¿Qué está sucediendo en Guatemala? ¿Se
está dando una lucha contra la corrupción o una lucha contra la producción?
¿Cuáles serán las consecuencias en el largo plazo si lo que se está gestando es
la destrucción de nuestra capacidad productiva? ¿Quién querrá invertir y correr
los riesgos que implica ser empresario en un ambiente político que fortalece el
intervencionismo y el estatismo en contra del emprendimiento?
¿Quién querrá invertir en un país
donde no hay certeza jurídica, no se respeta el derecho de propiedad y los
jueces arbitrariamente detienen las operaciones de compañías, como es el caso
de Mina San Rafael, por sus simpatías con grupos de presión ideologizados? ¿Por
qué en Guatemala hay quienes tienen que recurrir a redes burocráticas corruptas
o a firmas dedicadas a trámites con el “Estado” para recuperar el dinero que es
suyo, que les pertenece legal y legítimamente? Tal es el caso del crédito
fiscal de los auténticos exportadores, no de los fraudulentos. Un dinero que
nunca debió ser expoliado.
¿Qué se ha ganado, o quiénes han
ganado, con la ampliación del poder y la capacidad recaudadora de los
gobernantes por medio de la Superintendencia de Administración Tributaria? Hoy,
un ente similar a la “Santa Inquisición” de ayer. ¿Se fortaleció un árbol torcido? ¿Qué pasa cuando ese árbol torcido es un ente burocrático
cuya organización fomenta la corrupción? En tal caso, ¿se facilitó el robo de
nuestros impuestos?
Dentro del sistema de incentivos
perversos que prevalece, el propio del Estado Benefactor/Mercantilista, ¿habrá
un cargo estatal más despreciable que el de recaudador de la corrupción? O sea,
el de jefe de la SAT. El inquisidor supremo de la mencionada entidad estatal, o
si prefieren llámenlo el zar de la expoliación, que suele generar pasiones
entre unos cuantos corifeos que apoyándolo encontraron una manera de expresar
sus frustraciones personales y/o hacerles creer que es posible llegar al
ejercicio del poder y ser ellos quienes mañana puedan gozar de los frutos de la
riqueza creada por otros.
Ver cómo se ha desvirtuado la justa
lucha contra la corrupción en nuestro país, me hizo recordar a dos admirables
pensadores del pasado. El primero de ello es Thomas Jefferson, que en una carta
a Pierre Samuel Dupont de Nemours de 1816, sentenció que "la mayoría al
oprimir a un individuo es culpable de un crimen al abusar de su fuerza; y al
actuar usando la ley del más fuerte, destruye los cimientos de la
sociedad". Y luego, resonaron en mi mente las palabras de Voltaire, cuando
advirtió que "cualquiera que tenga el poder de hacerte creer tonterías,
tiene el poder de hacerte cometer injusticias".
Las piedras preciosas nacen del conflicto entre elementos
químicos hostiles, lo suficientemente resistentes para sobrevivir cataclismos
que destruyen todo a su alrededor. Las piedras preciosas son sobrevivientes,
así como lo somos aquellos que a pesar de las circunstancias adversas en
nuestro país, continuamos dando la batalla con la esperanza de que vamos a
ganar en el largo plazo y, finalmente, viviremos dentro de una sociedad donde
podamos progresar cooperando e intercambiando en paz, creando riqueza y
respetándonos los unos a los otros.
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de enero de 2018.Etiquetas: Ayn Rand, CICIG, corrupción, crédito fiscal, expoliación, impuestos, Ministerio Público, SAT, Superintendencia de Administración Tributaria
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