Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

3.04.2007

Con palabras




Es usual escuchar a muchos decir que se quedaron sin palabras cuando la realidad desborda lo esperado. Pues, en mi caso, y al contrario de esos muchos, sólo puedo expresar mi sentir con palabras. Espero que sea un sentir no alejado de la emoción, pero sustentado por la razón.

Sin duda, la muerte violenta de cualquiera es un hecho condenable. No obstante, hay situaciones en las cuales las circunstancias hacen que los sucesos cobren una mayor relevancia. Tal es el caso ampliamente discutido, y cada vez más confuso, de la matanza de cuatro salvadoreños, tres de ellos dedicados a la política, y el exterminio de cuatro de los seis policías acusados de ser los ejecutores del crimen. Tema con ingredientes propios de historias fantásticas: cada quien parece tener su versión verídica de lo acontecido. Puras teorías de la conspiración.

Yo, tengo preguntas.

¿Cómo es posible que hasta en las apodadas cárceles de máxima seguridad pueda alguien entrar a matar a otros? Sólo alguno muy bien conectado, posiblemente parte de la burocracia de las mal llamadas fuerzas de seguridad, puede cometer tal acto.

¿A qué grado de descomposición ha descendido el gobierno? Esa organización que agrupa a individuos a quienes hemos traslado nuestro personal y legítimo derecho de defensa, confiriéndoles para ello autoridad y poder para ejercer el monopolio de la coacción y la coerción. Descomposición producto del alejamiento de sus funciones primordiales, dar seguridad y velar porque haya justicia, y su ánimo de concentrarse en funciones que no le son propias. Quien mucho abarca, poco aprieta.

Hoy, a pesar del impresionante aumento en la producción que trajo consigo la Revolución Industrial, y el crecimiento exponencial en los alimentos a nivel mundial, entre otras cosas, hay mucha gente que todavía muere de hambre o arriesga hasta su misma vida con tal de satisfacer sus necesidades básicas. Gente ajena a las discusiones académicas, políticas y económicas. Gente que sufre día a día las malas decisiones de aquellos que, pueden tener buenas intenciones, pero sus acciones son impulsadas a partir de ideas fracasadas. Aquellos que parecieran estar más interesados en complacer a los líderes de los grupos de presión, que cumplir con su responsabilidad.

Satisfacemos necesidades de otros para alcanzar fines propios. Ser humanista es aceptar al humano como es y no tratar de cambiarlo. Es aceptar y acomodar las normas generales que van a regir la cooperación pacífica y el libre intercambio a el ser, y no pretender imponer un deber ser elucubrado por unos cuantos y forzado al resto. Así que el discurso que no reconoce que las personas buscan su beneficio personal, más allá de lo que declaren públicamente, son puras ilusiones que terminan en tragedias, sobre todo para los más débiles de la sociedad. Estados colapsados.

En fin, qué cosas suceden en Guatemala. Aquí los muertos no acarrean basura: la basura acarrea muertos.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de marzo de 2007.

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