Sin leyes objetivas, respetadas e
iguales para todos, no vamos a atraer la inversión que necesitamos para
transformar nuestros recursos en la riqueza imprescindible para que aquellos
que se esfuercen, mental y físicamente, puedan superar la pobreza, progresar y
mejorar su calidad de vida. Aún los menos aptos y los más perezosos pueden
vivir mejor dentro de un sistema de normas propias de un verdadero Estado de
Derecho.
¿Qué tipo de inversión se necesita
para que haya crecimiento económico? La única a la cual aplica correctamente el
término: la inversión de capital. Los gobernantes no invierten en nada: sólo
gastan lo que es de otros. Y ese gasto, para que contribuya a la prosperidad de
todos, debe ser de acorde a la naturaleza del gobierno, no según los reclamos,
exigencias o caprichos de los grupos de interés o la gente bien intencionada,
pero equivocada. La evidencia de que la redistribución de la riqueza sólo aumenta
la pobreza en el largo plazo, es abrumadora. Sólo falta que sea reconocida por
quienes promueven medidas estatistas y por quienes sufren las consecuencias de
esas medidas.
¿Cuándo van a recuperar los capitalistas la confianza en
nuestro país? Cuando los dejen trabajar y se respete la propiedad privada de
los medios de producción. Cuando se les deje de agredir. Cuando termine el
terrorismo fiscal. Cuando haya certeza jurídica. Cuando los colectivos que promueven la destrucción,
el conflicto y la injusticia, cuyos líderes viven cómodamente de la miseria de
los pobres, pierdan la influencia política y el poder que tienen en las cortes
y demás organismos del Estado.
Es una tontería creer que para aumentar el crecimiento
económico, hay que aumentar la carga tributaria. Así como es una tontería
pretender aprobar, como sugirió Jimmy Morales, otra ley de expropiación, sin
importar la excusa, ya que ésta sólo serviría para facilitar a los gobernantes
apropiarse de las propiedades de cualquiera. También es una tontería aprobar
una ley anticompetencia, solo por
complacer a burócratas internacionales.
Todo lo anterior lo que logra es alejar a esos capitalistas
que necesitamos atraer, porque sin su capital NO podemos aumentar la
productividad y por tanto alcanzar el ansiado progreso. Por eso es que, a pesar
de la enorme cantidad de emprendedores que hay en nuestro país, Guatemala es
percibida como un país antiempresarios.
Es nuestro sistema político el que obstaculiza el progreso, NO la corrupción,
la cual es una consecuencia más del sistema de incentivos perversos
engañosamente llamado Estado Benefactor/Mercantilista. Un sistema que impide,
irónicamente, el bienestar de la mayoría.
En fin, es importante recordar que, para
que la inversión rinda frutos, necesitamos trabajar y ser productivos. Todo
crecimiento, en todo sentido, depende de nuestra actividad. No hay desarrollo intelectual
o físico sin esfuerzo, y el esfuerzo implica trabajo. Bien lo dijo Calvin
Coolidge: “El trabajo no es una maldición, es una prerrogativa de la
inteligencia… es la medida de la civilización".
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El
Siglo”, el lunes 26 de febrero de 2018.Etiquetas: Calvin Coolidge, capital, corrupción, inversión, Jimmy Morales, leyes, Ludwig von Mises, pobreza, progreso, riqueza, sistema, trabajo
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