Más allá de lo que diga la moribunda letra de nuestra Constitución, quienes mandan en el
Congreso e imponen sus agendas políticas son los grupos de presión. Pueden ser
grupos nacionales y/o internacionales, pero en ambos casos el objetivo es el
mismo: profundizar el sistema de incentivos perversos que prevalece en
Guatemala por medio de más intervencionismo y más estatismo. Son irrelevantes
los motivos que aducen para impulsar más legislación que otorga más poder a los
gobernantes y crea más burocracia parasitaria: al final, con sus propuestas
convertidas en ley, lo que suelen provocar es lo contrario a lo que pretendían alcanzar.
“De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”:
un refrán que he repetido hasta el cansancio. Tal vez algunos de quienes
promueven más de los mismos obstáculos que les han impedido a tantos
compatriotas nuestros superar la pobreza, efectivamente creen que ayudan a los habitantes más frágiles de nuestro país.
Pero la realidad es contraria a esas buenas
intenciones: entre más obligaciones se les asignan a los gobernantes
(quienes actúan en nombre del abstracto Estado),
menos probabilidades tienen los más pobres, y casi todos a excepción de los
privilegiados, de mejorar su calidad de vida.
Sin embargo, en plena revolución
de las comunicaciones y la información, hoy está al alcance del teclado de la mayoría, ya sea de la
computadora o del teléfono, la posibilidad de aclararse las ideas y verificar
cuál ha sido a lo largo de la historia el resultado, con el pasar del tiempo,
de las políticas que impulsan. Por eso pienso que muchos de los que piden más
intervención de los gobernantes en todos los ámbitos de nuestras vidas por
medio del Estado Benefactor/Mercantilista (que predomina en la mayor parte del
mundo y cuyo discurso populista ofrece solucionarle la vida a la gente
confundiendo intencionalmente necesidades con derechos), lo alientan a
sabiendas de cuáles van a ser sus consecuencias.
Mienten al resto por interés propio: ya sea para ser electos
en algún cargo público o conseguir un trabajo dentro de la burocracia estatal.
Los más ambiciosos aspiran a colarse en cualquiera de los poderosos organismos
estatales supranacionales (ONU, BM, BID…), para asegurar su exquisita y cómoda
existencia a costa de los tributarios que mantienen tales entidades. También
los hay, y por montones, líderes de los grupos de presión locales que esperan,
por medio de privilegios, acumular una fortuna lo suficientemente grande para
asegurarse que no tendrán que trabajar, como el resto, para ganarse la vida.
Por eso es importante que pongamos atención en quienes
llegan a ocupar un cargo en el Legislativo. Más aún si estos son aquellos que
van a dirigirlo: en sus manos está la agenda del Congreso y, por tanto, la
posibilidad de cambiar el sistema político para bien de todos en el largo plazo,
o hundirnos más en la miseria actual por medio del sistema vigente que atrae a
los peores representantes de nuestra sociedad.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 24 de octubre de 2016. La imagen es el caricaturista "Fo" publicada originalmente en "Prensa Libre".
Etiquetas: burocracia, Congreso, corrupción, grupos de presión, intervencionismo, Privilegios
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