Los ciudadanos que decidimos actuar como mandantes, debemos
superar al ciudadano rabioso, descrito
por Mario Vargas Llosa en su artículo publicado el pasado 29 de octubre en el
diario español “El País”. No concuerdo con el Nobel de Literatura de 2010 en varias
de sus apreciaciones, pero sí llamó mi atención el término que, según el
escritor, fue acuñado por el periodista alemán Dirk Kurbjuweit para referirse a
quienes nos indignamos ante los abusos de poder de los gobernantes: Wutbürger.
Coincido con Vargas Llosa en que para acabar con los
totalitarismos es preferible erradicar la
rabia de la vida de las naciones y procurar que ella transcurra dentro de la
racionalidad y la paz, pero no en que todas las decisiones se tomen por
consenso y por medio del voto. Las decisiones de la mayoría deben ser
limitadas por los derechos individuales de todos. Es este un error en el cual
caen muchos de los intelectuales, tanto socialistas como varios que se
identifican con alguna corriente liberal como el autor de marras, que defienden
a capa y espada la democracia, sin profundizar en los resultados que con el
pasar del tiempo deja esta forma de gobierno.
Curiosamente, el mismo literato explica a continuación uno
de los motivos por los cuales la democracia fracasa en el largo plazo: “…la
rabia cambia rápidamente de dirección y de bienintencionada y creativa puede
volverse maligna y destructiva, si quienes asumen la dirección del movimiento
popular son demagogos, sectarios e irresponsables”. ¿Podemos esperar de la
democracia resultados diferentes a los obtenidos por los atenienses y
denunciados por dos de los más respetados pensadores de todos los tiempos,
Platón y Aristóteles? No, sería una locura que, como Albert Einstein señaló, "es
hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes".
Coincido en un principio con Vargas Llosa en que los enemigos a vencer son la pobreza y la
riqueza mal habida. No obstante, en la realidad siempre van a haber pobres
porque la pobreza es un término relativo, y porque siempre habrá quienes no
quieran hacer el esfuerzo mental y físico por superarla. Sin embargo, lo
anterior no impide que todos, aún los menos productivos, podamos mejorar
nuestra calidad de vida. Para lograrlo, debemos superar al Wutbürger y rescatar al ciudadano
racional: a quien elige usar su razón para identificar e integrar, sin
contradicciones, los hechos de la realidad. Podemos llamarlo el Grundbürger.
Me gusta el término grund
porque significa razón, pero también es sinónimo de fundamento y de causa.
Decir que elegimos usar nuestra razón para pensar implica que las premisas a
partir de las cuales vamos a emitir juicios deben estar basadas en hechos de la
realidad. Definiendo claramente los términos, evitamos la confusión que se creó
al identificar como racionalistas a pensadores
de los siglos diecisiete y dieciocho, los cuales visualizaron mundos a partir
del uso de su imaginación más que de su razón. Aspiremos a ser, efectivamente,
seres racionales.
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de noviembre de 2016.Etiquetas: Aristóteles, Democracia, Dirk Kurbjuweit, Grundbürger, Mario Vargas Llosa, Platón, racionalismo, razón, realidad, totalitarismo, Wutbürger
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