… De esas poco apreciadas riquezas, se llenan mis cuentas. Y a veces, más que intereses, me generan tristezas. Abundan, sobran, rebosan en mis haberes esos bienes que, desde hace ya algún tiempo, han perdido valor en las bolsas mundiales. Recursos cuyos precios vienen en una caída libre más pronunciada aún que la de las denostadas acciones de las instituciones financieras. Y corre y va de nuevo…

No tengo dinero y mucho menos para dárselo a los gobernantes. Sin embargo, dentro del juego de las leyes positivistas que hoy imperan en nuestra sociedad (local, marginal, en su fase seminal), los habitantes de este inimaginable, pero real país, estamos sujetos a las decisiones arbitrarias de quienes ostentan el poder político: los reyes transitorios de la nación. Y tenga o no tenga dinero, ni nada que dar, tengo que entregar casi todo lo que puedo ganar a los mercantilistas, los políticos y los oportunistas de los grupos de presión. ¿Será que me voy, con todo y mi canción, a otro lugar? ¿Será que encuentro algún juglar que me quiera acompañar?

Mientras escribo, sé que en el Congreso de la violada ¿o inexistente? República de Guatemala, aquellos que tienen la llave maestra que abre nuestros bolsillos y pone a disposición de los poderosos nuestras vidas, además de montar una tragicomedia que sólo a ellos hace reír, fraguan, negocian, discuten cómo aumentar SUS ingresos a costa de los nuestros. Planean cómo continuar la vieja, la ancestral, la elemental práctica de robar. Por supuesto, lo hacen por el bien de los pobres… de sus parientes, amigos y compinches.

Al igual que siempre, los mentirosamente llamados contribuyentes, que no somos otra cosa más que simples pagadores de impuestos, también vamos a pagar los excesos, las promesas y los errores de los gobernantes. El despilfarro y el malgasto lo desembolsamos los tributarios. Más súbditos que ciudadanos libres y respetados. Algunos pagamos más que otros. Otros pagan más que nosotros. Pero todos pagamos. Habrá pocos recolectores de tributos, pero todos los pagamos.


Unos, aquellos que menos dinero desembolsan, terminan pagando la factura más alta. Son quienes mueren de hambre esperando encontrar un trabajo productivo o arriesgan su vida buscando otra existencia más allá de nuestras fronteras del Norte, rara vez las del Sur. O son los que vegetan, limosneando migajas al Presidente, a su esposa, a los burócratas, a los diputados, a los alcaldes… al primo segundo, al concuño o a la amante de los personajes citados. Y mientras los primeros reparten lo de nosotros, no se olvidan de que deben de quedarse con la mejor parte. Un negocio redondo que redondea sus arcas privatizadas, las públicas impostoras… que redondea sus figuras algunas vez alargadas. En fin, parafraseando a Antonio Carlos Jobim y a Vinicius de Moraes: eu sei que vou pagar.

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