Al menos de la mayoría de aquellos que han elegido como
profesión la política. Los ciudadanos en casi todo el mundo están llegando a
los límites de la tolerancia en lo que respecta a los oportunistas que llegan
al ejercicio del poder, y a toda la ralea de los burócratas nacionales y los
acomodados supranacionales de las organizaciones internacionales que los
acompañan. Varias de las pruebas que puedo aportar sobre la veracidad de mi afirmación,
son los resultados que han obtenido los políticos tradicionales en las
recientes elecciones y consultas populares de diversos lugares.
Tanto la elección en Guatemala para ocupar el cargo de
Presidente de la Nación de un cómico sin una idea clara sobre cuál es la
naturaleza del gobierno, así como el sorpresivo
éxito de Donald Trump en EE.UU., pasando por el Brexit y la consulta colombiana sobre los acuerdos de
apaciguamiento, mostraron que la mayoría ya está harta de las mentiras, los
abusos y la corrupción de las pandillas que han gobernado en los últimos
tiempos en casi todos lados. Desde la Patagonia hasta el mismo Londres (capital
del país donde nace la concepción moderna de la libertad como un derecho
individual hoy aceptado en la mayor parte del mundo occidentalizado como un
derecho reconocido para todos, aunque aún no entendido por muchos), una enorme
cantidad de personas han mostrado el creciente cansancio al establishment político predominante.
Sin embargo, ese rechazo creciente al mainstream y lo políticamente correcto, no significa que la mayoría
tenga claro la raíz del problema y mucho menos cuál es la solución ni los
cambios a los sistema políticos prevalecientes que debemos promover para
enfrentar a ese fantasma que recorre,
no solo Europa, si no todo el mundo. Uno de los motivos principales por los
cuales predomina la ignorancia es por la confusión, en algunos casos intencional
y en otros producto de la pereza mental, en el significado y las definiciones
de los términos básicos necesarios para entender la vida en sociedad y el papel
trascendental que en ésta juega el respeto irrestricto a los derechos
individuales: vida, libertad y propiedad. Esto último producto del poco
conocimiento sobre el origen de los mismos o el intento místico de explicarlos.
Por eso debemos tener presente que es en momentos de mayor incertidumbre
cuando más prudentes y objetivos debemos ser. Debemos informarnos correctamente
y no dejarnos manipular. Es probable que la búsqueda de la verdad de los hechos
nos lleve a emitir juicios que no sean de nuestro agrado o del gusto de otros.
Pero es importante que recordemos que la verdad no depende de las opiniones de
nadie ni de lo que la mayoría desea que sea verdadero. No es un concurso de
popularidad. La verdad, cualidad de los juicios, depende única y exclusivamente
de los hechos de la realidad. Por eso coincido con Pascal en que el esfuerzo
mental por aclararse las ideas es el fundamento de toda vida moral. Y sin ese
esfuerzo no podemos alcanzar nuestro propósito más alto: ser felices.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 21 de noviembre de 2016.
Etiquetas: Brexit, Colombia, corrupción, Donald Trump, encuestas, establisment, estatismo, Ludwig von Mises, mainstream, mentira, Paz, políticos
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