Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

3.11.2007

Push, push don Bush


Empuje don Jorge.

Pero no a los nuevos inmigrantes, recién llegados buscando el sueño americano, promovido por los olvidados padres del constitucionalismo estadounidense. Tal vez, aún, en el rincón más apartado de su memoria, encuentre algo de sus enseñanzas, más allá de su discurso conservador del modelito benefactor, tan en boga en el siglo pasado e impulsado por otro presidente de la guerra en su país: Franklin D. Roosevelt. Lamentablemente, un discurso alejado de las normas que permitieron en un tiempo récord crear una riqueza inimaginable a los habitantes de una miserable tierra colonial del siglo dieciocho. Un discurso apoyado por acciones que les han ganado a los gringos más enemistad que amistad.

Push, push don Bush, la libertad individual. Pero no la libertad en abstracto, que, irónicamente, viola la libertad defendida por los principios enarbolados por la gran nación estadounidense. El derecho elemental e indiscutible de las personas a decidir sobre su vida y su propiedad. El respeto a la escala temporal de valores de cada quien, y no la imposición arbitraria y arrogante de valoraciones y elecciones de unos a otros.

Push, push don Bush, la responsabilidad individual. Pero no pretendiendo asumir las consecuencias de los errores de la gente con prohibiciones que han mostrado en la práctica que son imprácticas para alcanzar la paz. Prohibiciones inspiradas en una falsa moralidad que pretende asumir la paternidad de los infantiles seres que no saben tomar las decisiones que les convienen. ¿Decisiones que les convienen? ¿A conveniencia de quiénes? Prohibiciones fracasadas como la ya abortada prohibición de producir, distribuir y consumir alcohol. Prohibiciones fracasadas como la prohibición aún vigente de producir, distribuir y consumir drogas escogidas discrecionalmente por algún burócrata interesado. ¿Pero interesado en qué? ¿En hacerse multimillonario como capo de la mafia incrustado en las agencias antinarcóticos?

Push, push don Bush el progreso de los habitantes de Estados Unidos y otras sociedades acabando la intervención del comercio: el verdadero libre intercambio entre las personas, sin importar el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y el por qué. Quienes intercambian sabrán cómo se benefician del proceso, y cómo el bien adquirido les facilitará alcanzar sus fines propios. Basta de proteger a unos pocos mercantilistas a costa de la mayoría. Elimine los subsidios y las barreras arancelarias y no arancelarias unilateralmente. Como quisiéramos muchos que también lo hicieran los gobernantes de estos lares.

En fin, bienvenido a fantasyland, más conocida como Guatemala. Bienvenido con todo y recepción de espejitos en Iximché y supuestas manifestaciones antiimperialistas de veinte perdidos. Fantasyland que no es lo mismo que la tierra de Disney. Aquí, la ficción hecha realidad a veces se acerca más al hades que al paraíso. El reino de lo impredecible.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno” el lunes 12 de marzo de 2007.

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