Sangre, sudor y vísceras

Y esa es la triste historia de Alba Michelle España Díaz, residente viva, hasta hace unos días, de Camotán, Chiquimula. Pobre Michelle: el pasado viernes 15 de junio encontraron los restos que de ella dejaron las aves de rapiña. La niña de Camotán no murió de amor: fue vilmente secuestrada, violada y asesinada a pedradas, vaya Dios a saber por qué demonio. Algún demente misántropo, seguro de que en Guatemala lo único cierto es la inseguridad en la que vivimos aquellos que respetamos a los otros. Seguro de las pocas probabilidades que existen de que sea castigado por el crimen que cometió.
Además de la indignación que provoca enterarnos de uno más de tantos asesinatos aberrantes que últimamente abundan en nuestro país, me preocupó la forma amarillista que en un principio tomó la noticia. Un intento fallido de presentar los hechos como producto de un posible mito, por lo visto, no sólo urbano, sino también rural. Demasiadas licas de categoría B. Demasiado Nip Tuck. ¿Será que James finalmente dejó de amenazar las vidas de Sean y Christian, y decidió trasladar su negocio de extracción de órganos a Guatemala?
Siglo Veintiuno, en su edición del jueves 21 de junio, acertadamente reporta que el fiscal Rudy Rocael Pineda declaró que el informe forense del cadáver de España, “revela que la menor tiene señales de violencia sexual, que le hacía falta el corazón y pulmones, y tenía rasgamientos (sic) causados por animales carroñeros”. Pineda señaló que la causa de la muerte fue un golpe en la cabeza. Sin embargo, esta información llegó tarde: por lo menos una mujer había sido linchada por una turba anónima, irracional y violenta. Lamentablemente, las acciones tienen consecuencias que en algunas ocasiones pagan inocentes, mientras los culpables se lavan las manos.
En una reciente entrevista, el periodista Luis Laugé, respondió de la siguiente manera a una de las preguntas que le hacían: “Un medio no puede adueñarse de cualquier versión, por más espectacular que parezca, ante la tentación de tener una primicia que puede ser un fiasco”. Un fiasco que puede acarrear resultados irreparables.
Tomar la justicia por nuestra propia cuenta, despreciando el necesario respeto al derecho individual al debido proceso, puede significar que la próxima vez, el dedo acusador de esa mano justiciera apunte hacia nosotros mismos. Y no le cuento yo el desenlace de esa historia futura. Imagínelo usted.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 25 de junio de 2007.
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