Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.26.2017

¿Qué es lo normal?



¿De qué depende lo normal? ¿Depende de la persona? ¿Depende de la naturaleza del objeto? ¿Depende del contexto? Bueno, a estas alturas ya saben que mi artículo de hoy nace del lamentable reconocimiento público del Presidente Jimmy Morales sobre la normalidad de la corrupción. “Tal vez todo eso es parte de una corrupción que se ha vivido en el país, una corrupción que, de una u otra forma en Latinoamérica en Guatemala y en muchas partes del mundo se han considerado como normales”, respondió el Presidente a la pregunta que le hizo el periodista Jorge Ramos sobre la culpabilidad de su hijo y hermano acusados de participar en actos de corrupción.

Debemos recordar que no es Morales el primer mandatario que se expresa de una manera similar. Una de las afirmaciones más descaradas sobre lo normal que es la corrupción es de la exvicepresidente, hoy presidiaria, Roxana Baldetti, cuando declaró a un noticiero radial que los corruptos son parte del paisaje y no se pueden destituir. Casi logra igualar el cínico reconocimiento que hizo el expresidente Alfonso Portillo, cuando en una entrevista por televisión, sin ninguna pena, dijo que todos los políticos mienten para llegar al poder. Lo patético es que los tres dicen, en este caso, la verdad. No hay día que abra el diario y no me tope con alguno de esos especímenes corruptos que desmerecen el hermoso paisaje de Guatemala.

Sin embargo, más allá de las pasiones que desataron estas declaraciones, a menos que uno sea hipócrita, tristemente debemos aceptar que así es la corrupción para muchos: algo normal. Eso sí, no para todos. Ni siquiera lo es para la mayoría. Pero el punto importante al cual nos invita a reflexionar la cándida respuesta de Jimmy, una vez calmadas las aguas, es por qué tanta gente considera la corrupción, la estafa y el engaño como algo normal. ¿Se han convertido estos delitos, estos crímenes, en la regla y no la excepción? ¿Cuál es el origen de ese juicio falso sostenido por una importante parte de la población? ¿Es lo normal pagar extorsiones y sobornos para que nos dejen trabajar? ¿Son normales las negociaciones espurias entre los gobernantes y aquellos que se prestan para éstas transas o se las proponen a quienes ejercen el poder?

Según el Diccionario de la Lengua Española, en su primera y segunda acepción, el término “normal” es un adjetivo que significa que una cosa se halla en su estado natural o que sirve de norma o de regla. Entonces, ¿dentro de qué sistema político lo normal es el engaño? ¿Qué sistema normativo promueve la corrupción, la colusión y la comisión? ¿En qué sistema quien quiere trabajar suele ser extorsionado? ¿En qué sistema se vende el poder gubernamental al mejor postor? En el sistema que otorga a los gobernantes poderes ajenos a la naturaleza del gobierno: en el Estado Benefactor/Mercantilista.

Por cierto, espero que John Kelly, Secretario de Seguridad Interna de EE. UU, nos cuente quiénes son los corruptos. Porque no es normal que lo sepa y no lo comparta con los más interesados en saberlo: los guatemaltecos.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 26 de junio de 2017.

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