Desde hace un par de meses vengo señalando el oportunismo de ciertos grupos
de presión que intentan arrogarse una representación que NO tienen: la representación
de los ciudadanos, la representación de los mandantes. La representación de
quienes libre y espontáneamente nos reunimos en la Plaza de la Constitución
durante varios sábados desde el pasado 25 de abril hasta hace algunas semanas,
hartos de los excesos nunca antes imaginados, del abuso de poder y la
corrupción a la que ha llegado el actual gobierno de Otto Pérez Molina.
A la fecha, estos aprovechados consiguieron acabar con las manifestaciones
multitudinarias de los sábados y estuvieron a punto de lograr que los
diputados, ilegalmente, aprobaran cambios
a la Legislación Electorera y de Pandillas
Politiqueras (LEPP). Celebro que en esta ocasión los magistrados de la
Corte de Constitucional (CC) hayan hecho respetar el proceso y decidieran por
mayoría declarar inconstitucionales las primeras dos lecturas de los
mencionados cambios y ordenar que se
repita el proceso. Si la CC no hubiera parado esta violación, el Congreso
hubiera continuado hasta las últimas consecuencias, lo cual hubiera sido
nefasto para el futuro de Guatemala. Necesitamos una verdadera reforma, no más
de lo mismo. Y la mayoría de cambios que aprobaron los diputados
lamentablemente sólo profundizaban y fortalecían el sistema de incentivos
perversos que hoy impera en nuestro país.
Pierre-Joseph Proudhon se equivocó en lo que trata al tema de la propiedad
privada y el origen de la riqueza, pero en lo que respecta a su análisis del
gobierno acertó en muchos puntos. De sus ensayos, el que me encantaría discutir
próximamente en algún seminario es “Idea General de la Revolución en el siglo
XIX” escrito en 1851. En el segundo estudio del ensayo dice lo siguiente: “He ahí el fin ulterior de esta centralización que, bajo la
máscara del interés general, explota y conculca los intereses locales y
privados, vendiendo al mejor postor, y en pública subasta, la justicia que
reclaman. La corrupción es el alma de la centralización. Ya esté al frente de
una monarquía, ya al frente de una democracia, el gobierno es inmutable en su
espíritu y su esencia”.
El poder arbitrario, discrecional
y casi ilimitado que otorgan a los gobernantes quienes promueven el estatismo
con la excusa de atender las necesidades de los más pobres y corregir supuestas
inequidades es la fuente de toda
corrupción. El abuso del poder es lo que podemos esperar que suceda tarde o
temprano cuando se pervierten las funciones del gobierno y se traicionan los
principios republicanos.
Mientras no cambiemos de raíz el sistema estatista actual, colectivista e
intervencionista, injusto e inmoral, la situación va a continuar empeorando. No
debemos permitir, bajo ningún punto de vista, que los mismos de siempre, con
las recetas de siempre, se hagan cargo de las reformas. Para evitarlo, es
necesario que se sienta por todos los medios pacíficos posibles la presencia
atenta del mandante.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el
lunes 17 de agosto de 2015.
Etiquetas: Corte de Constitucionalidad, Ley Electoral y de Partidos Políticos, Pierre Joseph Proudhon, Plataforma Nacional para la Reforma del Estado, reforma
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