Jimmy Morales, además
de ser el Presidente del Ejecutivo, es el globito
predilecto para captar la atención de los ciudadanos distraídos. Literalmente,
sin ánimo de ofender pero usando la metáfora correcta, es el payaso preferido
del circo. La ironía del asunto es que los asistentes a la función son
incapaces de darse cuenta que los engañados en el espectáculo son ellos mismos
y que, en el largo plazo, los más dañados también serán ellos. Total, el
payaso, independientemente de quién sea o de que sea aplaudido o abucheado,
tarde o temprano será reemplazado y podrá retirarse a vivir del pago que
recibió por su actuación, sin importar, dentro del contexto actual, si esa
actuación fue buena o mala. Y, como dice el refrán, “el que ríe el último, ríe
mejor”.
En lugar de estar
perdiendo el sueño por cada suspiro que da Morales y su corte de ineptos, al
menos en su mayoría, debemos enfocarnos primero, en identificar claramente el
origen común de nuestras tragedias políticas. Esta identificación debemos
hacerla de forma objetiva y basada en los hechos comprobables, no en falsas expectativas,
sesgos o excusas para justificar nuestra amargura o frustración. No se diga la
envidia que, irónicamente para quienes los carcome, es a quienes más daño hace.
Segundo, debemos
honestamente discutir las posibles soluciones al problema y decantarnos por
apoyar aquellas que la evidencia a lo largo del tiempo muestre que son las
idóneas para que podamos vivir en una Guatemala diferente. Al menos, en el caso
de quienes visualizamos una Guatemala donde podamos cooperar, intercambiar y
convivir en paz, respetándonos los unos a los otros y cada quien persiguiendo
sus anhelos propios en pos de su felicidad, no la de los demás.
Es imprescindible para
que la mayoría deje de falsear la realidad, que reconozcamos que nos estamos
jugando las condiciones en las cuales vivimos en nuestro país. Que si estas
condiciones no cambian para bien, muchos más de nuestros compatriotas van a
morir en búsqueda de mejorar su calidad de vida en EE.UU. Porque sí, es a
EE.UU. donde van a emigrar en búsqueda de esa mejora, no a Nicaragua, a
Venezuela o a Cuba.
Y lo más lamentable de
esta historia es que los principales culpables de la muerte de nuestros
compatriotas no serán los coyotes,
los narcotraficantes y los patrulleros en las fronteras. Los principales
culpables son aquellos que les da pereza hacer el esfuerzo mental por aclararse
las ideas. Por supuesto, aquellos que saben que están equivocados pero
prefieren la miseria para todos por igual, antes que el progreso diferenciado,
merecen un apartado especial en los círculos del infierno de Dante.
La última línea de
defensa en apoyo del progreso somos nosotros mismos. Si queremos ser libres y
prósperos, debemos librarnos de un aparato estatal asfixiante que amenaza
nuestros derechos, malgasta nuestros recursos, destruye el valor de nuestro dinero
y nos impide crear riqueza. Reconocer la obviedad de que el común denominador de
la inseguridad, de la corrupción, de la injusticia es el poder. Y una vez este
no sea limitado, nos toparemos en todos lados con una interminable propaganda
sobre lo indispensable que es y cuán perdidos estaríamos sin el Divino Estado. Y no habrá fuerza que
pueda detener a quienes quieren llegar al ejercicio del poder para vivir a
costa de los sufridos tributarios. Eso sí, bien entretenidos y burlados con los
globitos políticos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el
lunes 4 de junio de 2018.
Etiquetas: corrupción, emigración, Estado, injusticia, Jimmy Morales, Juvenal, progreso
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home