El trabajador debe ser libre de elegir dónde
trabajar, bajo qué condiciones y ganando lo que él acuerde con quien quiera que
esté en la capacidad de ofrecerle un empleo productivo y desee hacerlo. El
trabajador debe ser libre de elegir cómo prever para su vejez, con quién crear
su fondo de retiro, bajo qué circunstancias y en cuál contexto desea hacerlo.
Al final, es SU dinero: producto de su esfuerzo. Y si fue capaz de ganarlo, es
capaz de decidir qué es lo que más le conviene a partir de sus objetivos
personales, no la decisión arbitraria de ningún burócrata y menos de los
líderes y/o miembros de los grupos de presión que pretenden decidir por el
resto.
Sin embargo, en Guatemala lo anterior es prohibido, entre otras normas, por
el Decreto 295 del Congreso (Ley Orgánica del Seguro Social), emitido el 30 de octubre de 1946. Según la legislación citada, todos los habitantes de Guatemala que sean
parte activa del proceso de producción de artículos o servicios, ESTAN OBLIGADOS ¿a contribuir? (una
obvia contradicción) al sostenimiento del
régimen de seguridad social.
¿Por qué? Si
nuestra Constitución dice clara y explícitamente en los artículos 2 y 4 lo
siguiente: “Es deber del Estado garantizarle a los habitantes de la República
la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo
integral… En Guatemala todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad
y derechos… Ninguna persona puede ser sometida a servidumbre ni a otra
condición que menoscabe su dignidad”. No obstante, son los mismos gobernantes,
apoyados por los grupos de presión ideologizados, quienes violan los derechos
de los trabajadores y menoscaban su dignidad. Los desprecian considerándolos
incapaces de decidir qué es lo que más les conviene.
El monopolio
otorgado desde hace 70 años al IGSS, además de que viola la libertad de los
trabajadores, obstaculiza el desarrollo integral de todos aquellos que son
obligados a mantener el mencionado elefante
blanco, el cual es una de las mejores pruebas del fracaso del Estado
Benefactor en nuestro país. Y, a pesar de su deterioro generalizado, lo único
que se propone es que los trabajadores puedan elegir invertir para su vejez en
el IGSS o en otras entidades privadas, según la conveniencia de quién está
generando el dinero, y no basado en la decisión arbitraria de un funcionario
público.
El ciudadano,
que es el mandante, manda. El ciudadano decide. Las abstracciones no actúan, sólo
los individuos que conforman los colectivos. Y cada uno es responsable de las
decisiones que toma, independientemente de los grupos a los cuales pertenezca o
con lo que se identifique. Hoy es más posible que ayer promover una reforma que
les devuelva a quienes trabajan por cuenta ajena (o sea, son empleados por
otros) la libertad que pocos gozan en Guatemala. Pero para eso deben aclararse
las ideas y no dejarse engañar por quienes saben que NO se está proponiendo la
privatización del IGSS y aun así mienten descaradamente para engañar a la gente.
Artículo publicado en el diario
guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de agosto de 2016.
Etiquetas: Constitución de Guatemala, grupos de presión, IGSS, libertad, privatización, reforma, trabajador
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