Todo lo contrario: con sus
promesas populistas y demagogas lo único que va a lograr es que cada vez sea
más difícil prosperar. Sus propuestas, la mayoría basadas en la idea de cargar con
más costos y gastos a los empresarios que operan formalmente en nuestro país -una
especie en vías de extinción-, van a ahuyentar a quienes podrían arriesgarse a
invertir. En lugar de atraer el capital productivo que urgentemente necesitamos
para transformar los recursos en riqueza y mejorar los ingresos reales de todos
aquellos que trabajamos honestamente y respetamos los derechos individuales de
los demás, va a espantar a los emprendedores que podrían crear el empleo que
tantos necesitan en nuestro terruño.
Nada bueno podemos esperar de un
individuo que confunde la riqueza con los recursos naturales y sostiene que
estos últimos no son escasos. Alguien que cree que el problema de los países subdesarrollados es “la falta de
una administración estratégica de sus
riquezas”. Un personaje que descaradamente acusa de corruptos a aquellos con
los cuales se ha asociado para aprobar nuevos privilegios y más legislación que
facilitan el robo de nuestros impuestos. Todas las anteriores, reglas que
obstaculizan aún más el progreso de quienes todavía optamos por seguir viviendo
en Guatemala.
La propuesta contradictoria de
Manuel Baldizón, sin sentido e incoherente, es una revoltijo de lo mismo de
siempre con alguna idea descabellada que por casualidad se topó buscando frases célebres en Internet, lo que le
facilitó hacer un copy/paste: plagios por los que hoy es
célebre más allá de nuestras fronteras el candidato mencionado. ¡En cuántas
ocasiones ha sido el hazmerreír, no sólo de los círculos académicos e
ilustrados, sino en todos lados! En fin, independientemente de la poca
capacidad intelectual de Baldizón, lo más peligroso, si acaso llega a ocupar el
cargo de Presidente del Ejecutivo, es su baja autoestima, la cual se refleja en
su megalomanía.
No solo lo que dice, escribe y publica es en gran parte un fraude: el mismo
es una farsa como persona. El delirio que lo consume lo lleva hasta a referirse
a sí mismo en tercera persona: un personaje ficticio, producto de su
imaginación, con el que pretende sustituir al sujeto real. De sobra se sabe que
detrás de esa aparente grandeza, lo
que se esconde es un complejo de inferioridad, lo que conduce a quienes lo
sufren a obsesionarse con el ejercicio del poder en un intento fallido por convencerse
de su valía y de que merecen más de
lo que se les reconoce. Si alguien lo aprecia de verdad, le haría un bien
aconsejándole que visite a un buen sicólogo.
Podemos describir a Manuel
Baldizón con una sola palabra: deshonesto. Casi todo en él es una impostura. Sería terrible que un tipo como él llegara a
gobernar nuestro país. Pero, al final, debemos entender que Baldizón es
solo una consecuencia más del sistema de incentivos perversos dentro del cual
vivimos. Un sistema que atrae a los peores representantes de nuestra sociedad.
Artículo publicado en el diario
guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de marzo de 2015.
Etiquetas: corrupción, empleo, Manuel Baldizón, megalomanía, sistema de incentivos
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