La línea de la UNE se pasó llevando a
Álvaro Colom y a la mayor parte de quienes ostentaron el título de ministros
durante su gobierno. Esa línea es la línea del Transurbano, que resultó ser una
línea más de la corrupción que corroe a todos los organismos del Estado. Una
corrupción que es imparable, sin importar cuántos sean acusados de corruptos y
menos de cuántos terminen presos, una vez no se elimine desde su raíz el
problema. Una realidad que sólo va a cambiar cuando cambien las causas que
permiten la corrupción. Y, para que eso suceda, muchos tendrán que reconocer el
fracaso del estatismo en todas sus expresiones.
Una línea que les dejo miles de millones
de quetzales de los tributarios a los Colom y a varios de los funcionarios de su
gobierno, a los pícaros de la AEAU y a saber a cuántos farsantes más. Una
partida de estafadores que se aprovecharon de la necesidad de la mayor parte de
la población capitalina de transportarse de manera segura.
Una línea que al parecer va a
representar el último clavo del féretro de Oxfam, por ser uno de los acusados
Juan Alberto Fuentes Knight, el presidente de la misma. Que, por cierto, no es
la única ONG (además de la ONU que es la organización supranacional más
poderosa que existe), en la cual sus directores y
empleados han sido acusados de corrupción, de oportunismo y de violación de los
derechos individuales de quienes se suponía iban a ayudar.
Pero, ¿por qué las ONG
terminan atrayendo a corruptos, parásitos y violadores? Porque el origen de los
fondos y el sistema que facilita el modus
vivendi de sus miembros, es el mismo sistema de incentivos perversos que
atrae a los politiqueros al ejercicio del poder. Como escribió F. A. Harper en The Freeman (1952): “Una vez que el
derecho de cada persona a tener todo lo que ha producido ha sido sustituido por
el derecho al saqueo colectivo, no es en absoluto sorprendente encontrar al dispensador oficial [el gobernante] que
decide que es correcto para ELLOS saquear el botín… por un digno propósito, por supuesto”.
El origen de la corrupción es el poder, por eso debe ser
limitado. Y ese poder lo adquieren los gobernantes gracias a la ingenuidad de
los ciudadanos que decidieron otorgárselo más allá del necesario para que
cumplan con sus obligaciones primordiales: dar seguridad y velar porque haya
justicia. Quienes esperan que alguien les satisfaga sus necesidades, que votan
por quienes les ofrecen más beneficios, lo
que están haciendo es entregándoles un cheque en blanco a los peores
representantes de nuestra sociedad, que son aquellos a los cuales atrae el
Estado Benefactor/Mercantilista.
¿Qué cambió con la captura de Álvaro Colom y la mayor parte
de su gabinete? Que, al menos ahora, quienes nos atacaban falazmente por
defender el derecho al debido proceso, hoy insisten en la importancia que éste
tiene dentro de una sociedad justa. En fin, como le responde Alfonso VI a
Rodrigo Díaz del Vivar en el Mío Cid: “Cosas tenedes, Cid, que farán
fablar las piedras”.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”,
el lunes 19 de febrero de 2018.
Etiquetas: Álvaro Colom, CICIG, corrupción, Estado benefactor, Juan Alberto Fuentes Knight, Ministerio Público, ONU, Oxfam, sistema político, Transurbano, UNE
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