El final de los sobornos llegará cuando no haya favores que
comprar. Dejará de haber gente que compra
a funcionarios y/o gobernantes cuando estos últimos no tengan nada que vender.
Existen los sobornos porque hay quién tiene el poder de complacer a aquel que
le ofrece dinero a cambio de privilegios, negocios
con el Estado o prebendas que sean de
beneficio tanto para el que soborna
como para el que recibe ese soborno. Acabará la compra de voluntades cuando no exista nada que comprar. El origen
de los sobornos no está en quien lo ofrece, sino en el poder que goza quien lo
recibe.
Según la organización “Paraíso Desigual”, que la semana
pasada presentó el resultado del informe titulado “Desigualdad y poder en
Guatemala: economía de captura”, el 50 por ciento del valor total de los
contratos adjudicados entre 2004 y 2017 fue afectado por lo que ellos denominan
la economía de captura: a unas pocas
compañías les fue adjudicado la mayor parte del excedente, lo que, en opinión de los investigadores a cargo del
trabajo mencionado, reproduce una estructura de desigualdad económica.
Harald Waxenecker, responsable principal del proyecto,
explicó que analizaron 298 mil 927 licitaciones públicas en infraestructura,
salud, alimentos, transporte y seguridad, llevadas a cabo entre los años citados,
las cuales ascienden a Q102.7 millardos. Waxenecker y su equipo consideran que
lo anterior generó Q19.5 millardos de ganancias
extras que incluyen los sobornos
a burócratas estatales. Los datos probablemente sean correctos, pero la
conclusiones ciertamente no lo son.
Para entender el contexto conceptual detrás de la investigación
presentada la semana pasada, es necesario conocer las premisas dadas en un
estudio previo realizado por Waxenecker donde plantea, entre otras cosas, lo
que entiende por el término “captura del estado”, utilizado como marco de
referencia. Como se puede ver en ambos documentos, para ellos el problema no es
el tamaño del gobierno ni el poder del cual gozan los funcionarios, en
particular el poder de distribuir arbitrariamente nuestros impuestos, sino el poder que tienen las grandes empresas para cooptar a los pobres funcionarios y ¿obligarlos? a otorgarles contratos con el
gobierno.
Sin duda, durante el período analizado, durante los años anteriores,
los posteriores y los por venir, se repetirá la historia y los datos
presentados por la organización nombrada se mantendrán o aumentarán. Pero estos
hechos lamentables, tanto los pasados como los futuros, son posibles gracias al
poder discrecional que tienen los funcionarios y los gobernantes.
El origen de la corrupción no está en las empresas. El
origen de la corrupción está en el sistema de incentivos perversos. Y no es que
Guatemala tenga una “capacidad sorprendente, casi infinita, para producir
ladrones”, como escribió hace algún tiempo Pablo Rodas, es que es ese
sistema de incentivos perversos quienes los atrae al ejercicio del poder, a los
ladrones que lo ejercen y los ladrones que transan con ellos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El Siglo”, el
lunes 25 de febrero de 2019.
Etiquetas: burocracia, captura del estado, corrupción, Edward Paul Abbey, Estado, gobierno, Harald Waxenecker, Pablo Rodas, Paraíso Desigual, sobornos
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