Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.23.2017

El fulano estafador



El fulano estafador es una consecuencia más del sistema político de incentivos perversos que prevalece, en diferentes medidas, en la mayor parte del mundo. No creo que hasta hoy la mayoría pertenezcan a esta categoría pero, tristemente, son ya muchos los que han sucumbido al oficio de engañar como medio de vida y, si son buenos estafadores, lograr acumular enormes fortunas, gracias a la disposición con la que tantos se dejan engañar. Tantos, que se han acostumbrado a engañarse a sí mismos, por lo cual se convierten en presas fáciles de los fulanos estafadores.
                                                
Los fulanos estafadores que se dedican a la política, han logrado convencer a los incautos ciudadanos de sus países para que voten por ellos y les den el poder necesario para violentar los derechos individuales de la mayoría, en casi todos los casos los mismos que los apoyaron, bajo la falsa creencia de que una vez lleguen a la Presidencia de sus naciones, les van a quitar dinero a los ricos para dárselo a los pobres. Claro, a los pobres de sus parientes y amigos, los miembros del partido y todos aquellos que trabajaron con ellos durante el proceso del engaño y los oportunistas que estén de acuerdo en negociar con el gobierno, segmento al que pertenecen los miembros de los grupos de presión.

Este fraude constante, es el origen de ese sistema de incentivos perversos, más conocido como Estado Benefactor/Mercantilista. La principal consecuencia de la existencia de este sistema es la pérdida de la moralidad prudencial descrita por Aristóteles en su célebre “Ética a Nicómaco” y mejorada por la creadora de la filosofía objetivista, Ayn Rand. Esa moral que nos enseña a no falsear la realidad, o sea, a practicar la virtud de la honestidad, al igual que la virtud de la racionalidad, la productividad y el orgullo que implica reconocer que somos aptos para ganarnos la vida honradamente, sin engañar o forzar a otros.

Sin embargo, en el estado actual de las cosas, muchas personas consideran “normal” el fraude, como es el caso de José Manuel Morales Marroquín, que falsificó documentos para apoyar a la madre de su exnovia a embaucar a los tributarios, tal y como lo declaró: “En ningún momento pensé que algo así pudiera llegar tan lejos. Realmente lo vi como algo que cualquier guatemalteco podría hacer…fui muy inocente a la hora de actuar, no obré queriendo defraudar a nadie. Simplemente fue algo que hice por querer ayudar”. (Prensa Libre, 20 de enero de 2017).

El caso de José Manuel Morales y su tío, Sammy Morales, es un caso del cual todos podemos aprender. Es un ejemplo del daño moral que ha hecho en nuestra sociedad un sistema político que castiga a los responsables, respetuosos y productivos, mientras premia a los delincuentes, vividores y oportunistas. Es un momento histórico en el cual debemos cuestionarnos a nosotros mismos y al resto de miembros de la sociedad, para que cambiemos radicalmente aquello que podemos y debemos cambiar: las normas que rigen nuestra convivencia, para que ¡al fin! podamos cooperar e intercambiar en paz.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 23 de enero de 2017.

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