Es la pregunta que nos debemos hacer ante
la amenaza de que sea aprobada por el Congreso la mal llamada ley de competencia, la cual será mejor comprendida
si se le reconoce como lo que es: más legislación intervencionista que, al
final, va a promover la incompetencia y la corrupción, porque a más
intervención de los gobernantes y de los burócratas en la economía, en la
salud, en la educación, en las carreteras…, mayor y más fácil es el robo y el
despilfarro de nuestros impuestos y más difícil es la creación de riqueza y el
progreso.
El problema de la ley anticompetencia está en su mismo
origen y su naturaleza intervencionista. La raíz del problema es el poder
discrecional y arbitrario que pretenden otorgar a un grupo de burócratas. Poder
que con anterioridad usaron para otorgar privilegios que evitan la competencia.
Poder ostentado por burócratas que no saben qué significa competir o le tienen
miedo a la competencia y por eso se acomodaron como funcionarios del Estado. Burócratas que ahora van a
decidir qué es una práctica anticompetitiva, qué es la eficiencia económica, qué bienes debemos
adquirir y a quiénes se los debemos comprar. Lo que es una paradoja, porque la
única práctica anticompetitiva que
existe es la creada previamente por los gobernantes que favorecieron con
monopolios o carteles a los mercantilistas.
Es absurdo utilizar de excusa para
aprobarla que ya el resto de países la tienen: mal de muchos, consuelo de
tontos. El objetivo REAL de la ley
anticompetencia es intervenir el mercado y crear más burocracia por medio
de un ente superpoderoso al que van a llamar la “Superintendencia de
competencia”, hermana de sangre de la SAT. La oferta es tentadora para algunos
que CREEN que les va a facilitar competir
con los más eficientes. ¿Te afectan los que compiten en tu mercado? ¿Venden más
que tú? ¡Ah! Reclámalo a la Superintendencia: es probable que estén llevando a
cabo alguna práctica anticompetitiva
como, por ejemplo, ofrecer un mejor producto, un mejor servicio o un mejor
precio.
NO se necesita una supuesta ley de competencia para protegernos, porque la mejor protección para los consumidores es la
VERDADERA competencia: la única que beneficia a todos en el largo plazo. Los
intercambios de propiedad privada, pues al fin eso hacemos al adquirir bienes y
servicios, son por naturaleza voluntarios. No se puede legislar el
libre mercado o crear competencia por medio de legislación. Para
tener un mercado, libre por definición, los gobernantes deben respetar la
voluntad de las personas que deciden qué, cómo, cuándo, cuánto… y a quién le
compran todo aquello que necesitan para cubrir sus necesidades y alcanzar sus
objetivos PERSONALES.
Una política de intervención del
gobierno en el mercado es una contradicción. Que los gobernantes pretendan
controlar por medio de regulaciones la competencia es ilógico. EL “CONTROL” LO
DEBE EJERCER EL CONSUMIDOR/USUARIO: en todos los bienes y en todos los
servicios, incluidos los estatales. El control lo debe ejercer quien paga.
Una ley de competencia, solo promueve
la burocracia estatal, la arbitrariedad de los gobernantes y, por tanto, la
corrupción y la extorsión legalizada. La única competencia que va a promover
será la de la corrupción.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”,
el lunes 19 de marzo de 2018.
Etiquetas: burocracia, competencia, corrupción, gobierno, intervención estatal, legislación, mercado, poder, SAT, Superintendencia
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home