Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

2.13.2006

Asociación de gorrones

Hace cierto tiempo, a Ramón Parellada se le ocurrió, genialmente, bautizar a los rent seekers como gorrones: palabra que considero una excelente elección para “tropicalizar” un concepto de inspiración inglesa.

En Guatemala abundan estos personajes que, a veces, navegan con bandera de ingenuos. Una muestra de ellos la encontramos en la “Asociación guatemalteca de autores y compositores” (AGAYC). Sé que soy más que políticamente incorrecta, pero, ¿cómo ignorar a quienes quieren beneficiarse de la labor, el riesgo y la creatividad de otros?

Existe una norma de inspiración benefactora/nacionalista (aunque más pareciera revanchista) que “obliga” a los que utilizan públicamente la obra de artistas de otros países, a pagarle un “arancel” a la gente agrupada en la asociación mencionada. ¿A cuenta de qué reclaman dinero sobre una producción que no es de ellos?

¿Qué opinarían Shakira, Iggy Pop y Diana Krall al respecto? Más de uno se molestaría, a pesar de que alguien haya dado permiso. Los pobres Mozart y Beethoven se revolcarían en su tumba. Tal vez esa contrariedad ayude a descubrir dónde se encuentran los restos del primero en este 2006 en que se celebran 250 años de su nacimiento. ¡Ese que brinca de la cólera es Amadeus!

Los buscadores de rentas y los free riders siempre han existido. Sin embargo, hay sistemas políticos que permiten reducirlos al mínimo: sistemas en los cuales todos debemos ser responsables y trabajar para satisfacer nuestras necesidades. En estos, los gobernantes no pueden regalarnos ni un centavo que no hayamos devengado: frutos que no nos pertenecen. Por otro lado, los sistemas colectivistas/paternalistas, que privilegian a algunos a costa de otros, compran voluntades violando los derechos individuales de la mayoría.

Varios saldrán con el cuento de que debemos apoyar el arte en las naciones “malinchistas” como la nuestra. Un argumento más que trillado y desgastado. ¿Acaso necesitó Ricardo Arjona de esa prerrogativa para convertirse en uno de los más importantes cantautores contemporáneos? No.

Lo que Arjona hizo fue esforzarse y enfocarse en buscar sus objetivos. Tomó decisiones que lo llevaron a otras sociedades: pagó el costo que implica hacer realidad un sueño. Muchos no triunfan en el intento, pero les queda la satisfacción de haberse “tirado al agua”. Además, no se quedaron con la duda de: “si yo hubiera…”. Los hubiera no existen.

Ojalá aquellos que se ven afectados por esta legislación inconstitucional, de una vez, se decidan a interponer los recursos necesarios para derogarla. Así avanzamos en el camino que algún día nos llevará a vivir dentro del marco de un estado de Derecho.

A la larga, hasta aquellos creadores con talento artístico se van a beneficiar: los va a motivar a dar lo máximo de sí, y a abandonar la comodidad que alimenta esa mediocridad en la que tantos se pierden. Al fin, el cliente manda: premia a quien mejor lo complace.

Nota: este artículo fue publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, en la columna semanal “Principios”, el lunes 13 de febrero de 2006.