Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

8.17.2015

Sin representación no hay reforma



Desde hace un par de meses vengo señalando el oportunismo de ciertos grupos de presión que intentan arrogarse una representación que NO tienen: la representación de los ciudadanos, la representación de los mandantes. La representación de quienes libre y espontáneamente nos reunimos en la Plaza de la Constitución durante varios sábados desde el pasado 25 de abril hasta hace algunas semanas, hartos de los excesos nunca antes imaginados, del abuso de poder y la corrupción a la que ha llegado el actual gobierno de Otto Pérez Molina.

A la fecha, estos aprovechados consiguieron acabar con las manifestaciones multitudinarias de los sábados y estuvieron a punto de lograr que los diputados, ilegalmente, aprobaran cambios a la Legislación Electorera y de Pandillas Politiqueras (LEPP). Celebro que en esta ocasión los magistrados de la Corte de Constitucional (CC) hayan hecho respetar el proceso y decidieran por mayoría declarar inconstitucionales las primeras dos lecturas de los mencionados cambios y ordenar que se repita el proceso. Si la CC no hubiera parado esta violación, el Congreso hubiera continuado hasta las últimas consecuencias, lo cual hubiera sido nefasto para el futuro de Guatemala. Necesitamos una verdadera reforma, no más de lo mismo. Y la mayoría de cambios que aprobaron los diputados lamentablemente sólo profundizaban y fortalecían el sistema de incentivos perversos que hoy impera en nuestro país.

Pierre-Joseph Proudhon se equivocó en lo que trata al tema de la propiedad privada y el origen de la riqueza, pero en lo que respecta a su análisis del gobierno acertó en muchos puntos. De sus ensayos, el que me encantaría discutir próximamente en algún seminario es “Idea General de la Revolución en el siglo XIX” escrito en 1851. En el segundo estudio del ensayo dice lo siguiente: He ahí el fin ulterior de esta centralización que, bajo la máscara del interés general, explota y conculca los intereses locales y privados, vendiendo al mejor postor, y en pública subasta, la justicia que reclaman. La corrupción es el alma de la centralización. Ya esté al frente de una monarquía, ya al frente de una democracia, el gobierno es inmutable en su espíritu y su esencia”.

El poder arbitrario, discrecional y casi ilimitado que otorgan a los gobernantes quienes promueven el estatismo con la excusa de atender las necesidades de los más pobres y corregir supuestas inequidades es la fuente de toda corrupción. El abuso del poder es lo que podemos esperar que suceda tarde o temprano cuando se pervierten las funciones del gobierno y se traicionan los principios republicanos.


Mientras no cambiemos de raíz el sistema estatista actual, colectivista e intervencionista, injusto e inmoral, la situación va a continuar empeorando. No debemos permitir, bajo ningún punto de vista, que los mismos de siempre, con las recetas de siempre, se hagan cargo de las reformas. Para evitarlo, es necesario que se sienta por todos los medios pacíficos posibles la presencia atenta del mandante.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de agosto de 2015.

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