Las declaraciones sin tapujos de Salvador Estuardo González
Álvarez, Eco, siguen provocando asombro
e invitando a pensar. Ojalá también motiven a escucharlas repetitivamente y, en
base a esa repetición, a reflexionar sobre los mitos que prevalecen en lo que
respecta a la impunidad con la que delinquen aquellos que llegan al ejercicio
del poder y sus asociados, sean estos familiares, amigos o criminales
reconocidos.
La semana pasada llamó mi atención la confesión de González
Álvarez de que, a pesar de que sabía que estaba cometiendo delitos, igual no pensaba
cambiar el rumbo de sus decisiones, porque consideraba que nadie podría
detenerlo a él y a sus jefes: “Sabía que estaba haciendo algo ilegal, pero
decidí seguir. Pensé: ¿quién nos va a cachar en ésta?” Sin embargo, Eco se equivocó, como muchos en el
gobierno actual se equivocan creyendo que a ellos no los van a cachar. Más aún, por más que su nombre
sea Salvador, no sólo él no podrá
salvar a nadie, sino no hay nadie que lo salve a él.
Por más que González creyera que lo único que debía hacer
era seguir pedaleando la bicicleta, este
cayó, aunque el eco de su caída aún
no ha llegado a los oídos de todos. González cayó, y ahora no habrá quién lo
calle a él. “Ya en la bicicleta, si dejaba de pedalear yo me caía y por lo
tanto decidí continuar. Se sentía bien estar asesorando al señor presidente y a
la señora vicepresidenta”. La bicicleta de Salvador, un cuento basado en hechos
reales, que de poco ha servido para que cambien los gobernantes actuales.
Y total, ¡quién podrá atraparme! Seguirá siendo la premisa
mayor de nuestros gobernantes y los que trabajan con ellos. Seguirá siendo la
regla primera de los burócratas de ayer, los burócratas de hoy y los burócratas
de mañana. Seguirá siendo la regla, pues al fin, Eco tenía razón hasta cierto punto: son muy pocos los que terminan
presos y pagan las consecuencias de sus acciones. Una actitud que sólo va a
cambiar cuando cambiemos el sistema de incentivos perversos que prevalece. Un
sistema inmoral que promueve injusticias y atrae al ejercicio del poder a los
peores representantes de nuestra sociedad. De nada servirá lo poco bien que
hasta hoy se ha hecho, porque como bien advierte Johann Wolfgang von Goethe, “el
que no se mueve hacia adelante, retrocede”.
Bien lo dijo nuestro compatriota Ricardo Arjona: “hay más
sorpresas en la realidad que dentro del circo”. Ojalá más ciudadanos reaccionen
y dejen de ser simples espectadores para convertirse en mandantes activos. De
lo contrario, los payasos y sus empleados los monos, seguirán haciendo piruetas
sobre sus bicicletas. Seguirán reinando en la Guatemala de la eterna
indignación, con muy poca acción, los mediocres y corruptos parásitos a los que
atrae el poder. Un espectáculo mantenido por la indiferencia de muchos. Un show
de tercera categoría aplaudido por la mayoría. Una tragedia, más que una
comedia.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 12 de junio de 2017.
Etiquetas: corrupción, Eco, gobierno, Goethe, impunidad, justicia, Ricardo Arjona, Roxana Baldetti, Salvador Estuardo González, sistema de incentivos
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