Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.12.2017

La bicicleta de Eco



Las declaraciones sin tapujos de Salvador Estuardo González Álvarez, Eco, siguen provocando asombro e invitando a pensar. Ojalá también motiven a escucharlas repetitivamente y, en base a esa repetición, a reflexionar sobre los mitos que prevalecen en lo que respecta a la impunidad con la que delinquen aquellos que llegan al ejercicio del poder y sus asociados, sean estos familiares, amigos o criminales reconocidos.
  
La semana pasada llamó mi atención la confesión de González Álvarez de que, a pesar de que sabía que estaba cometiendo delitos, igual no pensaba cambiar el rumbo de sus decisiones, porque consideraba que nadie podría detenerlo a él y a sus jefes: “Sabía que estaba haciendo algo ilegal, pero decidí seguir. Pensé: ¿quién nos va a cachar en ésta?” Sin embargo, Eco se equivocó, como muchos en el gobierno actual se equivocan creyendo que a ellos no los van a cachar. Más aún, por más que su nombre sea Salvador, no sólo él no podrá salvar a nadie, sino no hay nadie que lo salve a él.

Por más que González creyera que lo único que debía hacer era seguir pedaleando la bicicleta, este cayó, aunque el eco de su caída aún no ha llegado a los oídos de todos. González cayó, y ahora no habrá quién lo calle a él. “Ya en la bicicleta, si dejaba de pedalear yo me caía y por lo tanto decidí continuar. Se sentía bien estar asesorando al señor presidente y a la señora vicepresidenta”. La bicicleta de Salvador, un cuento basado en hechos reales, que de poco ha servido para que cambien los gobernantes actuales.

Y total, ¡quién podrá atraparme! Seguirá siendo la premisa mayor de nuestros gobernantes y los que trabajan con ellos. Seguirá siendo la regla primera de los burócratas de ayer, los burócratas de hoy y los burócratas de mañana. Seguirá siendo la regla, pues al fin, Eco tenía razón hasta cierto punto: son muy pocos los que terminan presos y pagan las consecuencias de sus acciones. Una actitud que sólo va a cambiar cuando cambiemos el sistema de incentivos perversos que prevalece. Un sistema inmoral que promueve injusticias y atrae al ejercicio del poder a los peores representantes de nuestra sociedad. De nada servirá lo poco bien que hasta hoy se ha hecho, porque como bien advierte Johann Wolfgang von Goethe, “el que no se mueve hacia adelante, retrocede”.

Bien lo dijo nuestro compatriota Ricardo Arjona: “hay más sorpresas en la realidad que dentro del circo”. Ojalá más ciudadanos reaccionen y dejen de ser simples espectadores para convertirse en mandantes activos. De lo contrario, los payasos y sus empleados los monos, seguirán haciendo piruetas sobre sus bicicletas. Seguirán reinando en la Guatemala de la eterna indignación, con muy poca acción, los mediocres y corruptos parásitos a los que atrae el poder. Un espectáculo mantenido por la indiferencia de muchos. Un show de tercera categoría aplaudido por la mayoría. Una tragedia, más que una comedia.
           


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 12 de junio de 2017.

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