Son aquellos que creen que sus elecciones son mejores que
las nuestras, y por tanto deben imponernos sus valores y limitar nuestra
libertad. En otras palabras, hacernos sus esclavos, en mayor o menor medida,
pero esclavos. Cuán sujetos a la voluntad de estos amos estemos dependerá de cuánto intervengan en nuestras vidas. Es
patético cuando esa intervención es voluntariamente aceptada, sin coerción
legal, pero es detestable cuando es impuesta por medio de legislación
antojadiza promovida por los politiqueros y los líderes de los grupos de
presión.
Los amos del intervencionismo son aquellos que creen que el
gobierno, en nombre del abstracto Estado,
debe decidir qué podemos hacer con nuestras vidas. Consideran que son estos
hombres con alma de dictador, los que deben decidir qué podemos comer, qué podemos
beber, con quiénes nos podemos casar y hasta cuánto podemos disfrutar del fruto
de nuestro esfuerzo. Ellos deciden a quiénes debemos ayudar, qué tipo de trabajo debemos hacer, cuántas horas y cuántos
días podemos trabajar, qué música debemos escuchar, qué libros debemos leer…
Los amos del intervencionismo pretenden que los otros
vivamos sus vidas. ¿Será un problema de autoestima el que impulsa a esta gente
a imponer sus elecciones personales a los demás? ¿Por qué no se dedican a vivir
sus vidas y a cosechar los frutos de sus acciones, cualesquiera que estos sean?
¿Por qué necesitan que todos vivamos tal y como ellos creen que se debe vivir?
¿A qué temen quienes cuestionan las decisiones de los demás cuando estas
decisiones no coinciden con las de ellos? Más aún, ¿cuándo las decisiones de
los otros no violan sus derechos individuales?
Existen varios tipos de amos del intervencionismo. Desde los
que resienten la riqueza y buena fortuna de otros, hasta los que maldicen las
decisiones que otros se atreven a tomar en búsqueda de su felicidad, porque
ellos no tienen la valentía de enfrentarse a sí mismos y elegir lo que los hace
felices por encima de lo que los demás esperan de ellos. Les preocupa más la
opinión de otros, que su interés propio.
La mayoría de los amos
del intervencionismo son hipócritas. Rara vez cumplen con las imposiciones que
reclaman para el resto de miembros de la sociedad. Les encanta repartir las
posesiones de otros, y en la mayoría de los casos, los amos del intervencionismo, se quedan con una buena parte de la
riqueza que dicen repartir. Dicen defender a la familia tradicional, los
indigna la infidelidad, despotrican contra los homosexuales, pero… en secreto y
con miedo al qué dirán, viven vidas ajenas a las que pregonan como las ideales.
Cuando alguien les señala como lo que son, dictadores, en
lugar de argumentar recurren a falacias. Identifíquelos y señálelos. Defienda
su derecho a decidir sobre su vida y sus bienes. Si se equivoca, asuma su
responsabilidad y aprenda la lección. Piense por usted y busque lo que le es
beneficioso. No se deje intimidar por los amos
del intervencionismo.
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de enero de 2017.Etiquetas: amo, Cicerón, dictador, esclavitud, Estado, intervencionismo, libertad
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