Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

11.07.2016

Más allá del Wutbürger



Los ciudadanos que decidimos actuar como mandantes, debemos superar al ciudadano rabioso, descrito por Mario Vargas Llosa en su artículo publicado el pasado 29 de octubre en el diario español “El País”. No concuerdo con el Nobel de Literatura de 2010 en varias de sus apreciaciones, pero sí llamó mi atención el término que, según el escritor, fue acuñado por el periodista alemán Dirk Kurbjuweit para referirse a quienes nos indignamos ante los abusos de poder de los gobernantes: Wutbürger.

Coincido con Vargas Llosa en que para acabar con los totalitarismos es preferible erradicar la rabia de la vida de las naciones y procurar que ella transcurra dentro de la racionalidad y la paz, pero no en que todas las decisiones se tomen por consenso y por medio del voto. Las decisiones de la mayoría deben ser limitadas por los derechos individuales de todos. Es este un error en el cual caen muchos de los intelectuales, tanto socialistas como varios que se identifican con alguna corriente liberal como el autor de marras, que defienden a capa y espada la democracia, sin profundizar en los resultados que con el pasar del tiempo deja esta forma de gobierno.

Curiosamente, el mismo literato explica a continuación uno de los motivos por los cuales la democracia fracasa en el largo plazo: “…la rabia cambia rápidamente de dirección y de bienintencionada y creativa puede volverse maligna y destructiva, si quienes asumen la dirección del movimiento popular son demagogos, sectarios e irresponsables”. ¿Podemos esperar de la democracia resultados diferentes a los obtenidos por los atenienses y denunciados por dos de los más respetados pensadores de todos los tiempos, Platón y Aristóteles? No, sería una locura que, como Albert Einstein señaló, "es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes".

Coincido en un principio con Vargas Llosa en que los enemigos a vencer son la pobreza y la riqueza mal habida. No obstante, en la realidad siempre van a haber pobres porque la pobreza es un término relativo, y porque siempre habrá quienes no quieran hacer el esfuerzo mental y físico por superarla. Sin embargo, lo anterior no impide que todos, aún los menos productivos, podamos mejorar nuestra calidad de vida. Para lograrlo, debemos superar al Wutbürger y rescatar al ciudadano racional: a quien elige usar su razón para identificar e integrar, sin contradicciones, los hechos de la realidad. Podemos llamarlo el Grundbürger.

Me gusta el término grund porque significa razón, pero también es sinónimo de fundamento y de causa. Decir que elegimos usar nuestra razón para pensar implica que las premisas a partir de las cuales vamos a emitir juicios deben estar basadas en hechos de la realidad. Definiendo claramente los términos, evitamos la confusión que se creó al identificar como racionalistas a pensadores de los siglos diecisiete y dieciocho, los cuales visualizaron mundos a partir del uso de su imaginación más que de su razón. Aspiremos a ser, efectivamente, seres racionales.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de noviembre de 2016.

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5.30.2016

Democracia o República

"Los Estados Unidos no es una democracia. Es una república. En una democracia, la mayoría impera. En una república todo individuo es protegido de la mayoría".


La democracia y la república son incompatibles. Sólo puede prevalecer una de las dos formas de gobierno porque son contrarias desde su mismo origen. Tanto Platón como Aristóteles lo entendieron bien y ambos plantearon en sus respectivos trabajos sobre la política lo que consideraban la mejor opción para sustituir a la democracia, la cual le permitió a la mayoría condenar a muerte a Sócrates nada más porque no les parecía lo que les enseñaba a sus discípulos. De las dos propuestas, considero que la correcta es la aristotélica, que describe una forma de gobierno similar a la que hoy conocemos como república.

Lamentablemente, después de alrededor de mil años de oscuridad intelectual, donde el placer de pensar quedó reservado a unos pocos, algunos de los primeros que se atrevieron a pensar fuera del clero, previo y durante el período de la ilustración, confundieron ambas formas de gobierno. Y, ante el abuso de poder de los señores feudales, de los reyes, de la nobleza y de los religiosos, dispusieron que lo ideal fuera darle el poder a la mayoría, ignorando que también la mayoría se puede equivocar y cometer abusos, si las reglas que prevalecen privilegian lo que muchos desean frente a los derechos individuales de todos. Y es en este punto donde radica la diferencia básica entre la democracia y la república. 

En la democracia, al menos en la teoría, la minoría electa para gobernar hace lo que la mayoría quiere. En la república, se respetan y protegen los derechos individuales de todos. Cuál es la forma de gobierno justa y correcta dependerá de la que sea la función de los mandatarios/gobernantes: ¿velar por el interés de unos en detrimento de los derechos de otros? ¿O proteger a todos de los actos delincuenciales y criminales de los antisociales?

El sistema demócrata es el vehículo por el cual llegan al ejercicio del poder los oportunistas y los vividores. También los dictadores, en el peor de los casos. La república por supuesto que también propone como forma de elección el sufragio universal. Aunque considero que en algunos casos (como las elecciones para las cortes) podemos recuperar las elecciones por sorteo que eran propias de la democracia ateniense.


Es importante señalar que el poder arbitrario, discrecional y casi ilimitado que otorga el estatismo, promovido por muchos con la excusa de atender las necesidades de los más pobres y corregir supuestas inequidades, es la fuente de toda corrupción. El abuso del poder es lo que podemos esperar cuando se pervierten las funciones del gobierno y se traicionan los principios republicanos. Ni usted, ni yo ni nadie tenemos el derecho de violentar el derecho de otros de ninguna manera. Aunque fuéramos una mayoría, eso no nos faculta para violentar los derechos de la minoría, recordando siempre que la minoría más pequeña es UN solo individuo. Esa minoría podemos ser usted, yo o cualquiera. En Guatemala impera la democracia. Que a nuestra nación se le llame república, no quiere decir que lo sea.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 30 de mayo de 2016.

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