Las declaraciones de Juan Carlos Monzón contra varios
miembros de la prensa, han agudizado la crisis de confianza en las
instituciones que enfrentamos en la actualidad. También contribuye a la pérdida
de confianza en los medios de comunicación, particularmente los vistos como tradicionales, el exitoso cabildeo de varias
de las facciones interesadas en el ejercicio del poder (que no necesariamente involucra
sobornar a alguien por medio de la llamada fafa),
al igual que el poco cuestionamiento al intervencionismo promovido tanto por
burócratas nacionales como internacionales.
Por cierto, el testigo
estrella de la CICIG es ya de por sí un personaje poco confiable que, como
aquellos a los que acusa, debe pagar las consecuencias de sus acciones. Y por
esa poca confiabilidad que inspira un criminal confeso como Monzón, espero que
las pruebas científicas y documentales que aporten al proceso citado, al igual
que a otras causas justificadas como la del Transurbano, sean suficientes para
condenar sin lugar a dudas a corruptos que, como Otto Pérez Molina y Roxana
Baldetti, salta a la vista la fortuna que acumularon abusando del poder que se
les delegó como gobernantes.
Ahora, ¿quiénes son los principales responsables de la
crisis de confianza que crece en nuestro país? ¿Cuáles son las consecuencias
esperadas de esta crisis de confianza que empeora? ¿Cuándo y qué debemos de
creer a los colaboradores eficaces? ¿A
los medios de comunicación? ¿A los comentaristas
y/o analistas? ¿Qué hacer con los rumores? Y aún más importante, ¿cuál es la
realidad de la mayoría en Guatemala? ¿La que se refleja en los medios, en las
redes o en la calle? O, ¿es esa realidad una mezcla de las tres?
Precisamente, entre los principales responsables de la
creciente desconfianza se encuentra el grupo de analistas mencionados, ya sea que estén a sueldo de intereses de
terceros o por simple conveniencia personal, que opinan desconectados de la señalada
realidad, elevando sus oraciones al Divino
Estado como responsable de proveer todo lo que el pueblo demande, ya sea una necesidad o un capricho. Un Divino Estado fracasado, convertido en
violador de los derechos individuales de la mayoría, fuente de desilusiones y
origen de la corrupción. ¿Por qué promueven medidas que sólo facilitan la
corrupción?
¿En quién creer? Primero que todo, en nosotros mismos. En
fin, de cada uno de nosotros depende hacer una evaluación justa y verdadera
para determinar qué es cierto y qué es falso. Segundo, podemos confiar en quien
emita juicios basados en los hechos de la realidad, que contextualice los
hechos que describe o analiza y aporte la evidencia que demuestre la verdad de
las afirmaciones que sostiene. O sea, quien tenga los pelos de la burra en la
mano para decir de qué color es. Y, por supuesto, no debemos caer en la falacia
de la generalización apresurada: no todo en el mundo del periodismo está
podrido. Depende de usted como lector, espectador u oyente objetivo,
diferenciar el trigo de la paja y apoyar a quienes, les guste o no los
resultados de su trabajo, cumplen con su misión: la búsqueda de la verdad de
los hechos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el
lunes 14 de mayo de 2018.
Etiquetas: confianza, corrupción, Demócrito, Estado, instituciones, Juan Carlos Monzón, justicia, medios de comunicación, Otto Pérez Molina, realidad, responsabilidad, Roxana Baldetti, Transurbano, verdad
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