Mientras algunos se encuentran devastados por el triunfo electoral
de Donald Trump en Estados Unidos y se preguntan qué pasó, otros lo celebran.
¿Por qué ganó Trump? Porque Estados Unidos es hoy el equivalente a la tierra
prometida para aquellos que quieren crear riqueza y mejorar su calidad de vida
y la de sus seres queridos. Todavía no es, y ojalá nunca lo llegue a ser, un
país donde lo que prevalece es la envidia y el rencor contra los ricos.
Todo lo contrario, es la sociedad a la que la gente emigra con
la esperanza de hacerse rica: uno de los principales motivos por los cuales la
propuesta socialista de los mal llamados liberales
no termina de ser aceptada. Menos por la mayoría de los inmigrantes, los que
seguirán llegando a pesar de las amenazas de Trump. ¿Por qué van a continuar
llegando? Porque la opción que tienen quedándose en sus países es peor que la
de arriesgarse a estar ilegales en
Estados Unidos.
Hay otras explicaciones de la victoria de Trump que se deben
mencionar, en particular el éxito que al final tuvo su retórica agresiva que
confrontó a muchos, pero logró convencer a la suficiente cantidad de los
votantes que están molestos con las condiciones en las que viven, y que están
hartos de las mentiras de los políticos tradicionales y del estatismo e
intervencionismo que avanzó peligrosamente durante el siglo veinte y lo que va
del siglo veintiuno. Esto último todavía no plenamente entendido por esa
mayoría molesta.
Por cierto, si la forma de gobierno de Estados Unidos fuera
primordialmente democrática, como es nuestro caso, la ganadora de las
elecciones sería Hilary Clinton, quien obtuvo la mayoría de votos populares válidos. Y, si Estados Unidos
fuera primordialmente una democracia, no sólo los gringos, todo el mundo debería de temer lo que fuera a pasar con la
llegada al ejercicio del poder de manipuladores como Trump o como Clinton.
Pero, para el bienestar de todos, Estados Unidos continúa
siendo, primordialmente, una República, basada en un sistema de pesos y contra
pesos claramente definidos, una división territorial y normativa federal
independiente del gobierno central, una declaración universal de respeto a los
derechos individuales contenida en su Constitución, el compromiso con la
igualdad de todos ante la Ley y el sometimiento al cumplimiento de esa
Constitución asegurado por su control judicial (Judicial Review), una importante expresión del balance de poderes
que sostiene la República estadounidense.
Espero que durante el gobierno de Trump prevalezca el ánimo
conciliatorio de su primer discurso como presidente electo. Y, aunque no fuera
así, sé que la República lo pondrá en su lugar. Al final, los grandes perdedores
en esta contienda fueron los miembros del establishment,
del mainstream, de los medios de
comunicación tradicionales y los artistas políticamente
correctos. Además de los encuestadores. Derribemos los muros mentales que
detienen el progreso y enfoquémonos en las lecciones que estas elecciones y las
nuestras nos dejan.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 14 de noviembre de 2016.
Etiquetas: Constitución, Democracia, Donald Trump, Estados Unidos, Hilary Clinton, inmigrantes, judicial review, presidente, República, riqueza
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